Octojin
El terror blanco
19-09-2024, 09:23 AM
Mientras caminaba hacia la sala de archivos junto a Camille, Octojin no podía evitar sentir una profunda tristeza. Había tantos marines en la base, tantos trabajadores, que simplemente pasaban desapercibidos. Hombres como el soldado Ewan, que habían sido asesinados de una manera brutal y, sin embargo, no habían dejado una huella significativa en sus compañeros. Eso no ayudaba en situaciones como aquella, cuando buscaban pistas y se encontraban rodeados de rostros y nombres que no destacaban, que eran fáciles de olvidar.
Lo cierto es que un asesinato dentro de la base no era para nada normal. Afortunadamente, claro. Pero marines repletos de sueños morían cada día en estúpidas batallas que, en muchas ocasiones, distaban bastante de perseguir aquello que la marina tenía por bandera. El habitante del mar se había interesado días antes por ese tema, solicitando algunos informes de misiones fallidas para ver patrones de error. Había tenido la suerte de coincidir en varios entrenos con Patrick, un marine que compartía interés con el gyojin. Así que mientras él leía, el tiburón procesaba la información, dando pronto con algunos errores muy comunes como la mala planificación de una misión, la escasez de información para afrontarla, un mal posicionamiento en batalla y el dejar ir a una misión con altas probabilidades de acabar en batalla a gente que aún no estaba preparada. El pelotón, como solía llamarse.
El escualo caminaba en silencio al lado de Camille, sumido en sus pensamientos, pero finalmente decidió romper ese silencio que pesaba entre ellos para conocer la opinión de la oni al respecto.
—¿Qué sospechas tienes? —le preguntó, sin ocultar su confusión— Yo... no tengo ni idea de por dónde empezar. Me siento perdido, como si estuviéramos buscando algo que no podemos ver, y que ni siquiera sé si podemos encontrar. Siento tanta pena por ese hombre... ¿Tendría familia?
La falta de dirección le agobiaba, y aunque confiaba en sus instintos de supervivencia en situaciones de combate, situaciones como aquella —donde las respuestas parecían ocultarse en sombras e intrigas— eran completamente diferentes.
Cuando llegaron a la sala de archivos, Octojin se sintió inmediatamente fuera de lugar. La tarea de leer y buscar pistas en registros no era su fuerte, y eso le ponía nervioso. Se acercó al papel de entradas y salidas de la zona de archivos y, haciendo un esfuerzo por disimular su incapacidad para leer, señaló con su dedo las filas del papel, siguiendo las líneas con la mirada como si estuviese entendiendo cada palabra. Pero la verdad era que no podía descifrar nada. Sabía que había un texto que intuyó que era el nombre de quién había entrado y unos números, que probablemente corresponderían con las horas, pero con una intuición tan vaga y tan poca información, poco más podía hacer que disimular. Se paró en alguna línea aleatoriamente, como si hubiese encontrado algo, para después seguir bajando hasta el final del papel.
Con un nudo en la garganta y cierto nerviosismo, le pasó el papel a Camille.
—No veo nada raro —murmuró, tratando de que su tono no delatara lo incómodo que se sentía y mirando directamente al viejo a la cara, para evitar que la oni le mirase directamente.
El viejo Gaul empezó a hablar, su voz era rasposa y estaba cargada de amargura. Octojin asentía, aunque no sabía si estaba de acuerdo con las palabras del anciano o simplemente con el hecho de que parecía estar tan cerca del final de su vida. Era evidente que Gaul había sido un hombre más capaz en otros tiempos, y su actual puesto parecía una burla a lo que una vez fue. Octojin se sentía mal por él, pero atribuyó su situación a los estragos de la edad y las enfermedades.
Cuando el viejo mencionó al cartero, algo hizo clic en la mente de Octojin. Era una pista concreta y, aunque no sabía si realmente llevaría a alguna parte, era mejor que continuar divagando entre papeles que no podía leer.
—Camille —dijo finalmente—, ¿te parece bien si voy a buscar al cartero y lo traigo aquí? Quizás él sepa algo.
El gyojin se había ofrecido a hacerlo él por si la oni encontraba alguna pista en los papeles. En caso contrario, seguramente fueran ambos juntos. Si Camille aceptaba, Octojin se encargaría de rastrear al cartero, preguntando a los dos William y a Gaul si sabían algo sobre sus horarios, por dónde solía salir o cualquier pista que pudiera ayudarles a encontrarlo. El tiburón estaba decidido a seguir ese nuevo hilo que les ofrecía una dirección, por pequeña que fuera.
Lo cierto es que un asesinato dentro de la base no era para nada normal. Afortunadamente, claro. Pero marines repletos de sueños morían cada día en estúpidas batallas que, en muchas ocasiones, distaban bastante de perseguir aquello que la marina tenía por bandera. El habitante del mar se había interesado días antes por ese tema, solicitando algunos informes de misiones fallidas para ver patrones de error. Había tenido la suerte de coincidir en varios entrenos con Patrick, un marine que compartía interés con el gyojin. Así que mientras él leía, el tiburón procesaba la información, dando pronto con algunos errores muy comunes como la mala planificación de una misión, la escasez de información para afrontarla, un mal posicionamiento en batalla y el dejar ir a una misión con altas probabilidades de acabar en batalla a gente que aún no estaba preparada. El pelotón, como solía llamarse.
El escualo caminaba en silencio al lado de Camille, sumido en sus pensamientos, pero finalmente decidió romper ese silencio que pesaba entre ellos para conocer la opinión de la oni al respecto.
—¿Qué sospechas tienes? —le preguntó, sin ocultar su confusión— Yo... no tengo ni idea de por dónde empezar. Me siento perdido, como si estuviéramos buscando algo que no podemos ver, y que ni siquiera sé si podemos encontrar. Siento tanta pena por ese hombre... ¿Tendría familia?
La falta de dirección le agobiaba, y aunque confiaba en sus instintos de supervivencia en situaciones de combate, situaciones como aquella —donde las respuestas parecían ocultarse en sombras e intrigas— eran completamente diferentes.
Cuando llegaron a la sala de archivos, Octojin se sintió inmediatamente fuera de lugar. La tarea de leer y buscar pistas en registros no era su fuerte, y eso le ponía nervioso. Se acercó al papel de entradas y salidas de la zona de archivos y, haciendo un esfuerzo por disimular su incapacidad para leer, señaló con su dedo las filas del papel, siguiendo las líneas con la mirada como si estuviese entendiendo cada palabra. Pero la verdad era que no podía descifrar nada. Sabía que había un texto que intuyó que era el nombre de quién había entrado y unos números, que probablemente corresponderían con las horas, pero con una intuición tan vaga y tan poca información, poco más podía hacer que disimular. Se paró en alguna línea aleatoriamente, como si hubiese encontrado algo, para después seguir bajando hasta el final del papel.
Con un nudo en la garganta y cierto nerviosismo, le pasó el papel a Camille.
—No veo nada raro —murmuró, tratando de que su tono no delatara lo incómodo que se sentía y mirando directamente al viejo a la cara, para evitar que la oni le mirase directamente.
El viejo Gaul empezó a hablar, su voz era rasposa y estaba cargada de amargura. Octojin asentía, aunque no sabía si estaba de acuerdo con las palabras del anciano o simplemente con el hecho de que parecía estar tan cerca del final de su vida. Era evidente que Gaul había sido un hombre más capaz en otros tiempos, y su actual puesto parecía una burla a lo que una vez fue. Octojin se sentía mal por él, pero atribuyó su situación a los estragos de la edad y las enfermedades.
Cuando el viejo mencionó al cartero, algo hizo clic en la mente de Octojin. Era una pista concreta y, aunque no sabía si realmente llevaría a alguna parte, era mejor que continuar divagando entre papeles que no podía leer.
—Camille —dijo finalmente—, ¿te parece bien si voy a buscar al cartero y lo traigo aquí? Quizás él sepa algo.
El gyojin se había ofrecido a hacerlo él por si la oni encontraba alguna pista en los papeles. En caso contrario, seguramente fueran ambos juntos. Si Camille aceptaba, Octojin se encargaría de rastrear al cartero, preguntando a los dos William y a Gaul si sabían algo sobre sus horarios, por dónde solía salir o cualquier pista que pudiera ayudarles a encontrarlo. El tiburón estaba decidido a seguir ese nuevo hilo que les ofrecía una dirección, por pequeña que fuera.