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[Aventura] [T1 - Airgid Vanaidiam] Un vistazo al pasado.
Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
Domsdey se reclinó en el viejo sofá de cuero que ha soportado tantos años como él mismo. La sala, aunque acogedora, parece no ser más que un marco desdibujado en el tiempo, una burbuja de nostalgia que lo envuelve. Las arrugas en su rostro, profundas como los surcos de una tierra que ha conocido demasiados inviernos, se relajan mientras su mente vaga por los caminos del pasado. Airgid, sentada frente a él, joven, fuerte, con su cabello rubio cayendo en cascada sobre sus hombros, es un recordatorio constante de una vida que ya no le pertenece. La mira con una mezcla de ternura y melancolía mientras la escucha paciente, y en sus ojos, detrás de la neblina de la vejez, brilla un destello de tiempos gloriosos.

En su mente, la pesada niebla del presente se disuelve, y Domsdey siente cómo el peso de los años se esfuma. De repente, ya no es el anciano frágil de casi 90 años. Está de pie en un campo abierto, bajo un cielo que arde con la luz del atardecer. El aire es denso con el aroma de la pólvora y el humo. Alrededor suyo, las sombras de sus viejos compañeros de lucha cobran vida. Los padres de Airgid aparecen como figuras vibrantes y llenas de energía, como si el tiempo hubiera retrocedido a aquellos días de fuego y revolución. El padre de Airgid, un hombre robusto con una barba salvaje, grita órdenes mientras lidera a un grupo de revolucionarios hacia una barricada, su puño en alto, símbolo de la resistencia. La madre de Airgid, feroz y decidida, le sigue de cerca, empuñando una bandera que ondea al viento, símbolo de la libertad de los pueblos oprimidos por los que tanto lucharon.

Domsdey camina entre ellos, sintiendo el calor de su juventud, el latir de su corazón acelerado como en los viejos tiempos. Cada paso que da resuena como un eco de su pasado, y aunque todo a su alrededor es caos, él se siente en casa. Recuerda los días de clandestinidad, las noches en que se reunían en sótanos oscuros y húmedos como aquel maldito faro, planificando la siguiente operación, susurrando sobre ideales de justicia y libertad. Recuerda el sonido de los disparos en la distancia y el frío metal de las armas en sus manos, pero también las miradas compartidas entre camaradas que sabían que lo que hacían tenía un propósito más grande que ellos mismos. Mientras sigue sumido en ese recuerdo, las imágenes se vuelven aún más vívidas. No solo están luchando contra la opresión de un gobierno tiránico, están librando una batalla que trasciende lo terrenal. Domsdey siente que en esos momentos, estaban conectados a algo más grande, una causa tan antigua como la humanidad misma. La opresión que combatían no era solo la de un régimen, sino la de una oscuridad que siempre ha intentado aplastar la luz de la esperanza... El gobierno mundial.

El tiempo y el espacio parecen fundirse, y Domsdey se ve a sí mismo en múltiples lugares y épocas, luchando en nombre de aquellos que no podían luchar por sí mismos, junto a los padres de Airgid, almas que compartían el mismo fervor. La sala de estar comienza a desvanecerse, y Domsdey se siente como si estuviera entrando en un viaje astral. El sofá debajo de él desaparece, y el viejo revolucionario flota en un vasto océano de recuerdos. Ve los rostros de aquellos que cayeron en batalla, sus ojos brillando con el mismo fuego que aún arde en el pecho de Domsdey. Oye sus voces en un coro de resistencia, un eco lejano que todavía resuena en su alma. Siente la camaradería, el amor y la tragedia. De repente, Domsdey siente una mano cálida sobre la suya. Es la mano de Airgid, aunque ha sido él, de forma inconsciente y el rostro repleto de lágrimas quién ha ido a al contacto. La habitación vuelve a cobrar forma, y el sofá, rígido bajo su cuerpo cansado, le recuerda que ya no es el joven que una vez fue. Pero algo dentro de él se niega a aceptar esa realidad del todo. Porque aunque su cuerpo esté aquí, débil y viejo, su mente sigue siendo el guerrero que alguna vez fue. Los padres de Airgid, sus compañeros de lucha, ya no están, pero viven en él, en cada fibra de su ser.

Domsdey sonríe suavemente y aprieta la mano de Airgid. — Tú serías un orgullo para ellos. — Esbozó una melancólica sonrisa. Porque aunque los tiempos han cambiado, las luchas continúan, y Airgid es ahora la portadora de esa antorcha, la joven que encarna todo por lo que ellos lucharon. El viejo revolucionario, a pesar de los años, sigue siendo un alma en combate, y aunque su guerra haya terminado, sabe que la lucha sigue viva en la sangre de los que vienen después de él. Domsdey se levantó, cruzó de nuevo todo aquel "comedor" y tomó otra taza de café frío que le entregó a la mujer de pelo rubio. — Puede que ya no sea el que fui, pero no he dejado ni un solo segundo de perseguir lo que perseguía. — Se sentó. — El mundo os necesita. — Tomó un sorbo y lo dejó en la mesita del costado. — A ti y al chico vikingo. La revolución necesita de personas como vosotros. Seréis líderes, conseguiréis más que nosotros .. Debéis ... Tenéis ... — El cansancio parecía hacer mella en la actitud del anciano, el cansancio atacaba de nuevo. — Perdona ... Mi cabeza ya no funciona tan bien ... A veces, me hace ver cosas ... — La miró a la cara, pero se encontró el rostro de Lilyd, lo que sobresaltó al anciano, haciéndole caer al suelo.
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RE: [T1 - Airgid Vanaidiam] Un vistazo al pasado. - por Ragnheidr Grosdttir - 19-09-2024, 09:49 AM

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