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[Aventura] [Autonarrada] Agresividad a la Luz de la Luna
Anko
Médica Despiadada
19 de Verano del 724

En una noche estrellada de muchas, con el astro lunar en lo más alto del cielo, convirtiéndose en un apoyo luminoso a los múltiples faros y lámparas que ya alumbraban las calles de Rostock. Ahí se encontraba Anko, caminando a paso lento, disfrutando de la tranquilidad que el cielo nocturno y estrellado otorgaba. El silencio de las calles y la ausencia de personas creaban un ambiente relajante para la marine, quien disfrutaba mucho de ese tipo de caminatas durante la noche antes de irse a dormir. Y aunque parecería contradictorio, ella siempre portaba sus espadas consigo, nunca se sabe cuándo el crimen y los disturbios puedan aparecer, de forma imprevista.

Su dedo índice y medio de su diestra sostenían un cigarro encendido, éste despedía un humo grisáceo y oloroso para quien pudiera olerlo, talvez un olor desagradable, para Anko, no era agradable tampoco, pero ya estaba acostumbrada luego de años manteniendo aquel vicio. Su brazo servía de apoyo para acercar el filtro del cigarro hasta sus labios, dar una calada, apartar el tubo de papel de su boca y soplar hacia la nada, expulsando la nube de humo de su cuerpo, aunque esto no quitara el mal que podría hacerle.

Sus pasos la llevaron hasta la zona más bulliciosa de Rostock, un lugar que, aún en la madrugada, algunos establecimientos estaban abiertos a los civiles, un buen ejemplo de esto serían los bares y cantinas que abundaban por todo el pueblo. Esta zona nunca representó un impedimento para el disfrute de la caminata nocturna de Anko, pues la mayoría del ruido se mantenía dentro de los establecimientos, sin molestar a nada ni nadie afuera. Aparentemente, todo sería como las otras veces, pero al destino le gusta hacer malas pasadas, y ese día, fue turno de la joven de cabellera marrón.

Su tranquilidad fue interrumpida por la fuerte apertura de la puerta de un bar aledaño, del cual, emergieron dos hombres. Todo pudo quedarse ahí, pero no, el par de sujetos se encontraban bastante ebrios, producto de una noche llena de alcohol del potente. Los hombres no parecían ser amigos, ni mucho menos estaban siendo amistosos el uno con el otro en ese momento. Uno reclamaba al otro un robo de unas joyas valiosas, mientras que el acusado se defendía con profundo recelo. Claramente, los tipos estaban ocasionando un disturbio en las calles, y Anko, como marine, no podía permitir que aquella situación siguiera y escalara más allá de lo que debería.

Sus piernas se movieron y empezaron a caminar para acercarse a los sujetos, de forma ordenada y tranquila, pues no quería que sus modos pudieran ocasionar una reacción negativa por parte de alguno de los implicados en el disturbio. Cuando su presencia se hizo notar, los sujetos dejaron por un momento su discusión para enfocar sus miradas en la joven, quien ya estaba a unos pasos de su posición. — Buenas noches, caballeros… ¿Cuál es el problema aquí? Suboficial Anko, es un placer —. Cuando los hombres escucharon las palabras de la peli marrón, trataron de tranquilizarse y hablar con la mayor firmeza que podían, pues el alcohol ya les afectaba hasta en su forma de hablar.

— Disculpe las… molestias… Pero éste… éste sujeto de aquí… robó mis joyas… ¡Muy valiosas! ¡Costaron miles de berries! —. — ¡¿Qué dices?! ¡Yo no tomé nada! —. Replicó el acusado. Anko suspiró mientras los hombres desprendían intensiones de reanudar su riña, ella rápidamente alzó ambas manos mientras mantenía su cigarro en sus labios. — Alterados no resolvemos nada… Les voy a pedir tranquilidad… —. — ¿Cómo quiere que me tranquilice? Este tipo me robó… ¡Y usted no hace nada! ¡¿De qué sirve la marina entonces?! —. Una mueca de desaprobación apenas visible se dibujó en el rostro de la marine, no por el “insulto” a la marina, sino por la terquedad del tipo.

— Recuerdo haber pedido tranquilidad… Sí hablamos como la gente civilizada, podemos resolver esto… —. El hombre que aseguraba haber sido atracado por el otro empezaba a desesperarse con cada segundo que pasaba, y parecía no importarle reclamar ni hacer disturbio. — ¡La marina tan inútil como siempre! Y tú… ¡Pagarás! —. Dijo el tipo llevando su mano hasta la parte trasera de su pantalón y sacar de uno de sus bolsillos una pequeña navaja, filosa y brillante. El tipo intentó apuñalar a quien se suponía, era su atracador, pero los reflejos de Anko actuaron de forma veloz, evitando que el acusado fuera herido de gravedad. — Bien… Resolvamos esto por las malas… Me vas a tener que acompañar… Estás detenido… —. — ¡Ni en tus sueños! —. Gritó el tipo.

Anko lo soltó de su agarre y con una destreza feroz desenvainó una de sus Katanas ubicadas en su cintura, a la par que una sutil sonrisa depredadora se formaba en sus labios. — Debo admitir que me gustan los que se resisten… Así puedo darles su merecido… —. El enfrentamiento estaba por comenzar y el otro sujeto ya se encontraba algo asustado, incluso, la ebriedad desapareció, pero ahora estaba perplejo, presenciando lo que se estaba desarrollando frente a él. Fue así que el entrenamiento comenzó con una estocada algo torpe del hombre, cosa que Anko pudo ver y bloquear con facilidad usando la hoja de su Katana. El sonido metálico de los filos chocando rompió con la tranquilidad del cielo estrellado, parecía que ambos estaban a la par, pero nada más alejado de la realidad.

Anko estaba jugando con su rival, pues al ser un simple civil sin entrenamiento, solo sabía dar estocadas para causar heridas perforantes de forma cobarde, como la apuñalada sin aviso que quiso entregarle al otro sujeto. Anko por otro lado, había entrenado casi toda su vida en el dojo Jigoku No Tsuno de DemonTooth, además del acompañamiento de su padre. La diferencia de habilidades era enorme. El ruido generado por ambos despertó el interés de unos pocos, quienes salieron de los bares para presenciar el duelo, otros simplemente miraban desde sus ventanas. — Quisiste apuñalar a una persona y ahora te resistes al arresto… Esto te dará un buen tiempo en prisión… —. Pronunció la marine de forma arrogante antes de deslizar su filo por la hoja de la pequeña navaja del sujeto y crear un pequeño corte en su piel, haciéndolo soltar su arma con un grito de dolor. — Vamos… Ni si quiera lo hice profundo… De hacerlo, no tendrías dedos… —.

El sujeto miraba con impotencia y odio a la joven, sabía que su libertad tenía los minutos contados y ahora tendría que pagar por sus crímenes. El duelo había sido corto y talvez aburrido para aquellos que fungieron como espectadores, pero al final, duelo era duelo. Lo que sucedió después fue algo bastante protocolar. La peli marrón arrestó al sujeto y lo llevó consigo hasta la base G-23 de la marina, y por si se lo preguntan, no, el otro hombre no le había robado nada, sus joyas valiosas se le habían caído camino al bar, así que, talvez esas joyas ya no se puedan recuperar.
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[Autonarrada] Agresividad a la Luz de la Luna - por Anko - 19-09-2024, 10:43 AM

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