Silver D. Syxel
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19-09-2024, 02:18 PM
El ruido en el Trago del Marinero era suficiente para enmascarar una conversación seria, aunque el hedor era igual de eficaz para hacer que uno perdiera la concentración. Dharkel se sentó en la mesa astillada, fingiendo beber, mientras el mendigo observaba su alrededor como si temiera que, en cualquier momento, alguien se acercara a interrumpir.
Después de darle una larga calada al cigarro que su antiguo compañero le había ofrecido, el hombre soltó un suspiro profundo y miró fijamente a la mesa, como si las palabras que estuviera a punto de decir fueran más pesadas que el humo en sus pulmones.
— No te voy a mentir —comenzó con voz baja—, las desapariciones no son algo nuevo. Siempre ha habido gente que... se pierde. Pero últimamente, es diferente. Es sistemático, ¿me entiendes? —Le lanzó una mirada significativa—. Alguien está cazando a los que no tienen a nadie... y lo están haciendo con mucha precisión.
El hombre miró la puerta, asegurándose de que nadie más lo escuchaba.
— Puede que solo sean rumores, pero he escuchado que hay tratos sucios en marcha, algo grande. Las personas que desaparecen están siendo vendidas. Mendigos, marineros caídos en desgracia... Nadie sabe a dónde van, pero todos temen lo mismo. —Hizo una pausa, dudando un momento antes de continuar—. Se dice que todo está conectado con un lugar... un lugar donde el dinero y los secretos corren como el alcohol en esta taberna.
El mendigo se detuvo, con el cigarro colgando en sus labios, observando la reacción de Dharkel. Entonces, asintió ligeramente, como si tomara una decisión.
— Si quieres pasar desapercibido, puedo prestarte algo... —el hombre se encogió de hombros—. Aunque, con lo elegante que vas ahora, me haces pensar que debería pedirte algo a cambio. —Sonrió, aunque fue un gesto cargado de ironía—. No es que tenga un armario muy amplio para que escojas, pero podemos intercambiar la ropa. Al menos, te ayudará a no llamar tanto la atención.
Mientras tanto, Rocket intentaba seguir la conversación desde la barra, con sus sentidos bien atentaos, pero el ruido general en la taberna hacía difícil escuchar más allá de fragmentos sueltos. El mendigo hablaba en voz baja y Rocket no podía estar seguro de lo que estaban discutiendo. Necesitaba algo más concreto.
Echó un vistazo rápido por la taberna, escaneando a la clientela con sus ojos agudos. A primera vista, los parroquianos no parecían encajar con el perfil típico de un soldado de la Marina, al menos no en servicio. La mayoría de los presentes eran marineros de bajo perfil, trabajadores portuarios o simples borrachos locales que buscaban olvidar la dura jornada. Sin embargo, en un lugar como ese, donde nadie llevaba un uniforme que lo identificara, no podía estar completamente seguro. Cualquiera podría estar escondido entre la multitud, observando... igual que él.
Decidiendo que un enfoque más directo podría ser útil, Rocket llamó la atención de la camarera.
— Eh, señorita. ¡Joder, eh! —exclamó el mapache, llamando la atención de la camarera de manera brusca, para encajar entre los parroquianos.
La mujer se acercó, con una sonrisa cansada. La clientela del Trago del Marinero no solía ser del tipo que hacía preguntas demasiado complejas, y Rocket era ya un rostro algo conocido.
— ¿Qué necesitas? —preguntó ella, apoyando las manos en la barra.
— ¿Esos dos, sabes quienes son? Joder eh —bajó la voz, asegurándose de que nadie más escuchaba.
La camarera echó un vistazo a la mesa, donde Dharkel y el mendigo charlaban en voz baja. Sacudió la cabeza con una sonrisa suave.
— El mendigo viene por aquí todo el tiempo. No es nadie importante, un tipo más de la calle. Pero el otro... —miró a Dharkel de nuevo—. No lo había visto antes. Al menos no por aquí.
Si quería saber más, tendría que acercarse algo más para ser capaz de escucharles. O intervenir, si prefería un enfoque más directo.
Después de darle una larga calada al cigarro que su antiguo compañero le había ofrecido, el hombre soltó un suspiro profundo y miró fijamente a la mesa, como si las palabras que estuviera a punto de decir fueran más pesadas que el humo en sus pulmones.
— No te voy a mentir —comenzó con voz baja—, las desapariciones no son algo nuevo. Siempre ha habido gente que... se pierde. Pero últimamente, es diferente. Es sistemático, ¿me entiendes? —Le lanzó una mirada significativa—. Alguien está cazando a los que no tienen a nadie... y lo están haciendo con mucha precisión.
El hombre miró la puerta, asegurándose de que nadie más lo escuchaba.
— Puede que solo sean rumores, pero he escuchado que hay tratos sucios en marcha, algo grande. Las personas que desaparecen están siendo vendidas. Mendigos, marineros caídos en desgracia... Nadie sabe a dónde van, pero todos temen lo mismo. —Hizo una pausa, dudando un momento antes de continuar—. Se dice que todo está conectado con un lugar... un lugar donde el dinero y los secretos corren como el alcohol en esta taberna.
El mendigo se detuvo, con el cigarro colgando en sus labios, observando la reacción de Dharkel. Entonces, asintió ligeramente, como si tomara una decisión.
— Si quieres pasar desapercibido, puedo prestarte algo... —el hombre se encogió de hombros—. Aunque, con lo elegante que vas ahora, me haces pensar que debería pedirte algo a cambio. —Sonrió, aunque fue un gesto cargado de ironía—. No es que tenga un armario muy amplio para que escojas, pero podemos intercambiar la ropa. Al menos, te ayudará a no llamar tanto la atención.
Mientras tanto, Rocket intentaba seguir la conversación desde la barra, con sus sentidos bien atentaos, pero el ruido general en la taberna hacía difícil escuchar más allá de fragmentos sueltos. El mendigo hablaba en voz baja y Rocket no podía estar seguro de lo que estaban discutiendo. Necesitaba algo más concreto.
Echó un vistazo rápido por la taberna, escaneando a la clientela con sus ojos agudos. A primera vista, los parroquianos no parecían encajar con el perfil típico de un soldado de la Marina, al menos no en servicio. La mayoría de los presentes eran marineros de bajo perfil, trabajadores portuarios o simples borrachos locales que buscaban olvidar la dura jornada. Sin embargo, en un lugar como ese, donde nadie llevaba un uniforme que lo identificara, no podía estar completamente seguro. Cualquiera podría estar escondido entre la multitud, observando... igual que él.
Decidiendo que un enfoque más directo podría ser útil, Rocket llamó la atención de la camarera.
— Eh, señorita. ¡Joder, eh! —exclamó el mapache, llamando la atención de la camarera de manera brusca, para encajar entre los parroquianos.
La mujer se acercó, con una sonrisa cansada. La clientela del Trago del Marinero no solía ser del tipo que hacía preguntas demasiado complejas, y Rocket era ya un rostro algo conocido.
— ¿Qué necesitas? —preguntó ella, apoyando las manos en la barra.
— ¿Esos dos, sabes quienes son? Joder eh —bajó la voz, asegurándose de que nadie más escuchaba.
La camarera echó un vistazo a la mesa, donde Dharkel y el mendigo charlaban en voz baja. Sacudió la cabeza con una sonrisa suave.
— El mendigo viene por aquí todo el tiempo. No es nadie importante, un tipo más de la calle. Pero el otro... —miró a Dharkel de nuevo—. No lo había visto antes. Al menos no por aquí.
Si quería saber más, tendría que acercarse algo más para ser capaz de escucharles. O intervenir, si prefería un enfoque más directo.