Silver D. Syxel
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19-09-2024, 03:55 PM
La lluvia cayó de forma repentina, como si la misma isla hubiese decidido poner a prueba su paciencia. El capitán levantó la mirada hacia el cielo, dejando que las gotas frías contrastaran con el abrasador calor que habían soportado todo el día. El agua comenzó a empapar rápidamente la ropa de todos, apagando una pequeña hoguera que algunos de los académicos habían intentado encender torpemente para cocinar la serpiente que Dharkel les había lanzado.
Escuchó el golpe seco de su compañero al saltar de la rama y levantar la voz por encima del sonido creciente del aguacero.
—¡Silver! —le llamó Dharkel mientras se acercaba rápidamente—. He encontrado un estrecho en dirección noreste, siguiendo el curso del río a unos pocos kilómetros de distancia —informó con rapidez, intentando que su voz fuera clara entre el aguacero—. Me pareció ver una caída junto al estrecho. El río termina abruptamente. Es peligroso, pero salvo que hayas encontrado otro camino, parece ser nuestra única opción.
El pirata escuchó en silencio, asintiendo mientras sus pensamientos se aceleraban. Sus ojos siguieron el curso del río, intentando visualizar el estrecho que su compañero mencionaba. El agua bajaba con suficiente fuerza, y el terreno ya de por sí accidentado no prometía facilitarles las cosas. El riesgo era alto, pero quedarse quietos también implicaba una amenaza: la tormenta podía atraer a depredadores en busca de refugio o incluso provocar deslizamientos de tierra. El grupo no estaba equipado para soportar mucho más.
—Entendido —respondió finalmente, cruzando los brazos mientras reflexionaba por unos instantes más—. Es un riesgo, pero no tenemos otra opción. Si nos quedamos aquí, estamos igual de expuestos. Vamos a movernos antes de que las cosas empeoren.
El capitán se giró hacia los investigadores, que ya comenzaban a mostrar signos de incomodidad por la lluvia. Un par de ellos intentaba cubrir sus mochilas con telas, mientras otros se quejaban por la inesperada tormenta. Levantó la voz para asegurarse de que todos lo escucharan.
—¡Recoged todo lo más rápido que podáis, vamos a movernos! —ordenó con autoridad—. Seguid a Dharkel, él os guiará por un paso más adelante. Aseguraos de no dejar nada atrás, y mantened los ojos abiertos.
Los académicos, aunque aún algo cansados, se pusieron en marcha de mala gana. La tormenta había caído como un jarro de agua fría, tanto literal como metafóricamente, y el grupo ya no mostraba ni la más mínima alegría que habían tenido al inicio de la expedición. Sin embargo, bajo la firme dirección del pirata, comenzaron a recoger sus cosas y a prepararse para seguir avanzando.
Mientras el resto del grupo terminaba de organizarse, se acercó a su compañero.
—Mantente al frente e intenta que no se dispersen —le dijo en voz baja, compartiendo una mirada de entendimiento—. Este camino va a ser complicado, y la lluvia no ayuda. Pero confío en tu criterio.
La lluvia continuaba golpeando con fuerza el suelo, convirtiendo el terreno en una trampa resbaladiza. El agua ya formaba pequeños riachuelos que corrían a través de la maleza, haciéndolo todo más difícil para avanzar. Pero el capitán sabía que la única forma de salir de esa situación era continuar. Mientras su compañero guiaba al grupo hacia el estrecho, él se mantendría en la retaguardia, asegurándose de que nadie se quedara atrás o cometiera alguna imprudencia.
—Con un poco de suerte, esta lluvia no durará mucho más —pensó en voz alta.
El grupo comenzó a moverse de nuevo, con Dharkel a la cabeza, cortando ramas y vigilando el camino, mientras el capitán seguía cerrando la fila, muy atento. El rugido de la caída del agua se escuchaba a lo lejos, una señal de que estaban cada vez más cerca del estrecho que su compañero había mencionado.
Escuchó el golpe seco de su compañero al saltar de la rama y levantar la voz por encima del sonido creciente del aguacero.
—¡Silver! —le llamó Dharkel mientras se acercaba rápidamente—. He encontrado un estrecho en dirección noreste, siguiendo el curso del río a unos pocos kilómetros de distancia —informó con rapidez, intentando que su voz fuera clara entre el aguacero—. Me pareció ver una caída junto al estrecho. El río termina abruptamente. Es peligroso, pero salvo que hayas encontrado otro camino, parece ser nuestra única opción.
El pirata escuchó en silencio, asintiendo mientras sus pensamientos se aceleraban. Sus ojos siguieron el curso del río, intentando visualizar el estrecho que su compañero mencionaba. El agua bajaba con suficiente fuerza, y el terreno ya de por sí accidentado no prometía facilitarles las cosas. El riesgo era alto, pero quedarse quietos también implicaba una amenaza: la tormenta podía atraer a depredadores en busca de refugio o incluso provocar deslizamientos de tierra. El grupo no estaba equipado para soportar mucho más.
—Entendido —respondió finalmente, cruzando los brazos mientras reflexionaba por unos instantes más—. Es un riesgo, pero no tenemos otra opción. Si nos quedamos aquí, estamos igual de expuestos. Vamos a movernos antes de que las cosas empeoren.
El capitán se giró hacia los investigadores, que ya comenzaban a mostrar signos de incomodidad por la lluvia. Un par de ellos intentaba cubrir sus mochilas con telas, mientras otros se quejaban por la inesperada tormenta. Levantó la voz para asegurarse de que todos lo escucharan.
—¡Recoged todo lo más rápido que podáis, vamos a movernos! —ordenó con autoridad—. Seguid a Dharkel, él os guiará por un paso más adelante. Aseguraos de no dejar nada atrás, y mantened los ojos abiertos.
Los académicos, aunque aún algo cansados, se pusieron en marcha de mala gana. La tormenta había caído como un jarro de agua fría, tanto literal como metafóricamente, y el grupo ya no mostraba ni la más mínima alegría que habían tenido al inicio de la expedición. Sin embargo, bajo la firme dirección del pirata, comenzaron a recoger sus cosas y a prepararse para seguir avanzando.
Mientras el resto del grupo terminaba de organizarse, se acercó a su compañero.
—Mantente al frente e intenta que no se dispersen —le dijo en voz baja, compartiendo una mirada de entendimiento—. Este camino va a ser complicado, y la lluvia no ayuda. Pero confío en tu criterio.
La lluvia continuaba golpeando con fuerza el suelo, convirtiendo el terreno en una trampa resbaladiza. El agua ya formaba pequeños riachuelos que corrían a través de la maleza, haciéndolo todo más difícil para avanzar. Pero el capitán sabía que la única forma de salir de esa situación era continuar. Mientras su compañero guiaba al grupo hacia el estrecho, él se mantendría en la retaguardia, asegurándose de que nadie se quedara atrás o cometiera alguna imprudencia.
—Con un poco de suerte, esta lluvia no durará mucho más —pensó en voz alta.
El grupo comenzó a moverse de nuevo, con Dharkel a la cabeza, cortando ramas y vigilando el camino, mientras el capitán seguía cerrando la fila, muy atento. El rugido de la caída del agua se escuchaba a lo lejos, una señal de que estaban cada vez más cerca del estrecho que su compañero había mencionado.