Masao Toduro
El niño de los lloros
19-09-2024, 11:53 PM
Tenía sentimientos encontrados con respecto a Atlas, por un lado, era alguien con el que sentía que podía confraternizar muy bien, su espíritu relajado, la calma con la que hacer las cosas, en general esa forma de vivir en el cual dejaban la vida pasar sin darle demasiadas vueltas a si lo que hacían resultaría algo memorable o no. Pero todo aquello chocaba con las creencias que se había visto obligado a autoimponerse, la disciplina, el esfuerzo, el trabajo duro hasta la extenuación, el intentar aprovechar el más mínimo resquicio.
Pero tal vez estuviera siendo demasiado duro con "su rubia", al igual que lo había sido consigo mismo no hacía tanto tiempo. Tal vez no todo el mundo debía tener historias elocuentes de como se habían convertido en marines, ni tener grandes dotes de mando, ni tan siquiera muchas granas de trabajar. Puede que al final del día para ser un héroe no se necesitara más que un hombre en el momento adecuado dispuesto a hacer su trabajo.
—Mi historia es tela complicaa— arranque a hablar —Yo vivía en mi barrio, con mis otros siete hermanos, era el mayor y mis viejos... bueno mis viejos no son lo mejorcito del mundo que digamos. Azin que me toco hacerme cargo a mi abuelo al prinsipio y luego a mi cuenta esta se fue con la gloria de dios— dije para acto seguido santiguarme y mirar al cielo —Fuera como fuera tenía trabajos pequeños con los que ir tirando, al final empecé a trapichear porque era dinerillo fácil y siempre faltaba en casa, y poco a poco me fui haciendo un mal nombre, mi pequeña banda y toa la pesca. No fue hasta que el contralmirante Colón me hizo aquella redada que me vi forzado a entrar a la marina y así por lo menos garantizar a mis chicos que van a tener una oportunidad mejor que la mía, mira aquí salimos toos— le dije mientras le mostraba una foto familiar, una de las últimas que había logrado hacerse con su abuela coincidiendo con el nacimiento del más pequeño de los ocho, su hermano Junior —Al final lo he acabado disfrutando el viaje y doy gracias a Dios de que mi destino se cruzara con el moreno—dijo refiriéndose a Colón.
Ciertamente, era un hombre nuevo, y aquellos meses aunque breves le habían cambiado la vida, y si bien la vida de marine no era fácil era mejor que la de un buscavidas cualquiera, además, era un sitio donde sus dotes de cocinar con poco para muchos estaban brillando mejor que nunca, y la cocina era de lejos la tarea mundana que más disfrutaba. En lo que pensaba el sol se iba escondiendo y las luces cada vez brillaban con más luz, tendrían que acelerar el paso si quería llegar a tiempo a su turno entre fogones.
—Escuche que eras artesano, ¿Lo aprendiste en tu tierra también?— preguntó instantes antes de entrar en la base.
Una vez allí Shawn hizo gala, y rápidamente me preguntó que donde lo había encontrado tras darle su reprimenda. Entre la cara de su compañero de juergas y la del teniente, me encuentraba atrapado entre la espada y la pared, pero por mucho que quisiera ayudar a su compañero y cubrirle, mentir era un pecado que no podía permitirse.
—Pos la verdad es que primero baje por esta calle, que la verdad es que no se como se llama y entre en ese primer bar, como no estaba, fui a esa esquina y pregunte a una señora asi mu mnoa que llevaba un vestido rosa y que era muy mona, el caso es que le enseñe una foto del rubio y no le sonaba porque era de fuera, luego tire un par de bares más abajo y...—arranque a darle la versión completa de lo ocurrido.
—¡Basta!, tú ve a los fogones que empieza tu turno. Y tú ya me dirás donde se escondía, ahora tengo un lío de tres pares de pelotas— gruño antes de irse farfullando alguna clase de amenaza al rubio.
Esta vez se había librado por la campana, por lo que agradeciendo al de arriba sonrió al rubio, después de todo, una vez acabara con lo suyo en la cocina acudiría al campo, asumiendo el mismo castigo que el rubio, tal vez no el mismo porque estaba doblado de tanto baile, pero eso le pasaba por pecar, después de todo le tocaría confesarse a la mañana siguiente.
Pero tal vez estuviera siendo demasiado duro con "su rubia", al igual que lo había sido consigo mismo no hacía tanto tiempo. Tal vez no todo el mundo debía tener historias elocuentes de como se habían convertido en marines, ni tener grandes dotes de mando, ni tan siquiera muchas granas de trabajar. Puede que al final del día para ser un héroe no se necesitara más que un hombre en el momento adecuado dispuesto a hacer su trabajo.
—Mi historia es tela complicaa— arranque a hablar —Yo vivía en mi barrio, con mis otros siete hermanos, era el mayor y mis viejos... bueno mis viejos no son lo mejorcito del mundo que digamos. Azin que me toco hacerme cargo a mi abuelo al prinsipio y luego a mi cuenta esta se fue con la gloria de dios— dije para acto seguido santiguarme y mirar al cielo —Fuera como fuera tenía trabajos pequeños con los que ir tirando, al final empecé a trapichear porque era dinerillo fácil y siempre faltaba en casa, y poco a poco me fui haciendo un mal nombre, mi pequeña banda y toa la pesca. No fue hasta que el contralmirante Colón me hizo aquella redada que me vi forzado a entrar a la marina y así por lo menos garantizar a mis chicos que van a tener una oportunidad mejor que la mía, mira aquí salimos toos— le dije mientras le mostraba una foto familiar, una de las últimas que había logrado hacerse con su abuela coincidiendo con el nacimiento del más pequeño de los ocho, su hermano Junior —Al final lo he acabado disfrutando el viaje y doy gracias a Dios de que mi destino se cruzara con el moreno—dijo refiriéndose a Colón.
Ciertamente, era un hombre nuevo, y aquellos meses aunque breves le habían cambiado la vida, y si bien la vida de marine no era fácil era mejor que la de un buscavidas cualquiera, además, era un sitio donde sus dotes de cocinar con poco para muchos estaban brillando mejor que nunca, y la cocina era de lejos la tarea mundana que más disfrutaba. En lo que pensaba el sol se iba escondiendo y las luces cada vez brillaban con más luz, tendrían que acelerar el paso si quería llegar a tiempo a su turno entre fogones.
—Escuche que eras artesano, ¿Lo aprendiste en tu tierra también?— preguntó instantes antes de entrar en la base.
Una vez allí Shawn hizo gala, y rápidamente me preguntó que donde lo había encontrado tras darle su reprimenda. Entre la cara de su compañero de juergas y la del teniente, me encuentraba atrapado entre la espada y la pared, pero por mucho que quisiera ayudar a su compañero y cubrirle, mentir era un pecado que no podía permitirse.
—Pos la verdad es que primero baje por esta calle, que la verdad es que no se como se llama y entre en ese primer bar, como no estaba, fui a esa esquina y pregunte a una señora asi mu mnoa que llevaba un vestido rosa y que era muy mona, el caso es que le enseñe una foto del rubio y no le sonaba porque era de fuera, luego tire un par de bares más abajo y...—arranque a darle la versión completa de lo ocurrido.
—¡Basta!, tú ve a los fogones que empieza tu turno. Y tú ya me dirás donde se escondía, ahora tengo un lío de tres pares de pelotas— gruño antes de irse farfullando alguna clase de amenaza al rubio.
Esta vez se había librado por la campana, por lo que agradeciendo al de arriba sonrió al rubio, después de todo, una vez acabara con lo suyo en la cocina acudiría al campo, asumiendo el mismo castigo que el rubio, tal vez no el mismo porque estaba doblado de tanto baile, pero eso le pasaba por pecar, después de todo le tocaría confesarse a la mañana siguiente.