Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
20-09-2024, 12:54 AM
(Última modificación: 20-09-2024, 12:55 AM por Suzuka D. Hanami.)
La noche cubría con su manto el océano, dejando una estela de diamantes brillantes en el firmamento que serían la codicia de cualquier ladrón. El silencio de la noche solo era, en primera instancia, roto por el quebrar de las olas que morían en la orilla y por el sonido de una mecedora balanceándose sobre los tablones de madera añeja de una habitación. Sentada, una anciana observaba la luna llena a través de un ventanal abierto que dejaba pasar una suave brisa que hacía danzar delicadamente las cortinas de seda.
- Alfonso, querido, ven - Diría la mujer, con una voz pesada y grave. No alzó la voz ni mostró ningún interés en hacer el más mínimo esfuerzo; ya sería complicado que alguien con una audición pobre en la misma sala la hubiera escuchado. Sin embargo, en cuestión de un minuto, un pequeño ser cuya figura apenas se dejaba ver en las sombras de la habitación, de poco más de un metro de estatura, preguntó - ¿Qué desea, My Lady? - Su voz era gentil y suave, claramente la de un hombre, pero con un timbre algo agudo.
La mecedora se detuvo en seco con un último crujir de las maderas - El momento ha llegado, Alfonso, y hay un buen candidato en camino - Dijo la mujer, que parecía estar trasteando con sus manos algún artefacto que descansaba en su regazo - Sí, en breve llegará a la villa. Quiero que le invites a pasar la noche antes de que se adentre en el pueblo.
El sirviente se inclinó y, con toda la cortesía, le respondió - Enseguida, My Lady - No alzaría la voz; no quería importunar la serenidad y tranquilidad que rodeaban a su señora. El sirviente se retiró en silencio, dejando la habitación tal cual estaba. A los pocos segundos, la mecedora volvió a balancearse suavemente hacia delante y hacia atrás, mientras la mujer volvía a mirar hacia la luna llena con suma atención.
- Sí, definitivamente ese muchacho me gusta - Dijo la mujer, mostrando una sonrisa que revelaba algunos escasos dientes brillando con la luz de la luna.
- Alfonso, querido, ven - Diría la mujer, con una voz pesada y grave. No alzó la voz ni mostró ningún interés en hacer el más mínimo esfuerzo; ya sería complicado que alguien con una audición pobre en la misma sala la hubiera escuchado. Sin embargo, en cuestión de un minuto, un pequeño ser cuya figura apenas se dejaba ver en las sombras de la habitación, de poco más de un metro de estatura, preguntó - ¿Qué desea, My Lady? - Su voz era gentil y suave, claramente la de un hombre, pero con un timbre algo agudo.
La mecedora se detuvo en seco con un último crujir de las maderas - El momento ha llegado, Alfonso, y hay un buen candidato en camino - Dijo la mujer, que parecía estar trasteando con sus manos algún artefacto que descansaba en su regazo - Sí, en breve llegará a la villa. Quiero que le invites a pasar la noche antes de que se adentre en el pueblo.
El sirviente se inclinó y, con toda la cortesía, le respondió - Enseguida, My Lady - No alzaría la voz; no quería importunar la serenidad y tranquilidad que rodeaban a su señora. El sirviente se retiró en silencio, dejando la habitación tal cual estaba. A los pocos segundos, la mecedora volvió a balancearse suavemente hacia delante y hacia atrás, mientras la mujer volvía a mirar hacia la luna llena con suma atención.
- Sí, definitivamente ese muchacho me gusta - Dijo la mujer, mostrando una sonrisa que revelaba algunos escasos dientes brillando con la luz de la luna.