Airgid Vanaidiam
Metalhead
20-09-2024, 12:27 PM
Explosiones, fuego, metal volando por todos lados... y en medio de todo aquel caos, Airgid con sus dos escopetas, justo después de disparar, en una postura digna de película. Al ver que su rival caía al suelo derrotado, inconsciente o quizás incluso muerto, soltó un gran suspiro. Al fin podía respirar en paz, más o menos. Acababa de quitarse un enorme peso de encima, por un segundo lo había visto todo negro, con todas aquellas heridas que tanto él como la explosión le habían ocasionado. Pero estaba viva, un día más. Y nadie pareció haberle hecho mucho caso al hecho de que la rubia se zampara la fruta como si fuera un caramelo, muchos de los presentes estaban heridos, centrados en escapar o muertos en el peor de los casos. Ni si quiera ella, centrada en toda la acción del momento, había tenido tiempo para intentar averiguar cuales eran los nuevos poderes que debía haber obtenido. ¿Qué tipo de habilidad había ganado? Se sentía... distinta, pero aún no tenía ni idea de como controlar nada, de como "activar". La verdad es que ni sabía cómo funcionaban las frutas del todo, solo que molaban de la hostia.
A pesar del cansancio de su cuerpo, al pensar en que finalmente había conseguido su objetivo, dio un salto con los brazos extendidos en el aire. — ¡SÍ, COÑO! — Celebró para sí misma, sintiéndose toda una puta campeona. — ¡Espera, te ayudo! — El pobre Curtis seguía ahí, bastante malherido y tirado prácticamente sobre la mesa. Las cadenas de metal que le ataban a la estructura se habían soltado y aunque le costaba, podía ponerse en pie. Era un tio grande y ella estaba herida, pero la adrenalina del momento le hizo olvidarse del dolor y se pasó el brazo de Curtis alrededor de su cuello, ayudándole a caminar. Una coja ayudando a otro a andar, si es que estamos apañaos. Antes de salir recogió su mochilita y guardó una de las escopetas en su interior, quedándose con la otra por si acaso ocurría lo que fuera.
Más explosiones, más bombazos que impactaban contra el barco, cada vez más inclinado hacia el costado izquierdo e imposibilitando aún más el poder caminar por la cubierta con normalidad. — ¡Vamos, vamos, ya casi estamos! — Animó a su nuevo colegui, y observó a su alrededor cómo muchos de los fieles al Dios de la Forja se lanzaban al mar, con sus familias y todo, buscando la salvación en el agua. Otros simplemente se abrazaban al metal y le rezaban a su Dios poder sobrevivir un día más. Era increíble lo que la gente hacía por la fe.
Continuaron avanzando hasta llegar finalmente a la pasarela metálica por la que entró. Se tambaleaba que daba gusto, pero de momento parecía ser estable... de momento. Al otro lado fue capaz de ver a la mujer herida del claro, en un estado un poco mejor y acompañada de un grupete que vestía igual que ella. Todos haciéndole gestos a los dos para que cruzaran el puente. Pero antes de hacerlo... Airgid se giró hacia los hombres, mujeres y niños que aún quedaban en cubierta, observando también de cara los barcos de la marina. Alzó los brazos en el aire y gritó. — ¡Latton ha caído! ¡Los Clanes del Hierro han caído! ¡Dios no existe! ¡Vivid por vosotros mismos, por vuestras familia! ¡¡Sois libres!! — Mientras gritaba, dando aquel pequeño discurso, algunos pequeños objetos metálicos que se encontraban a su alrededor levitaron suavemente en el aire, y de repente, se le pegaron al cuerpo, como si ella misma fuera un imán. — ¿Qué? — Ni ella entendía lo que acababa de pasar, pero los gritos de los revolucionarios la trayeron de nuevo a la realidad, debía darse prisa o todo el barco se iría a la mierda, ella incluída, y ahora era una usuaria de fruta... si caía al mar estaba perdida.
Así que se dejó de más discursitos y cruzó la plataforma con Curtis, haciéndole pasar a él primero por si acaso. El reencuentro fue toda una celebración. Abrazos, aplausos, palmaditas en la espalda los unos a los otros. Airgid se derrumbó en los brazos de Thalia. — Médica... ayuda... — Le susurró con una sonrisa. La verdad es que estaban hechos mierda, pero pletóricos a la vez. Y con la tontería, Airgid acababa de hacer nuevos amigos. ¿Qué le depararía aquella amistad? Hoy todo parecía girar en torno a la revolución. Quizás no era una idea tan alocada.
A pesar del cansancio de su cuerpo, al pensar en que finalmente había conseguido su objetivo, dio un salto con los brazos extendidos en el aire. — ¡SÍ, COÑO! — Celebró para sí misma, sintiéndose toda una puta campeona. — ¡Espera, te ayudo! — El pobre Curtis seguía ahí, bastante malherido y tirado prácticamente sobre la mesa. Las cadenas de metal que le ataban a la estructura se habían soltado y aunque le costaba, podía ponerse en pie. Era un tio grande y ella estaba herida, pero la adrenalina del momento le hizo olvidarse del dolor y se pasó el brazo de Curtis alrededor de su cuello, ayudándole a caminar. Una coja ayudando a otro a andar, si es que estamos apañaos. Antes de salir recogió su mochilita y guardó una de las escopetas en su interior, quedándose con la otra por si acaso ocurría lo que fuera.
Más explosiones, más bombazos que impactaban contra el barco, cada vez más inclinado hacia el costado izquierdo e imposibilitando aún más el poder caminar por la cubierta con normalidad. — ¡Vamos, vamos, ya casi estamos! — Animó a su nuevo colegui, y observó a su alrededor cómo muchos de los fieles al Dios de la Forja se lanzaban al mar, con sus familias y todo, buscando la salvación en el agua. Otros simplemente se abrazaban al metal y le rezaban a su Dios poder sobrevivir un día más. Era increíble lo que la gente hacía por la fe.
Continuaron avanzando hasta llegar finalmente a la pasarela metálica por la que entró. Se tambaleaba que daba gusto, pero de momento parecía ser estable... de momento. Al otro lado fue capaz de ver a la mujer herida del claro, en un estado un poco mejor y acompañada de un grupete que vestía igual que ella. Todos haciéndole gestos a los dos para que cruzaran el puente. Pero antes de hacerlo... Airgid se giró hacia los hombres, mujeres y niños que aún quedaban en cubierta, observando también de cara los barcos de la marina. Alzó los brazos en el aire y gritó. — ¡Latton ha caído! ¡Los Clanes del Hierro han caído! ¡Dios no existe! ¡Vivid por vosotros mismos, por vuestras familia! ¡¡Sois libres!! — Mientras gritaba, dando aquel pequeño discurso, algunos pequeños objetos metálicos que se encontraban a su alrededor levitaron suavemente en el aire, y de repente, se le pegaron al cuerpo, como si ella misma fuera un imán. — ¿Qué? — Ni ella entendía lo que acababa de pasar, pero los gritos de los revolucionarios la trayeron de nuevo a la realidad, debía darse prisa o todo el barco se iría a la mierda, ella incluída, y ahora era una usuaria de fruta... si caía al mar estaba perdida.
Así que se dejó de más discursitos y cruzó la plataforma con Curtis, haciéndole pasar a él primero por si acaso. El reencuentro fue toda una celebración. Abrazos, aplausos, palmaditas en la espalda los unos a los otros. Airgid se derrumbó en los brazos de Thalia. — Médica... ayuda... — Le susurró con una sonrisa. La verdad es que estaban hechos mierda, pero pletóricos a la vez. Y con la tontería, Airgid acababa de hacer nuevos amigos. ¿Qué le depararía aquella amistad? Hoy todo parecía girar en torno a la revolución. Quizás no era una idea tan alocada.