Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
20-09-2024, 04:58 PM
No faltaba mucho para la medianoche, pero las calles de la villa estaban desérticas, como era habitual en una localidad donde los principales trabajos eran la pesca y la agricultura. Carecía de lugares de ocio nocturno, salvo que, en alguna festividad, el bar cerrara más tarde ese día; sin embargo, hoy no era un día especial. Aún así, un alma vagaba por aquellas desoladas calles: Percival, que había llegado allí impulsado por unas promesas escritas en papel, a modo de pistas sobre cómo localizar una supuesta fruta del diablo. Sin embargo, una vez alcanzada la villa, las pistas eran más bien nulas.
En lo que era una serena y despejada noche de luna llena, comenzaron a formarse pequeños bancos de niebla en la villa. Eran pequeños y dispersos, casi pareciendo que unas nubecillas se habían asentado entre las estructuras del lugar, deslizándose por las calles de forma misteriosa y cautivadora. En algunos casos, cubrían callejones enteros, impidiendo su visión, mientras que, en otros, se esparcían como una tenue capa por el suelo, haciendo que cualquier paso dispersara una parte de la bruma y la arrastrara consigo en un halo de misterio.
Sin embargo, la noche seguía siendo clara y despejada en el cielo. A medida que Percival divagaba sin un rumbo claro ni un objetivo por las calles de Fosha, el ambiente se iba envolviendo en un aura de misterio que parecía invitar al hombre a tomar unos caminos y no otros. Hasta que, finalmente, una figura blanca se reveló en medio de una calle al descender la niebla. Era la figura de un animal; no había duda de ello, pero se sostenía erguido sobre dos patas, mostrando ligeras modificaciones en su anatomía que le conferían un aspecto más humano, aunque solo ligeramente. Cualquiera con un mínimo de cultura general, al ver a un ser así, pensaría rápidamente que se trataba de un mink, más aún si, como en este caso, dicho ser iba vestido. En efecto, iba bastante elegante, aunque cualquiera de buena cuna sabría que sus ropas eran más propias de un mayordomo.
- Es un placer conocerle, Percival Höllenstern - Dijo el conejo, inclinándose y llevando su mano diestra hacia el pecho en un saludo al Höllenstern - Mi señora está deseosa de conocerle y le invita a su humilde morada - Se reincorporó de nuevo, sacando con su mano izquierda un reloj de uno de sus bolsillos - Si me permite, yo seré su humilde guía - Al pulsar un botón, la tapa del reloj de bolsillo se desplegó, revelando las agujas del mismo - El tiempo apremia me temo.
En lo que era una serena y despejada noche de luna llena, comenzaron a formarse pequeños bancos de niebla en la villa. Eran pequeños y dispersos, casi pareciendo que unas nubecillas se habían asentado entre las estructuras del lugar, deslizándose por las calles de forma misteriosa y cautivadora. En algunos casos, cubrían callejones enteros, impidiendo su visión, mientras que, en otros, se esparcían como una tenue capa por el suelo, haciendo que cualquier paso dispersara una parte de la bruma y la arrastrara consigo en un halo de misterio.
Sin embargo, la noche seguía siendo clara y despejada en el cielo. A medida que Percival divagaba sin un rumbo claro ni un objetivo por las calles de Fosha, el ambiente se iba envolviendo en un aura de misterio que parecía invitar al hombre a tomar unos caminos y no otros. Hasta que, finalmente, una figura blanca se reveló en medio de una calle al descender la niebla. Era la figura de un animal; no había duda de ello, pero se sostenía erguido sobre dos patas, mostrando ligeras modificaciones en su anatomía que le conferían un aspecto más humano, aunque solo ligeramente. Cualquiera con un mínimo de cultura general, al ver a un ser así, pensaría rápidamente que se trataba de un mink, más aún si, como en este caso, dicho ser iba vestido. En efecto, iba bastante elegante, aunque cualquiera de buena cuna sabría que sus ropas eran más propias de un mayordomo.
- Es un placer conocerle, Percival Höllenstern - Dijo el conejo, inclinándose y llevando su mano diestra hacia el pecho en un saludo al Höllenstern - Mi señora está deseosa de conocerle y le invita a su humilde morada - Se reincorporó de nuevo, sacando con su mano izquierda un reloj de uno de sus bolsillos - Si me permite, yo seré su humilde guía - Al pulsar un botón, la tapa del reloj de bolsillo se desplegó, revelando las agujas del mismo - El tiempo apremia me temo.