Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Aventura] [Tier 4] Percival en la Villa de las Maravillas (Petición de Akuma)
Percival Höllenstern
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Divagando aún en un mar de ideas, banalizando el contacto de mis pisadas sobre el suelo que se postraba ante ellas, mi mente disoció durante unos instantes acerca de mi pasado. Rememorando latigazos, marcas, insultos y vejaciones que los Dragones Celestiales repartían a diestra y siniestra, mi cuerpo se tensó por instinto. Cada recuerdo se entretejía en mi piel como una cicatriz aún latente, como si el tiempo no hubiera logrado borrar del todo el peso de aquellas cadenas. No era solo el dolor físico lo que me invadía; era la humillación, la impotencia de no ser más que un objeto a sus ojos, una propiedad que, a sus caprichos, podría ser destruida o exhibida sin remordimientos. Me sorprendí apretando los puños, crujiéndome incluso más de la costumbre, como si el resentimiento hacia esos tiempos oscuros fluyera por mis venas aún.

Pero… ¿Qué poseía realmente? Aparte de una libertad comprada a través de la sangre, la traición y el oportunismo, ¿qué quedaba de mí que no hubiera sido moldeado por ese sufrimiento? ¿Podía llamarme libre cuando, en el fondo, cada paso que daba era una huella de esa prisión invisible que arrastraba conmigo? El eco de esos días malditos aún resonaba en mi interior, como una melodía fúnebre que nunca había logrado silenciar del todo. La sangre vertida, las vidas robadas, todo seguía ahí, una sombra que se estiraba sobre cada decisión, cada movimiento. Era difícil discernir si aquello que había perdido en ese tiempo, más que mi humanidad, era mi capacidad de sentir algo diferente al odio.

Mientras los pensamientos danzaban alrededor de mi mente, como las luciérnagas lo hacen ante el anochecer, di cuenta de un enorme espesor que se arremolinaba en torno al lugar, una niebla sin parangón que la realidad tras mis pesquisas no me hubo dejado contemplar con anterioridad. Parecía que el aire mismo conspiraba para ocultar lo que se cernía a mi alrededor, un manto espeso que deformaba las sombras y diluía el horizonte. La neblina serpenteaba a mis pies como un velo ancestral, envolviéndome en un ambiente que palpitaba con una presencia desconocida, casi sofocante.

De manera totalmente innata y motivada por el influjo de la dura rutina de Grey Terminal, me puse alerta y eché mano del interior de mi chaqueta, acariciando con los dedos de mi mano suavemente a mis dagas, esas compañeras inmutables de mis noches de caza y desesperación. El peso metálico de las armas era reconfortante, un recordatorio de que en este mundo solo sobrevivían aquellos que estaban dispuestos a luchar por su lugar.

Con cierta cautela, atisbé una figura que no parecía a nada que hubiera visto con anterioridad. Las formas eran irregulares, difusas, y al cabo de unos segundos, dicha figura se reveló ante la proximidad: un conejo antropomórfico. Era un mink, pero no uno cualquiera, pues este tenía especialmente reforzada su herencia animal. Sus ojos brillaban con una inteligencia insólita, y cada uno de sus movimientos era tan preciso y calculado como el de un depredador experimentado, pero su porte tenía una serenidad inquietante.

Sin embargo, con un ademán extremadamente elegante tanto en su tono como en sus movimientos, se presentó como un guía. Este iba parcamente vestido, pero la factura de sus ropajes era extremadamente cuidada, casi como si su sobriedad estuviera diseñada para subrayar un tipo de poder que no necesitaba adornos. Cada hilo de su vestimenta parecía hilvanado con una historia.

Tras ello, en un tono rápido, habló acerca de la espera de su señora, y no pude evitar un leve escalofrío recorriéndome por la espalda. La mención de esa figura desconocida me heló, como si sus palabras llevaran consigo un peso del que yo aún no era consciente. ¿Alguien me había seguido? ¿Cómo sabían de mí? Tal vez se tratase de algún broker de los Bajos Fondos, como Lady Constanza, una mujer conocida por manipular los destinos de aquellos que caían en sus redes con la maestría de un titiritero. O quizá era alguien con recursos aún más vastos, lo suficiente como para haber rastreado cada uno de mis movimientos en la sombra, esperando el momento propicio para presentarse.

Aun con todo, el mink no mostró signos de hostilidad. Su presencia, aunque enigmática, no irradiaba la agresividad que normalmente precede a los enfrentamientos. Con una rápida valoración de peligro, decidí acceder y bajé la guardia de mis armas, retornando a una posición original. Aún no estaba seguro de sus intenciones, pero la cautela seguía siendo mi mejor aliada.

¿Quién es tu señora? ¿Quién nos espera?— fue casi lo único que logré articular mientras el mamífero echaba mano de su reloj de bolsillo, de engaste y cuidados perfectos. Cada movimiento suyo destilaba una urgencia que no parecía personal, sino más bien el reflejo de algo que estaba en marcha desde hacía mucho tiempo. Me lo mostró, señalando con cierta impaciencia, como si el tiempo mismo nos estuviera apremiando a seguir adelante sin demora.

Decidí seguirle, aun con la piel erizada por la sensación de peligro que pendía en el ambiente como una guadaña invisible. El camino por delante era incierto, pero la vida siempre había sido un juego de azar, un tira y afloja en el que pocas veces se tiene el control total. No sin cierta mala sensación, punzándome con un constante hormigueo en el cuello, emprendí la marcha.
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RE: [Tier 4] Percival en la Villa de las Maravillas (Petición de Akuma) - por Percival Höllenstern - 20-09-2024, 05:47 PM

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