Sowon
Luna Sangrienta
20-09-2024, 09:19 PM
Sonrió ante la pregunta, una sonrisa salvaje casi irrisoria, la verdad que la interrogante le resultaba algo curiosa a su manera. Desde siempre había creído comprender lo que deseaba su arma, era una herramienta que había estado desde hace mucho en sus manos, sin embargo no tenía ningún nombre definido para la misma. Comenzó a pensar para sí misma la respuesta a las tres interrogantes, que tenía una conexión fuerte con el arma era indudable, llegaba a sentirse desnuda sin su espadón cerca y también le dedicaba bastante cuidado para mantenerlo afilado, brillante y disfrutaba bañarlo con sangre para sentir que estaba viva en un extraño ritual de su raza. Desenvainó el acero para verlo brillar a la luz de la luna, las suaves gotas del verano se formaban al chocar el viento cálido de la isla en contra del frío bloque de metal, clavó la punta en el suelo para que Alpha pudiera presenciar las gotas recorrer el acero en una empinada pendiente hasta tocar la tierra.
—No necesito saber lo que quiere, porque una espada es una herramienta, un trozo de acero que absorbe las emociones de su propietario y aprende de este. Simplemente lo sé, puedo notarlo en su hoja cuando retiene la sangre de sus presas, cuando resplandece ante la luz de las estrellas y cuando se levanta encarnizadamente ante mis oponentes. ¿Nombre? Nunca lo he pensado, una herramienta no necesita un nombre, pero si me preguntas el día en que esta cosa mate a un rey marino se ganará el apodo de Matareyes...—
Comentó riendo ante lo último, era un nombre que en su familia le daban a cualquier arma que fuese capaz de rivalizar contra una de esas bestias y no romperse, un sueño que tuvo desde niña el bautizar a un arma con aquel título honorario. Una espada capaz de destrozar a las peligrosas serpientes, lagartos y ballenas que aguardaban en los mares dispuestas a consumir a los incautos. Ella deseaba convertirse en quien acabase con los reyes, en poder colocar su pie sobre su fría cabeza y coronarse como una. Pero no lo consideraba un sueño, si no, un simple anhelo de su espada y que sentía muy posible al corto plazo. Los reyes marinos no tenían un nivel fijo, podía encontrarse a alguno incluso cerca de la costa y eliminarlo bautizando a su arma. ¿Qué era un sueño luego de ser cumplido? ¿Acaso terminaría su aventura sin haberla iniciado? Negaba en convertir algo tan simple como una conquista en su lema de vida.
—¿Robar? Si matamos a los piratas no estaríamos robando, simplemente tomando lo que alguna vez perteneció a alguien más y siempre podríamos devolverlo a su dueño si es que no está muerto cuando ya no necesitemos ese trozo de madera flotante. Si podemos hacer un bien al mundo cuenta conmigo para asaltar esa embarcación, aunque no te ayudaré a limpiar, mejor no matarlos dentro o al menos no con mi arma.—
Envainó nuevamente el acero antes de cruzarse de brazos, matar no le era problema siempre que le pagasen por hacerlo, el pago en aquel caso era un barco que pudiera llevarle lejos cuando se aburriese de la rutina. La moral era algo que nunca le había detenido, mataba por trabajo sin importarle más que el pago, si era malo, bueno o si le hacía un bien al mundo era un motivo colateral. Después de todo, esa era la vida de una mercenaria, el hecho de ver todo en cuestión de números y objetivos. Algo en sus palabras logró captar su atención, volver al Grand Line, a Onigashima era algo que no le resultaba tan malo.
—Ir a un mar donde solo abunda la muerte, la desgracia y que consume con sus fauces a los incautos que creen ser fuertes, suena a un lugar para morir. Aunque, si entrenamos lo suficiente y no te come algún pescado podremos disfrutar un buen sake en mi ciudad natal.—
Comenzó a reír tras sus palabras, no pensaba mucho en su familia o en sus tierras, era algo de lo que se había desprendido para forjar su propio nombre en lugares tan lejanos donde nadie reconocía su apellido. Le encantaba pensar en que regresaría con varios trofeos, con varias cabezas para ofrecer en respeto a sus antepasados, el solo hecho de pensar en volver enmarcaba su hermoso rostro en una tétrica sonrisa carente de otro sentimiento más que el deseo de guerra latente.
—No necesito saber lo que quiere, porque una espada es una herramienta, un trozo de acero que absorbe las emociones de su propietario y aprende de este. Simplemente lo sé, puedo notarlo en su hoja cuando retiene la sangre de sus presas, cuando resplandece ante la luz de las estrellas y cuando se levanta encarnizadamente ante mis oponentes. ¿Nombre? Nunca lo he pensado, una herramienta no necesita un nombre, pero si me preguntas el día en que esta cosa mate a un rey marino se ganará el apodo de Matareyes...—
Comentó riendo ante lo último, era un nombre que en su familia le daban a cualquier arma que fuese capaz de rivalizar contra una de esas bestias y no romperse, un sueño que tuvo desde niña el bautizar a un arma con aquel título honorario. Una espada capaz de destrozar a las peligrosas serpientes, lagartos y ballenas que aguardaban en los mares dispuestas a consumir a los incautos. Ella deseaba convertirse en quien acabase con los reyes, en poder colocar su pie sobre su fría cabeza y coronarse como una. Pero no lo consideraba un sueño, si no, un simple anhelo de su espada y que sentía muy posible al corto plazo. Los reyes marinos no tenían un nivel fijo, podía encontrarse a alguno incluso cerca de la costa y eliminarlo bautizando a su arma. ¿Qué era un sueño luego de ser cumplido? ¿Acaso terminaría su aventura sin haberla iniciado? Negaba en convertir algo tan simple como una conquista en su lema de vida.
—¿Robar? Si matamos a los piratas no estaríamos robando, simplemente tomando lo que alguna vez perteneció a alguien más y siempre podríamos devolverlo a su dueño si es que no está muerto cuando ya no necesitemos ese trozo de madera flotante. Si podemos hacer un bien al mundo cuenta conmigo para asaltar esa embarcación, aunque no te ayudaré a limpiar, mejor no matarlos dentro o al menos no con mi arma.—
Envainó nuevamente el acero antes de cruzarse de brazos, matar no le era problema siempre que le pagasen por hacerlo, el pago en aquel caso era un barco que pudiera llevarle lejos cuando se aburriese de la rutina. La moral era algo que nunca le había detenido, mataba por trabajo sin importarle más que el pago, si era malo, bueno o si le hacía un bien al mundo era un motivo colateral. Después de todo, esa era la vida de una mercenaria, el hecho de ver todo en cuestión de números y objetivos. Algo en sus palabras logró captar su atención, volver al Grand Line, a Onigashima era algo que no le resultaba tan malo.
—Ir a un mar donde solo abunda la muerte, la desgracia y que consume con sus fauces a los incautos que creen ser fuertes, suena a un lugar para morir. Aunque, si entrenamos lo suficiente y no te come algún pescado podremos disfrutar un buen sake en mi ciudad natal.—
Comenzó a reír tras sus palabras, no pensaba mucho en su familia o en sus tierras, era algo de lo que se había desprendido para forjar su propio nombre en lugares tan lejanos donde nadie reconocía su apellido. Le encantaba pensar en que regresaría con varios trofeos, con varias cabezas para ofrecer en respeto a sus antepasados, el solo hecho de pensar en volver enmarcaba su hermoso rostro en una tétrica sonrisa carente de otro sentimiento más que el deseo de guerra latente.