Silver D. Syxel
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20-09-2024, 10:05 PM
(Última modificación: 20-09-2024, 10:16 PM por Silver D. Syxel.)
La noche en Oykot se había vuelto inquietante. Desde los tejados, Silver continuaba observando los movimientos de los encapuchados y sus escoltas. La sincronización casi perfecta entre ellos era una danza de sombras que se fundía con el entorno. La ciudad parecía absorber el sonido de los pasos de los soldados, lo que solo incrementaba la tensión. Cada movimiento de aquellos enmascarados parecía una advertencia de que debían proceder con cautela.
A medida que desaparecían uno tras otro en la entrada del edificio, una sensación de urgencia comenzaba a instalarse en el pirata. No podían quedarse fuera mucho más tiempo; si querían desentrañar lo que ocurría, debían hallar la manera de infiltrarse. Sin embargo, irrumpir con fuerza bruta no era una opción en esa ocasión. La clave era la discreción, y eso implicaba mezclarse entre los encapuchados.
Cuando la impaciencia amenazaba con apoderarse de él, la oportunidad finalmente apareció. Unos pasos más atrás, moviéndose con una prisa algo torpe, un pequeño grupo de encapuchados avanzaba rezagado, probablemente demasiado confiados en la protección de sus compañeros. El espadachín sonrió para sí mismo, sabiendo que el destino les brindaba justo lo que necesitaban. Ahí estaban las máscaras y túnicas que serían su pase a la subasta.
Agazapado en el tejado, sus ojos brillaron con una mezcla de determinación y astucia. Con un gesto ágil y preciso, señaló a los rezagados, atrayendo la atención de Balagus sin necesidad de emitir palabra alguna. Las miradas entre ambos bastaron para que supieran qué debían hacer. Era la señal para actuar.
El capitán descendió con una agilidad felina, deslizándose por el borde del edificio hasta aterrizar silenciosamente en el suelo, escondido entre las sombras. Su corazón palpitaba con fuerza, pero la adrenalina lo mantenía enfocado. Mientras avanzaba hacia el grupo, cada fibra de su cuerpo se preparaba para el ataque. No sería su estilo habitual, pero el sigilo era más importante que la espectacularidad en esta ocasión.
A medida que se acercaba a los encapuchados, medía cada paso con extrema cautela. Un solo error pondría en peligro la oportunidad de un ataque sorpresa, pero confiaba en su compañero. La fuerza bruta del gigante y su instinto letal hacían de ellos una combinación imparable, especialmente cuando atacaban juntos.
Silver ajustó su agarre en la empuñadura de su sable, sintiendo cómo se convertía en una extensión de su propio cuerpo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de su objetivo, su mirada se cruzó brevemente con la de Balagus una vez más. Con un suave respiro y una sonrisa apenas perceptible, se lanzó sobre el rezagado más cercano. En un movimiento fluido y certero, desenfundó el sable y lo dirigió directamente al cuello del guardia, buscando acabarlo en un solo golpe. Buscaba un corte limpio y fatal, ejecutado con la velocidad y precisión que solo años de experiencia podían otorgarle.
A medida que desaparecían uno tras otro en la entrada del edificio, una sensación de urgencia comenzaba a instalarse en el pirata. No podían quedarse fuera mucho más tiempo; si querían desentrañar lo que ocurría, debían hallar la manera de infiltrarse. Sin embargo, irrumpir con fuerza bruta no era una opción en esa ocasión. La clave era la discreción, y eso implicaba mezclarse entre los encapuchados.
Cuando la impaciencia amenazaba con apoderarse de él, la oportunidad finalmente apareció. Unos pasos más atrás, moviéndose con una prisa algo torpe, un pequeño grupo de encapuchados avanzaba rezagado, probablemente demasiado confiados en la protección de sus compañeros. El espadachín sonrió para sí mismo, sabiendo que el destino les brindaba justo lo que necesitaban. Ahí estaban las máscaras y túnicas que serían su pase a la subasta.
Agazapado en el tejado, sus ojos brillaron con una mezcla de determinación y astucia. Con un gesto ágil y preciso, señaló a los rezagados, atrayendo la atención de Balagus sin necesidad de emitir palabra alguna. Las miradas entre ambos bastaron para que supieran qué debían hacer. Era la señal para actuar.
El capitán descendió con una agilidad felina, deslizándose por el borde del edificio hasta aterrizar silenciosamente en el suelo, escondido entre las sombras. Su corazón palpitaba con fuerza, pero la adrenalina lo mantenía enfocado. Mientras avanzaba hacia el grupo, cada fibra de su cuerpo se preparaba para el ataque. No sería su estilo habitual, pero el sigilo era más importante que la espectacularidad en esta ocasión.
A medida que se acercaba a los encapuchados, medía cada paso con extrema cautela. Un solo error pondría en peligro la oportunidad de un ataque sorpresa, pero confiaba en su compañero. La fuerza bruta del gigante y su instinto letal hacían de ellos una combinación imparable, especialmente cuando atacaban juntos.
Silver ajustó su agarre en la empuñadura de su sable, sintiendo cómo se convertía en una extensión de su propio cuerpo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de su objetivo, su mirada se cruzó brevemente con la de Balagus una vez más. Con un suave respiro y una sonrisa apenas perceptible, se lanzó sobre el rezagado más cercano. En un movimiento fluido y certero, desenfundó el sable y lo dirigió directamente al cuello del guardia, buscando acabarlo en un solo golpe. Buscaba un corte limpio y fatal, ejecutado con la velocidad y precisión que solo años de experiencia podían otorgarle.
SAM301
SAMURAI
Utilidad Activa
Tier 3
No Aprendida
36
1
Tomando la empuñadura de su arma sin desenfundar o posicionando en la misma pose aunque este desenfundada. El usuario tomará una postura muy habitual para iniciar un duelo de espadachines para concentrar sus fuerzas en un primer movimiento ofensivo, ya sea un básico o una tecnica, junto al veloz desenfunde del arma obteniendo un incremento de [Destreza] y de daño a una ofensiva que se ejecute junto a esta postura.
+5 [Destreza] y +25 de [Daño]