Jun Gunslinger
Nagaredama
21-09-2024, 02:50 AM
Mukens entregó a Jun dos cajas de balas, las que la muchacha atrapó con habilidad casi felina y se aseguró de acomodar bien entre sus pertenencias, no sin antes llenar la recámara de su pistolón. No cometería otra vez el mismo error. Le dio las gracias a su compañero con una sonrisa afilada y un gesto de manos, levantando el pulgar. Era bueno tener a Mukens en el equipo.
Entonces, el pato llegó volando con precisión a brazos de Jun, que lo atrapó con tanto cuidado como le fue posible, ajustando bien las piernas al torso de Drake para no caerse. Justo cuando iba a depositar al plumífero sobre el hombro del gigante de piedra, Duck soltó un reclamo lastimero; que Bonez le había dañado su patita, que no sabía si podría caminar por un rato.
Jun sintió cómo su corazón, que tantas veces había demostrado ser duro como una roca en situaciones extremas, ahora se ablandaba ante aquella criaturita herida y manipuladora. El patito, con su plumaje blanco y sus ojitos cargados de adorable malicia, la miraba como si fuera el ser más vulnerable del mundo. No pudo evitarlo, lo apretó contra su pecho y lo envolvió en sus brazos como si fuera un pequeño cachorro desvalido.
—¡Pobrecito! —chilló, con un tono de voz que no acostumbraba a usar—. ¡Ten más cuidado, Ewa! Idiota, que bruto —Regañó a Bonez, y luego regresó la atención al pato, acariciando con ternura las plumas de su cabecita—. Tranquilo, patitu, yo te cargo ♥
Jun no destacaba precisamente por ser muy amorosa, al contrario, casi nunca enseñaba su lado afectuoso. Pero los animales eran su gran debilidad. ¿Cómo iba a resistirse a los encantos de un pato tan adorable, y para colmo, tan malditamente manipulador? Había algo en esos ojos oscuros, en sus tiernas patitas palmeadas y su piquito anaranjado, que la desarmaba por completo. Si Duck se lo pidiera, probablemente cruzaría a nado el East Blue.
Tan pronto los cinco Hizashi estuvieron sobre la plataforma, la misma empezaría a descender como un ascensor. Aferradísima a Drake y Pato, Jun cerró los ojos y luchó con la espantosa sensación que se arremolinó en la boca de su estómago. Odiaba los espacios pequeños. Fue un descenso extraño y que se le haría eterno, hasta que finalmente la plataforma se detuvo. Entonces el quinteto se encontró en una nueva sala. La misma estaba iluminada por antorchas, y allí también se repetían inscripciones misteriosas que Jun no sabía leer. No era su fuerte descifrar símbolos antiguos; para eso estaba Kael.
La joven se deslizó por el cuerpo de Drake hasta llegar el suelo, cargando aún con el patito entre sus brazos. Se adelantó algunos pasos, y lo siguiente que pudo ver fue un extenso puente, un largo y ancho pasaje de piedra que se prolongaba hacia lo desconocido, y que estaba flanqueado por otros puentes igual de extensos. Kael, Mukens y Vesper aparecerían en uno de ellos, a la izquierda, aproximadamente a veinte metros de distancia. Saberlos a salvo daría alivio a la muchacha de cabello azul.
Inevitablemente atraída por la curiosidad, Jun se acercó al borde del abismo y miró hacia abajo. La oscuridad era casi absoluta, y el agua, si es que era agua, parecía un manto negro del que nada podía distinguirse. Algo en ese vacío le resultaba inquietante, pero también emocionante. El peligro latente siempre había tenido un atractivo particular para ella.
"No hagáis locuras", había dicho el Pato, sin embargo después, como un pequeño diablillo manipulador susurrandole en la oreja, el animal estiró el cuello y expresó sus ideas locas a la Hafugyo. Jun le dio la espalda al grupo, queriendo ocultar el repentino rubor que le subió a las mejillas.
—¿Cómo puede un pato ser tan... consciente? —pensó, abrumada por lo ridículo de la situación. ¿Tanto se le notaba? ¿Qué más sabría Duck?—. Entonces, ¿Te gusta el peligro, patito? —le dijo, por lo bajo, esbozando una sonrisa cínica y traviesa—. Porque a mi sí.
Y sin previo aviso, Jun fingió resbalar, ahogando un grito y lanzándose al abismo con el plumífero entre sus brazos. Soltaría al animal tan pronto como sintiera que él quería liberarse, dejándolo volar.
Abajo, el misterio que yacía oculto por la oscuridad le esperaba, pero Jun, con su habilidad innata para moverse en el agua, se sentía confiada y en completo control. Además, llevaba una puta pistola, por lo que estaba preparada para disparar a cualquier cosa que le tomara por sorpresa. Si encontraba algo interesante, genial, y si debía volver a subir, bueno... ya lo resolvería.
Entonces, el pato llegó volando con precisión a brazos de Jun, que lo atrapó con tanto cuidado como le fue posible, ajustando bien las piernas al torso de Drake para no caerse. Justo cuando iba a depositar al plumífero sobre el hombro del gigante de piedra, Duck soltó un reclamo lastimero; que Bonez le había dañado su patita, que no sabía si podría caminar por un rato.
Jun sintió cómo su corazón, que tantas veces había demostrado ser duro como una roca en situaciones extremas, ahora se ablandaba ante aquella criaturita herida y manipuladora. El patito, con su plumaje blanco y sus ojitos cargados de adorable malicia, la miraba como si fuera el ser más vulnerable del mundo. No pudo evitarlo, lo apretó contra su pecho y lo envolvió en sus brazos como si fuera un pequeño cachorro desvalido.
—¡Pobrecito! —chilló, con un tono de voz que no acostumbraba a usar—. ¡Ten más cuidado, Ewa! Idiota, que bruto —Regañó a Bonez, y luego regresó la atención al pato, acariciando con ternura las plumas de su cabecita—. Tranquilo, patitu, yo te cargo ♥
Jun no destacaba precisamente por ser muy amorosa, al contrario, casi nunca enseñaba su lado afectuoso. Pero los animales eran su gran debilidad. ¿Cómo iba a resistirse a los encantos de un pato tan adorable, y para colmo, tan malditamente manipulador? Había algo en esos ojos oscuros, en sus tiernas patitas palmeadas y su piquito anaranjado, que la desarmaba por completo. Si Duck se lo pidiera, probablemente cruzaría a nado el East Blue.
Tan pronto los cinco Hizashi estuvieron sobre la plataforma, la misma empezaría a descender como un ascensor. Aferradísima a Drake y Pato, Jun cerró los ojos y luchó con la espantosa sensación que se arremolinó en la boca de su estómago. Odiaba los espacios pequeños. Fue un descenso extraño y que se le haría eterno, hasta que finalmente la plataforma se detuvo. Entonces el quinteto se encontró en una nueva sala. La misma estaba iluminada por antorchas, y allí también se repetían inscripciones misteriosas que Jun no sabía leer. No era su fuerte descifrar símbolos antiguos; para eso estaba Kael.
La joven se deslizó por el cuerpo de Drake hasta llegar el suelo, cargando aún con el patito entre sus brazos. Se adelantó algunos pasos, y lo siguiente que pudo ver fue un extenso puente, un largo y ancho pasaje de piedra que se prolongaba hacia lo desconocido, y que estaba flanqueado por otros puentes igual de extensos. Kael, Mukens y Vesper aparecerían en uno de ellos, a la izquierda, aproximadamente a veinte metros de distancia. Saberlos a salvo daría alivio a la muchacha de cabello azul.
Inevitablemente atraída por la curiosidad, Jun se acercó al borde del abismo y miró hacia abajo. La oscuridad era casi absoluta, y el agua, si es que era agua, parecía un manto negro del que nada podía distinguirse. Algo en ese vacío le resultaba inquietante, pero también emocionante. El peligro latente siempre había tenido un atractivo particular para ella.
"No hagáis locuras", había dicho el Pato, sin embargo después, como un pequeño diablillo manipulador susurrandole en la oreja, el animal estiró el cuello y expresó sus ideas locas a la Hafugyo. Jun le dio la espalda al grupo, queriendo ocultar el repentino rubor que le subió a las mejillas.
—¿Cómo puede un pato ser tan... consciente? —pensó, abrumada por lo ridículo de la situación. ¿Tanto se le notaba? ¿Qué más sabría Duck?—. Entonces, ¿Te gusta el peligro, patito? —le dijo, por lo bajo, esbozando una sonrisa cínica y traviesa—. Porque a mi sí.
Y sin previo aviso, Jun fingió resbalar, ahogando un grito y lanzándose al abismo con el plumífero entre sus brazos. Soltaría al animal tan pronto como sintiera que él quería liberarse, dejándolo volar.
Abajo, el misterio que yacía oculto por la oscuridad le esperaba, pero Jun, con su habilidad innata para moverse en el agua, se sentía confiada y en completo control. Además, llevaba una puta pistola, por lo que estaba preparada para disparar a cualquier cosa que le tomara por sorpresa. Si encontraba algo interesante, genial, y si debía volver a subir, bueno... ya lo resolvería.