Ubben Sangrenegra
Loki
21-09-2024, 05:49 AM
Reino de Oykot - East Blue
[i]Madrugada del 22 del Verano del año 724[/i]
El viaje finalmente había llegado a su fin, y el peliblanco no podía ocultar su creciente incomodidad. Estar rodeado por un grupo tan numeroso le resultaba más que irritante, especialmente considerando que siempre había preferido la soledad o, en su defecto, la compañía de unos pocos. El bullicio y la presencia constante de otros limitaban el poder moverse con la libertad deseada. Para el peliblanco, la independencia y la discreción eran fundamentales, pero ahora, atrapado en esta situación, sentía que ambas le eran arrebatadas. Entre los rostros del grupo, Umibozu se destacaba por su singular apariencia y serena personalidad, y pesar de ello había optado por no entablar ningún tipo de relación más allá de lo laboral. El Tonttata amigo de Ragn, tenía un fondo grupon, aunque por lo general era alguien amable, o al menos eso había visto el moreno de ojos dorados... pero había algo que no terminaba de convencer al moreno peliblanco. Cada vez que intercambiaba palabras o una mirada con él, un leve susurro de duda se encendía en su mente, como si una advertencia silenciosa le recordara que no debía confiarse. Sin embargo, no tenía la menor intención de investigar el motivo de esa incomodidad; probablemente solo era su propia paranoia.
Nada más llegar a la isla, Ubben puso en marcha el ritual que le había permitido mantenerse un paso adelante de la marina durante tanto tiempo. Aprovechó de recorrer los angostos callejones que rodeaban la ciudad. Lo hacía de forma casual, como si fuese un simple transeunte más, aunque sus ojos dorados no dejaban de analizar cada rincón, cada salida y cada posible trampa. En su mente, ya comenzaba a trazar las rutas de escape que le serían útiles en caso de emergencia.
A medida que avanzaba, con un cuchillo en la mano, dejaba marcas discretas en los muros de los callejones. Los callejones que llevaban hacia el puerto, donde el barco había anclado, eran marcados con una ola dentro de un círculo. Los demás callejones que llevaban a otros puntos donde un barco podría encallar o anclar recibían una simple ola, sin el círculo. De esta forma, en caso de que la primera opción se volviera inaccesible, sabría hacia dónde dirigirse sin titubear; también marcó con una "X" aquellos pasajes que conducían a las zonas donde se concentraban los guardias y marines. La última de las marcas, una calavera, la reservó para los callejones sin salida, aquellos donde no habría escapatoria más que luchar si la situación se tornaba desesperada.
Terminada su tarea de reconocimiento, el bribón de tez morena se permitió un respiro. El mapa mental que había construido de la ciudad, en conjunto con el mapa de la isla que poseía, le hacía sentir relativamente seguro en el lugar. Sin embargo, su trabajo aún no había concluido, comenzó a visitar los tablones de anuncios repartidos por la ciudad, y cualquier lugar donde pudiese encontrar un cartel de Wanted que fuese de acceso público. Moviéndose con discreción, esperaba a que nadie estuviese atento para arrancar los carteles con su rostro de manera rápida y sutil. Mientras menos personas supieran de su presencia en la isla, mejor. Si alguien llegaba a fijarse en su cara y la asociaba con una recompensa, sus problemas se multiplicarían, y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir.
Día 24 del Verano del año 724
Los días previos al atraco, Ubben mantuvo un perfil bajo, dedicándose únicamente a obtener información a través de lo que Tofun les comentaba, sin involucrarse demasiado en los movimientos del grupo. Sabía que cuanto menos se le viese por el pueblo, más fácil sería evitar que lo vincularan a cualquier tipo de actividad sospechosa. Para el peliblanco, la discreción no solo era una estrategia, sino una necesidad vital. El bribón de ojos dorados siempre había vivido bajo la sombra del anonimato, y esta vez no sería la excepción. Prefería moverse entre bastidores, recopilando datos y observando a los demás, dejando que otros se mancharan las manos mientras él se mantenía al margen, listo para actuar cuando llegara el momento oportuno. La mañana del atraco llegó y Ubben, fiel a su rutina, decidió empezar el día con su "Desayuno de Campeones", como solía llamarlo. Aquel día no sería la excepción. En su plato un par de [Onigiris] que disfrutó tranquilamente, acompañado de una cerveza negra.
Después de comer, el peliblanco realizó sus estiramientos habituales que le ayudaban a evitar lesiones durante sus escapadas. Estirar sus músculos no solo era una cuestión de mantener la flexibilidad, sino también de enfocarse mentalmente. Con el cuerpo ya listo, se dispuso a revisar su equipo. Cada senbon, su clásico cuchillo, que más que arma era una herramienta, su arco y flechas y los protectores que utilizaba en sus antebrazos y manos por debajo del abrigo.
El peliblanco salió de su habitación y se dispuso a ir a cubierta, donde observó a Tofun desde lo alto de la cubierta del barco. El pequeño Tonttata se movía empujando una carretilla cargada hasta los bordes de barriles de alcohol. La imagen le arrancó una leve sonrisa al bribón de tez morena. A pesar de la desconfianza que Tofun le generaba, no podía negar que tenía un excelente gusto por el licor, algo que el peliblanco respetaba en silencio. Ubben decidió que, al menos por ese momento, acompañar a Tofun no sería mala idea. Después de todo, el pequeño tipo había demostrado tener cierta habilidad para obtener información, y quizás podría aprender algo de sus métodos.
Con un gesto despreocupado, el moreno de cabellos blancos llevó los dedos a la boca y lanzó un pequeño silbido, agudo y claro, que atravesó el aire buscando alcanzar los oídos de Tofun. Ubben bajó del barco con una calma característica, acercándose mientras con una mano sacaba un tabaco previamente armado. Sin dejar de caminar, rascó una cerilla contra su tricornio y encendiendo su cigarro. —¿Te molesta si te acompaño?— preguntó con serenidad, exhalando una leve nube de humo mientras observaba a Tofun con un aire relajado. No había presión en su voz, solo una insinuación amigable que le dejaba al Tonttata la opción de decidir. Mientras tanto, Ubben seguía fumando tranquilamente, con la certeza de que su compañía podía ser tanto una ventaja como una simple molestia pasajera para el pequeño. En caso de que Tofun decidiera negarse, el peliblanco no haría más que encogerse de hombros con indiferencia. No era alguien que insistiera en nada, especialmente si no veía un beneficio claro. Si Tofun prefería seguir solo, Ubben simplemente regresaría al barco, satisfecho de haber intentado.