Balagus
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22-09-2024, 01:01 AM
Aunque absolutamente desagradable, el camino no fue un esfuerzo inútil: Balagus pudo seguir al grupo desde los callejones y pasajes entre las casas y chabolas, hasta alcanzar el edificio en el que los encapuchados parecían reunirse y desaparecer tras sus puertas.
El oni, desde su posición en las sombras, pudo entrever cómo todos los enmascarados entregaban una suerte de invitación. Parecía que el sitio requería de una etiqueta muy concreta para entrar, una que, en la mente del guerrero, era fácilmente sustituible por la fuerza de sus puños.
Sin embargo, sentía que Silver iba a buscar otras formas más discretas, a juzgar por la cantidad de seguridad que habían visto. Balagus no aprobaba esas sutilezas, pero seguiría a su capitán, fuera cual fuera el plan.
Capitán al que, de hecho, distinguió moverse en los tejados, cambiando de posición y centrando su atención sobre otro punto en las calles, fuera del alcance visual del gigantón. Ecos de pasos y de un par de voces llegaron hasta él. ¿Rezagados? Tal vez aún encontrarían una forma de entrar mediante el subterfugio.
Balagus se asomó por la esquina, cubierto por la densa oscuridad de la noche, para observar con más detalle a las tres personas que llegaban por ella. Volvió a mirar a Silver, comprendiendo al momento el brillo en sus ojos. Lentamente, asintió, y preparó los músculos para entrar rápidamente en acción.
El capitán descendió, midiendo sus pasos como un felino al acecho. El oni, como un enorme oso que hubiera escogido ya la forma de acabar con su presa, tensó las piernas para lanzarse a la carrera. Sólo tenía que recordar una cosa: no romper las máscaras ni las vestimentas.
El movimiento final empezó, con una última y fugaz mirada entre los dos compañeros como desencadenante. Mientras uno dirigía su espada contra el guardia en un fulgurante ataque sorpresa, el otro se abalanzó rápida y violentamente sobre los dos encapuchados, buscando sus gargantas con dos puñetazos simultáneos destinados a arrancarles la posibilidad de hablar y, si su precisión se lo permitía, de acabar con ellos allí.
El oni, desde su posición en las sombras, pudo entrever cómo todos los enmascarados entregaban una suerte de invitación. Parecía que el sitio requería de una etiqueta muy concreta para entrar, una que, en la mente del guerrero, era fácilmente sustituible por la fuerza de sus puños.
Sin embargo, sentía que Silver iba a buscar otras formas más discretas, a juzgar por la cantidad de seguridad que habían visto. Balagus no aprobaba esas sutilezas, pero seguiría a su capitán, fuera cual fuera el plan.
Capitán al que, de hecho, distinguió moverse en los tejados, cambiando de posición y centrando su atención sobre otro punto en las calles, fuera del alcance visual del gigantón. Ecos de pasos y de un par de voces llegaron hasta él. ¿Rezagados? Tal vez aún encontrarían una forma de entrar mediante el subterfugio.
Balagus se asomó por la esquina, cubierto por la densa oscuridad de la noche, para observar con más detalle a las tres personas que llegaban por ella. Volvió a mirar a Silver, comprendiendo al momento el brillo en sus ojos. Lentamente, asintió, y preparó los músculos para entrar rápidamente en acción.
El capitán descendió, midiendo sus pasos como un felino al acecho. El oni, como un enorme oso que hubiera escogido ya la forma de acabar con su presa, tensó las piernas para lanzarse a la carrera. Sólo tenía que recordar una cosa: no romper las máscaras ni las vestimentas.
El movimiento final empezó, con una última y fugaz mirada entre los dos compañeros como desencadenante. Mientras uno dirigía su espada contra el guardia en un fulgurante ataque sorpresa, el otro se abalanzó rápida y violentamente sobre los dos encapuchados, buscando sus gargantas con dos puñetazos simultáneos destinados a arrancarles la posibilidad de hablar y, si su precisión se lo permitía, de acabar con ellos allí.