Takahiro
La saeta verde
22-09-2024, 01:00 PM
(Última modificación: 22-09-2024, 02:11 PM por Takahiro.)
El bote de remos avanzaba con lentitud y seguridad sobre aquellas aguas cuya tranquilidad parecían un espejismo en mitad del desierto, pues no muy lejos de allí se podía escuchar pequeños estruendos en la inmensidad de la nada. A elevar la mirada, la marisma parecía extenderse como si fuera un laberinto encantado, que cambiaba de forma con cada metro que recorrían sobre aquellos canales abiertamente sinuosos con la viva intención de hacerles perder el rumbo.
Sin embargo, para su suerte la marea ya estaba bajando, mas tenían que continuar esperando a encontrar un terreno que pudieran pisar para no morir enterrados en ella. Sólo la idea de ser absorbido por la tierra era un pensamiento que acongojaba al peliverde, que había escuchado multitud de historias en sus años viviendo en Arabasta. Podía decirse que era una pesadilla recurrente en sus sueños cuando era un niño inocente; aunque aquello era algo que tan solo sabía él.
«Que mal presentimiento acabo de tener», pensó, sintiendo un pequeño escalofrío que le recorría la espalda alta, haciendo que moviera las escápulas de dentro hacia afuera.
El Soldado Raso Albert atendió a su petición, haciendo que Kovacs tomara su lugar en los remos. Era impresionante verle ajustar la mira del arma con tanta profesionalidad, apoyando la culata sobre su escápula y observando todos los alrededores.
—Dinos, ¿qué ocurre? —le preguntó Taka, alzando una ceja con incertidumbre. Tras su respuesta, la cara de sorpresa del peliverde fue notoria—. O tienen un método muy ingenioso —le respondió—. O cabe la posibilidad que este islote esté formado por rocas impermeable recubierto de estratos que sí absorben el agua, es decir, que la capa superior sea fangosa, pero lo que hay debajo sea roca dura y sin poros. No sé si sabéis a lo que me refiero.
Takahiro no era un estudioso, ya que odiaba tener que leer libros y memorizarlo porque sí, pero era de capaz de recodar alguna de las lecciones que Arthur, su profesor particular, le había dado en el pasado; y más si eran interesantes.
Fue en ese momento, cuando su fino oído le alertó de algo que no le gustaba: los piratas se estaban acercando. Centró su atención hacia donde procedían los ruidos por si trataban de rodearlos de alguna manera. Sin embargo, contra todo pronóstico, un vehículo más cerca de un desguace que de una carretera saltó sobre ellos. Durante un instante el peliverde rezó por que cayeran mal y se ahogaran en la tierra, pero no fue así. Instintivamente, el marine se giró hacia donde se supone que había caído aquel vehículo, aún con la mano sobre la empuñadura de su espada.
—Estad atentos —les dijo—. Y no dejéis de remar. Soldado Albert, usted prepárese para lo que pueda ocurrir.
Se escucharon palabras malsonantes, tanto que podrían hacer desmayar a la más repipi y pija de las ancianas. La boca de aquellos piratas merecía ser avadas con lejía dos veces al día. Nunca había escuchado expresiones como aquellas, aunque debía reconocer que eran insultos ingeniosos. De pronto, disparos.
El espadachín desenfundó sus armas y se preparó, atento a cualquier proyectil que pudiera cernirse sobre ellos. Sin más dilación, realizando movimientos fluidos con sus espadas, trató de desviar todas las balas posibles para que no dieran a ninguno de sus compañeros, esperando que no cundiera el pánico y Albert contratacara de alguna forma. Tenía un fusil de largo alcance, algo podría hacer.
Sus movimientos eran rápidos y ágiles, logrando desviar casi todos los proyectiles. Pero ahí residía el problema, en que le fue imposible desviarlo todo. Una de las balas que desvió con Samidare tomó un ángulo que rozó su hombro, haciéndole una herida bastante fea. Durante un instante, debido a la adrenalina del momento no notó nada, pero cuando la lluvia de proyectiles cesó notó el dolor atravesándole el cuerpo.
—¿Estáis bien? —les preguntó, tratando de mostrar una sonrisa que relajara al resto—. No os preocupéis. Estando yo aquí no os pasará nada. Pero estad atentos —les dijo, mientras la sangre le brotaba levemente por el brazo. Era más escandaloso por el color rojizo del plasma sanguíneo que por el daño en sí, aunque era bastante doloroso—. Si alguien tiene alguna habilidad para desviar proyectiles que deje de remar y esté atento. Albert, tú continúa vigilando. Los otros dos continuad remando y busquemos poder pisar la maldita tierra firme.
De llegar a tierra firme, comprobaría de alguna manera que pueden pisarla y pondrían rumbo al maldito faro. No obstante, Takahiro tenía el presentimiento de que no iban a poder marcharse de allí sin luchar contra la banda pirata.
Sin embargo, para su suerte la marea ya estaba bajando, mas tenían que continuar esperando a encontrar un terreno que pudieran pisar para no morir enterrados en ella. Sólo la idea de ser absorbido por la tierra era un pensamiento que acongojaba al peliverde, que había escuchado multitud de historias en sus años viviendo en Arabasta. Podía decirse que era una pesadilla recurrente en sus sueños cuando era un niño inocente; aunque aquello era algo que tan solo sabía él.
«Que mal presentimiento acabo de tener», pensó, sintiendo un pequeño escalofrío que le recorría la espalda alta, haciendo que moviera las escápulas de dentro hacia afuera.
El Soldado Raso Albert atendió a su petición, haciendo que Kovacs tomara su lugar en los remos. Era impresionante verle ajustar la mira del arma con tanta profesionalidad, apoyando la culata sobre su escápula y observando todos los alrededores.
—Dinos, ¿qué ocurre? —le preguntó Taka, alzando una ceja con incertidumbre. Tras su respuesta, la cara de sorpresa del peliverde fue notoria—. O tienen un método muy ingenioso —le respondió—. O cabe la posibilidad que este islote esté formado por rocas impermeable recubierto de estratos que sí absorben el agua, es decir, que la capa superior sea fangosa, pero lo que hay debajo sea roca dura y sin poros. No sé si sabéis a lo que me refiero.
Takahiro no era un estudioso, ya que odiaba tener que leer libros y memorizarlo porque sí, pero era de capaz de recodar alguna de las lecciones que Arthur, su profesor particular, le había dado en el pasado; y más si eran interesantes.
Fue en ese momento, cuando su fino oído le alertó de algo que no le gustaba: los piratas se estaban acercando. Centró su atención hacia donde procedían los ruidos por si trataban de rodearlos de alguna manera. Sin embargo, contra todo pronóstico, un vehículo más cerca de un desguace que de una carretera saltó sobre ellos. Durante un instante el peliverde rezó por que cayeran mal y se ahogaran en la tierra, pero no fue así. Instintivamente, el marine se giró hacia donde se supone que había caído aquel vehículo, aún con la mano sobre la empuñadura de su espada.
—Estad atentos —les dijo—. Y no dejéis de remar. Soldado Albert, usted prepárese para lo que pueda ocurrir.
Se escucharon palabras malsonantes, tanto que podrían hacer desmayar a la más repipi y pija de las ancianas. La boca de aquellos piratas merecía ser avadas con lejía dos veces al día. Nunca había escuchado expresiones como aquellas, aunque debía reconocer que eran insultos ingeniosos. De pronto, disparos.
El espadachín desenfundó sus armas y se preparó, atento a cualquier proyectil que pudiera cernirse sobre ellos. Sin más dilación, realizando movimientos fluidos con sus espadas, trató de desviar todas las balas posibles para que no dieran a ninguno de sus compañeros, esperando que no cundiera el pánico y Albert contratacara de alguna forma. Tenía un fusil de largo alcance, algo podría hacer.
ESP102
ESPADACHíN
Defensiva Activa
Tier 1
No Aprendida
15
1
Usando su arma el usuario trazara unos movimientos rápidos buscando desviar las ofensivas en su contra, mitigando parte de su daño. En el caso de que la ofensiva sea utilizando proyectiles y se Mitige todo el daño, el usuario podra desviar dicha ofensiva hacia un nuevo objetivo dentro del alcance restante de la ofensiva y recibiendo el nuevo objetivo todo el daño.
Defensa Pasiva + [FUEx2] de Daño Mitigado
Sus movimientos eran rápidos y ágiles, logrando desviar casi todos los proyectiles. Pero ahí residía el problema, en que le fue imposible desviarlo todo. Una de las balas que desvió con Samidare tomó un ángulo que rozó su hombro, haciéndole una herida bastante fea. Durante un instante, debido a la adrenalina del momento no notó nada, pero cuando la lluvia de proyectiles cesó notó el dolor atravesándole el cuerpo.
—¿Estáis bien? —les preguntó, tratando de mostrar una sonrisa que relajara al resto—. No os preocupéis. Estando yo aquí no os pasará nada. Pero estad atentos —les dijo, mientras la sangre le brotaba levemente por el brazo. Era más escandaloso por el color rojizo del plasma sanguíneo que por el daño en sí, aunque era bastante doloroso—. Si alguien tiene alguna habilidad para desviar proyectiles que deje de remar y esté atento. Albert, tú continúa vigilando. Los otros dos continuad remando y busquemos poder pisar la maldita tierra firme.
De llegar a tierra firme, comprobaría de alguna manera que pueden pisarla y pondrían rumbo al maldito faro. No obstante, Takahiro tenía el presentimiento de que no iban a poder marcharse de allí sin luchar contra la banda pirata.