Ray
Kuroi Ya
22-09-2024, 03:14 PM
Parece que los tres días de antelación con los que llegasteis a la isla tras asistir a la boda de vuestro compañero Tofun han sido productivos. Por un lado Asradi se ha encargado de asegurar la comunicación con un miembro de otro de los grupos de acción, concretamente del grupo al que debéis ayudar asegurando la colaboración de los balleneros. Y por el otro, tanto Ragnheidr como Airgid han estado relacionándose con los balleneros y con el resto de ha itantes de Oykot de Abajo, tratando de estrechar lazos con ellos para así intentar allanar el camino cuando paséis a la acción.
Por suerte para vosotros, vuestro carisma y don de gentes y, por qué no decirlo, vuestro aspecto atractivo, os han granjeado rápidamente la simpatía de las buenas y humildes gentes de Oykot de Abajo, que han visto en vosotros a unos forasteros amables e interesados por sus problemas. No obstante seguís siendo forasteros, por lo que no han terminado de abrirse con vosotros por completo.
Llegáis al mercado, un lugar lleno de vida y ajetreo. Vendedores y potenciales clientes intercambian palabras, gritos, risas... El bullicio es en ocasiones casi ensordecedor. El buen tiempo ayuda que sea una jornada particularmente activa, pues el sol brilla en un cielo en el que apenas un par de pequeñas nubes del más impoluto color blanco empañan el intenso tono azul del cielo. La temperatura es agradable, calurosa pero no en exceso, y sopla una suave brisa procedente del mar.
Entre los puestos veis a gente conocida, personas con las que habéis hablado y compartido vivencias agradables en los días previos. La mayoría de ellos se encuentran comprando alimentos, algunos de ellos cargando cajas y, los menos, vendiendo sus productos. En particular os fijáis en dos estás personas. Una de ellas es Robson, un ballenero joven e imberbe, aún con muy escasa experiencia, pues según contó ayer a Ragnheidr comenzó a trabajar hace apenas unos meses. Aunque hablando con él fue fácil darse cuenta de que es alguien muy echado para adelante y con ganas de hacer que las cosas mejoren. Por otro lado unos metros más allá se encuentra Jonas, de pie en su puesto del mercado. Jonas es un pequeño comerciante de mediana edad que lleva al menos dos décadas vendiendo aceite de ballena que los balleneros le proporcionan. No vende mucha cantidad, pero cuando Airgid compartió unas bebidas con él y otros habitantes del pueblo dos días antes se vanagloriaba de que solo vendía la materia prima de mejor calidad, proporcionada directamente por los balleneros más expertos. Durante ese rato la rubia también pudo darse cuenta de que la mirada se le iba más a menudo de la cuenta hacia ciertas partes de su anatomía.
Por suerte para vosotros, vuestro carisma y don de gentes y, por qué no decirlo, vuestro aspecto atractivo, os han granjeado rápidamente la simpatía de las buenas y humildes gentes de Oykot de Abajo, que han visto en vosotros a unos forasteros amables e interesados por sus problemas. No obstante seguís siendo forasteros, por lo que no han terminado de abrirse con vosotros por completo.
Llegáis al mercado, un lugar lleno de vida y ajetreo. Vendedores y potenciales clientes intercambian palabras, gritos, risas... El bullicio es en ocasiones casi ensordecedor. El buen tiempo ayuda que sea una jornada particularmente activa, pues el sol brilla en un cielo en el que apenas un par de pequeñas nubes del más impoluto color blanco empañan el intenso tono azul del cielo. La temperatura es agradable, calurosa pero no en exceso, y sopla una suave brisa procedente del mar.
Entre los puestos veis a gente conocida, personas con las que habéis hablado y compartido vivencias agradables en los días previos. La mayoría de ellos se encuentran comprando alimentos, algunos de ellos cargando cajas y, los menos, vendiendo sus productos. En particular os fijáis en dos estás personas. Una de ellas es Robson, un ballenero joven e imberbe, aún con muy escasa experiencia, pues según contó ayer a Ragnheidr comenzó a trabajar hace apenas unos meses. Aunque hablando con él fue fácil darse cuenta de que es alguien muy echado para adelante y con ganas de hacer que las cosas mejoren. Por otro lado unos metros más allá se encuentra Jonas, de pie en su puesto del mercado. Jonas es un pequeño comerciante de mediana edad que lleva al menos dos décadas vendiendo aceite de ballena que los balleneros le proporcionan. No vende mucha cantidad, pero cuando Airgid compartió unas bebidas con él y otros habitantes del pueblo dos días antes se vanagloriaba de que solo vendía la materia prima de mejor calidad, proporcionada directamente por los balleneros más expertos. Durante ese rato la rubia también pudo darse cuenta de que la mirada se le iba más a menudo de la cuenta hacia ciertas partes de su anatomía.