Percival Höllenstern
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23-09-2024, 02:56 AM
(Última modificación: 23-09-2024, 03:01 AM por Percival Höllenstern.)
Tras el ataque al gigantesco felino, se enrabietó lo suficiente como para lanzar una carga contra mi ubicación desde la aparente comodidad que me ofrecía la distancia de catorce metros.
Mientras él iba vociferando acerca de mi pasado y excavando en el interior de mi psique de manera banal, yo preparaba unas nuevas dagas en mis manos y comenzaba a juguetear con ellas nuevamente para preparar un contraataque.
Aguardé durante unos segundos, y utilizando el instante previo a su golpe, el cual restallaba por el camino piezas del mosaico de mi faz, lancé estratégicamente una daga desde mi mano derecha con un extraño movimiento que cargaba su trayectoria de un ligero haz rojizo, que pese a ser a corta distancia, impactó contra la zarpa del masivo animal con fiereza.
Sin mayor dilación, tomé un rápido movimiento certero y apuntando a sus grandes ojos, lancé la nueva daga que silbaba con el ímpetu de un asesino cortando el viento mientras el colosal felino ofrecía una estocada desde una de sus impresionantes garras en vía descendente, aprovechando el hueco en su defensa que su ofensiva ofrecía.
Tras ello, y sin reparar demasiado atento sobre el resultado de mi última ofensiva, primé la supervivencia que tantas veces había hablado con la voz de la razón durante mis años de vida, reparando brevemente en un gran rasguño de mi ropa a la altura de mi hombro que apenas había dejado un hilo de sangre. Debía tener cuidado con sus armas naturales. Por consiguiente, proferí un salto, situándome a unos 6 metros de la sonrisa interminable de innumerables colmillos, y solo entonces, me tomé la libertad de hablar.
— ¿Por qué la vida cómoda es menos respetable? ¿No está claro que evitando prestidigitaciones innecesarias y decoraciones superfluas logramos la consecución más rápida a nuestros objetivos? — musité entre dientes en un tono claro y directo, mientras rápidamente una de mis manos volvía a cargar una de las dagas y con la otra al tiempo, la elevaba a la altura de mi cabeza, la zurda concretamente, y realizaba mi particular crujido dactilar. —Al igual que los Dragones Celestiales, tú solo eres otro obstáculo en la verdad del mundo. Un síntoma de un cambio por acontecer— continué mientras retornaba la mano libre al interior de la chaqueta y de un presto y discreto giro de muñeca, volvía a desenvainar otra daga, armándome sendas manos.
Me situé con cautela recordando el tiempo que tanto se me había mencionado durante mi aventura por el sendero de piedras amarillas. No tenía idea de cuanta prisa debía de darme, pero quería cortar por lo sano cuanto antes.
Que mi vida dependiera del tiempo, era algo que solo me producía una gran exasperación, mas no por ello trataría de hincar los dientes con menos esmero ante una situación que claramente podría suponer una gran ayuda en mi vendetta personal.
Mientras él iba vociferando acerca de mi pasado y excavando en el interior de mi psique de manera banal, yo preparaba unas nuevas dagas en mis manos y comenzaba a juguetear con ellas nuevamente para preparar un contraataque.
Aguardé durante unos segundos, y utilizando el instante previo a su golpe, el cual restallaba por el camino piezas del mosaico de mi faz, lancé estratégicamente una daga desde mi mano derecha con un extraño movimiento que cargaba su trayectoria de un ligero haz rojizo, que pese a ser a corta distancia, impactó contra la zarpa del masivo animal con fiereza.
Sin mayor dilación, tomé un rápido movimiento certero y apuntando a sus grandes ojos, lancé la nueva daga que silbaba con el ímpetu de un asesino cortando el viento mientras el colosal felino ofrecía una estocada desde una de sus impresionantes garras en vía descendente, aprovechando el hueco en su defensa que su ofensiva ofrecía.
Tras ello, y sin reparar demasiado atento sobre el resultado de mi última ofensiva, primé la supervivencia que tantas veces había hablado con la voz de la razón durante mis años de vida, reparando brevemente en un gran rasguño de mi ropa a la altura de mi hombro que apenas había dejado un hilo de sangre. Debía tener cuidado con sus armas naturales. Por consiguiente, proferí un salto, situándome a unos 6 metros de la sonrisa interminable de innumerables colmillos, y solo entonces, me tomé la libertad de hablar.
— ¿Por qué la vida cómoda es menos respetable? ¿No está claro que evitando prestidigitaciones innecesarias y decoraciones superfluas logramos la consecución más rápida a nuestros objetivos? — musité entre dientes en un tono claro y directo, mientras rápidamente una de mis manos volvía a cargar una de las dagas y con la otra al tiempo, la elevaba a la altura de mi cabeza, la zurda concretamente, y realizaba mi particular crujido dactilar. —Al igual que los Dragones Celestiales, tú solo eres otro obstáculo en la verdad del mundo. Un síntoma de un cambio por acontecer— continué mientras retornaba la mano libre al interior de la chaqueta y de un presto y discreto giro de muñeca, volvía a desenvainar otra daga, armándome sendas manos.
Me situé con cautela recordando el tiempo que tanto se me había mencionado durante mi aventura por el sendero de piedras amarillas. No tenía idea de cuanta prisa debía de darme, pero quería cortar por lo sano cuanto antes.
Que mi vida dependiera del tiempo, era algo que solo me producía una gran exasperación, mas no por ello trataría de hincar los dientes con menos esmero ante una situación que claramente podría suponer una gran ayuda en mi vendetta personal.