La primera sala quedaba ahora atrás, sellada por el caparazón de la montaña, dejando solo un camino para escapar de aquel lugar, con o sin el tesoro: avanzar hacia adelante. La segunda sala se había convertido en un caos aún mayor que la anterior. Las múltiples posibilidades de progreso, los diferentes puentes y un problema generalizado con la nicotina hicieron que el lugar se transformara en un escenario de movimientos desordenados. Muchos saltaron al agua, otros continuaron avanzando por sus respectivos puentes, y unos pocos optaron por reagruparse. La realidad era que cualquiera de los caminos podía ser válido; la única diferencia era que algunos resultaban más rápidos que otros.
Aquellos que saltaron al agua se dieron cuenta rápidamente de que no era agua salada, evitando así parte de los efectos adversos asociados a esta. Sin embargo, eso no significaba que estuvieran a salvo. Apenas tocaron el agua, sintieron cómo una poderosa corriente los succionaba hacia las profundidades. Para su sorpresa, el fondo se encontraba a tan solo tres metros de distancia, y al hacer contacto con lo que parecía ser una superficie rocosa, la atravesaron como si de un portal mágico se tratase. Todos los que decidieron saltar al agua pasaron a través de esta barrera, que solo permitía un viaje de ida; desde el otro lado, era roca sólida. A pesar de estar empapados y goteando, creando pequeños charcos bajo sus pies, habían superado la sala.
Ahora, dependiendo de la posición de cada uno, se encontraban en nuevas estancias. Gruesas paredes de piedra, mosaicos y antiguos grabados mantenían el mismo estilo que en las salas anteriores. Los que se habían lanzado al agua vieron, a su izquierda, un callejón sin salida, mientras que a la derecha había una estatua de una cultura antigua: un guerrero dorado que emanaba un poder imponente, perteneciente a una era ancestral. Por otro lado, los que habían descendido por las escaleras llegaron a una sala similar a la que habían explorado Shiro y Qazan, con todo en apariencia normal salvo una pared peculiar, construida de un modo distinto.
Indiana, mientras descendía con Alexander hacia el abismo, gritaba desesperadamente. Una vez ambos atravesaron el misterioso portal, el viejo arqueólogo se detuvo a observar con detenimiento la estatua y, sin dudarlo, comenzó a avanzar, tomando de la mano a su doctor. Al acercarse a la estatua, Alexander pudo sentir una fuerte presión, aunque de alguna manera se veía contrarrestada por una energía que emanaba de Indiana.
— Qué curioso… muy curioso… extremadamente curioso, sí. — Murmuraba el arqueólogo.
Antes de que se dieran cuenta, habían superado la estatua, e Indiana ya guiaba a su compañero hacia unas escaleras en el centro de la sala.
— ¿Sabes? Te has portado bien conmigo. —dijo Indiana con una sonrisa sincera. — Y no me vendría mal tener un aliado en esta aventura. ¿Qué te parece si hacemos un trato? Si uno de nosotros consigue el tesoro, lo compartiremos.
Mientras tanto, Qazan había logrado golpear la extraña pared, creando un pequeño agujero que dejaba entrever unas escaleras y una estatua de espaldas a ellos. Aún no podían pasar, pero con un golpe más probablemente podrían abrir el camino por completo. Arriba, Legan y Suzuka observaban la situación con calma, analizando el entorno, mientras Goku, por alguna razón inexplicable, había decidido detenerse a hacer estiramientos.
Aquellos que saltaron al agua se dieron cuenta rápidamente de que no era agua salada, evitando así parte de los efectos adversos asociados a esta. Sin embargo, eso no significaba que estuvieran a salvo. Apenas tocaron el agua, sintieron cómo una poderosa corriente los succionaba hacia las profundidades. Para su sorpresa, el fondo se encontraba a tan solo tres metros de distancia, y al hacer contacto con lo que parecía ser una superficie rocosa, la atravesaron como si de un portal mágico se tratase. Todos los que decidieron saltar al agua pasaron a través de esta barrera, que solo permitía un viaje de ida; desde el otro lado, era roca sólida. A pesar de estar empapados y goteando, creando pequeños charcos bajo sus pies, habían superado la sala.
Ahora, dependiendo de la posición de cada uno, se encontraban en nuevas estancias. Gruesas paredes de piedra, mosaicos y antiguos grabados mantenían el mismo estilo que en las salas anteriores. Los que se habían lanzado al agua vieron, a su izquierda, un callejón sin salida, mientras que a la derecha había una estatua de una cultura antigua: un guerrero dorado que emanaba un poder imponente, perteneciente a una era ancestral. Por otro lado, los que habían descendido por las escaleras llegaron a una sala similar a la que habían explorado Shiro y Qazan, con todo en apariencia normal salvo una pared peculiar, construida de un modo distinto.
Indiana, mientras descendía con Alexander hacia el abismo, gritaba desesperadamente. Una vez ambos atravesaron el misterioso portal, el viejo arqueólogo se detuvo a observar con detenimiento la estatua y, sin dudarlo, comenzó a avanzar, tomando de la mano a su doctor. Al acercarse a la estatua, Alexander pudo sentir una fuerte presión, aunque de alguna manera se veía contrarrestada por una energía que emanaba de Indiana.
— Qué curioso… muy curioso… extremadamente curioso, sí. — Murmuraba el arqueólogo.
Antes de que se dieran cuenta, habían superado la estatua, e Indiana ya guiaba a su compañero hacia unas escaleras en el centro de la sala.
— ¿Sabes? Te has portado bien conmigo. —dijo Indiana con una sonrisa sincera. — Y no me vendría mal tener un aliado en esta aventura. ¿Qué te parece si hacemos un trato? Si uno de nosotros consigue el tesoro, lo compartiremos.
Mientras tanto, Qazan había logrado golpear la extraña pared, creando un pequeño agujero que dejaba entrever unas escaleras y una estatua de espaldas a ellos. Aún no podían pasar, pero con un golpe más probablemente podrían abrir el camino por completo. Arriba, Legan y Suzuka observaban la situación con calma, analizando el entorno, mientras Goku, por alguna razón inexplicable, había decidido detenerse a hacer estiramientos.