Tofun
El Largo
23-09-2024, 04:04 PM
Mañana del 8 de Verano el año 724
En algún lugar del mar cercano a Isla Kilombo. Venimos de aquí.
Llevaba horas allí metido, atrapado entre los dientes de la bestia marina como un maldito empaste dental. Estaba débil, pero por suerte, la calamidad dejó de abrir la boca, lo que me permitió sobrellevar la maldición que arrastraba por haber comido una Fruta del Diablo. Mientras recuperaba fuerzas, sin saber cuántos kilómetros o metros me había alejado de la costa, comencé a segregar alcohol por mi cuerpo. Aquel ser era enorme, así que me llevaría lo mío salir de allí. No tenía prisa. ¿Acaso tienen prisa los empastes dentales?
Con el tiempo, logré generar suficiente alcohol para incomodar a la bestia, algo así como darle una caries alcohólica, y finalmente, me escurrí hasta salir hacia su mandíbula interna. Salté de diente en diente, intentando agarrarme en la parte lateral de los más afilados. Cuando estuve cerca de su boca, esperé. Rezaba para que no entrase una gran ola de agua salada que me arrastrara de vuelta al interior de aquel ser. Eso sí que sería mi fin.
Mientras aguardaba, con el aroma a salitre y algas podridas inundando mis pulmones, continué reflexionando. Si lograba salir de esta, tendría que hacer las paces con el titán marino. Sería un fichaje perfecto para el ejército revolucionario. ¡Joder! Si hablaba mejor que Ragnir, además de ser más resistente y sorprendentemente ágil para su tamaño. ¡Imagínatelo en Oykot!
Luego, inevitablemente, me puse a pensar en Guybrush. El muy idiota siempre creía mis aventuras, historias cada vez más exageradas, como cuando le dije que había sobrevivido al ataque de una horda de monos furiosos que formaban una banda pirata. Eso sí, si yo le contaba esto... ¡Oh, iba a flipar! Seguramente diría algo como: "Ah, pero ¿lo convertiste en tu amigo? ¿Lo usaste para atacar a tus enemigos?". Ya me lo veía venir. Claro, como si domar una criatura abisal fuese lo mismo que convencer a un camarero de invitarte a un chupito cuando ya no te queda un duro... No, Guybrush, no funciona así.
El tiempo pasaba y me estaba desesperando. Decidí variar ligeramente los licores que estaba segregando, buscando empatizar con los gustos alcohólicos de la criatura. Llegué a la conclusión de que tal vez el licor de algas fuera la clave para ganármelo.
—¡¡¡¡IEEEEEEEEEEEEEEEEE!!!! ¿Me oyes? ¡Voy en son de paz! ¡¡Perdón!! ¡Hip!
Mi hipo interrumpió mis súplicas. Algo a lo que, por supuesto, ya estaba totalmente acostumbrado.