Octojin
El terror blanco
24-09-2024, 10:16 AM
Octojin sentía una creciente incomodidad a medida que examinaba la habitación. La excusa del cartero sobre la colonia para su madre parecía débil, y el gyojin no podía dejar de notar el extraño desorden del lugar. Todo tipo de ropa de mujer colgaba del armario y un maniquí con un rostro recortado de revista lo observaba desde un rincón. La escena era, en el mejor de los casos, confusa. ¿Qué estaba ocurriendo allí? Nada aparentemente normal, desde luego.
Al abrir el armario, no encontró a nadie escondido, pero el contenido lo hizo fruncir el ceño. Ropa de mujer, pelucas y más cosas que no encajaban con la excusa del cartero. Sumado a las revistas con imágenes de minks y gyojins en paños menores, todo se volvía aún más perturbador. ¿Qué clase de vida llevaba este hombre cuando no estaba entregando correo? ¿Acaso el correo era una tapadera?
Mientras el tiburón trataba de asimilar todo, el cartero salió del baño, ya vestido con su uniforme. Octojin lo observó atentamente, esperando alguna reacción que explicara el caos en la habitación. Lo que no esperaba era la respuesta que recibió.
La mano del cartero se deslizó por sus pectorales, en un gesto sugerente que hizo que todo el cuerpo del gyojin se tensara. Octojin no estaba preparado para ese desenlace. Su mente intentó procesar lo que acababa de suceder mientras sentía un impulso instintivo de apartarse, pero sus pies parecían enraizados al suelo por el desconcierto.
El escualo había tenido innumerables batallas, se había pegado con bestias que le doblegaban en tamaño, con tipos de inconmensurable fuerza, con razas distintas y extravagantes, y nunca se había quedado petrificado como en aquella ocasión. Solo allí, ante la pose seductora del cartero de la base marina que había tenido como entretenimiento recorrer su mano por el cuerpo del gyojin de una manera seductora. Si bien su cuerpo no reaccionaba, su cara mostraba un semblante de auténtico desconcierto.
"¿Qué demonios está pasando aquí?", pensó Octojin mientras veía la expresión del cartero, que claramente había cambiado de tono. El gyojin no estaba familiarizado con este tipo de situaciones. Había visto muchas cosas en sus viajes, pero aquello... aquello era algo nuevo. Y ciertamente no sabía cómo reaccionar.
El habitante del mar respiró profundamente, recuperando el control de la situación mientras seguía notando la mano del humano sobre su pecho. La habitación era pequeña, y no había ningún peligro inmediato, pero aquello había escalado de una manera muy extraña.
—No me interesa quedarme encerrado aquí —respondió Octojin, con una voz baja y firme, mientras apartaba la mano del cartero de su pecho con delicadeza, pero con una clara intención de poner distancia entre ambos.
—Estoy aquí por trabajo —añadió con seriedad, con sus ojos recorriendo nuevamente la habitación, esta vez de manera más fría y calculadora. Las piezas del rompecabezas no encajaban, ni a la fuerza, pero ya no le importaba. El cartero estaba ocultando algo, eso estaba claro. Y si no era una mujer, entonces ¿qué más podría estar escondiendo?
El tiburón se enderezó, aprovechando su imponente estatura para dominar la situación, mientras dirigía una mirada firme al hombre. Si había algo más en juego, lo descubriría, pero no estaba dispuesto a seguir ese extraño juego, que tampoco sabía dónde le podía llevar.
—Necesito respuestas —dijo con voz autoritaria, dando un paso hacia el cartero. El tono juguetón y la atmósfera de incomodidad debían terminar —Tienes algo que ocultar, y no me importa lo que sea, pero esto no es un juego —añadió, endureciendo su expresión.
Lo cierto era que, consiguiese sacarle algo de información o no, después de escuchar al cartero el escualo saldría de allí abriendo la puerta y devolviendo la llave a su sitio original, la cerradura. Aquello era tan complejo como extraño para el gyojin. ¿Aquél cartero era en realidad una mujer haciéndose pasar por un hombre? ¿O un hombre que se vestía de mujer? ¿Y por qué haría eso un humano? El vestirse de otro sexo podía ser una tradición en la superficie, pero bajo el agua se hacía únicamente en algún contexto jovial y poco más.
Anonadado y ciertamente agotado mentalmente, el habitante del mar salió de la habitación y se fue hasta la salida más próxima, en busca de algo de aire para poder respirar y procesar todo lo que había vivido. ¿Acaso le creerían cuando lo contase? Seguro que la brigada hacía algún tipo de broma con esa información. O lo que sería aún peor, quizá se ganase algún mote nuevo que no entendería.
Y entonces, entre pensamientos y pesadillas en vida, llegó el momento de tomar una decisión. Conociendo a Camille, seguro que se había ido a por otra pista. Quizá una que le hubiese dicho el viejo o puede que alguna corazonada, así que no tenía mucho sentido volver a la zona de archivos, y mucho menos si cabía la posibilidad de quedarse solo allí, con más papeles rondando sus manos y poniendo la misma cara que fingía siempre, haciéndose le interesante mientras seguía líneas de letras y palabras que no podía descifrar.
Un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo mientras se incorporaba de nuevo. Avanzó hacia fuera, alejándose unos metros de la entrada principal de la base marina, y allí se sentó en un banco. Empezó a pensar y debatió consigo mismo si realmente estaba siguiendo bien las pistas.
Quizá, después de todo, la marina no fuese su lugar. Se sentía tremendamente inútil rodeado de tanta documentación, donde las palabras cobraban una importancia mucho mayor que los hechos, y en la que buscar a una simple persona tenía una complejidad demasiado alta. Bufó mientras seguía pensando, rezando por dar con la tecla o al menos con una pista antes de que Camille le viese.
Al abrir el armario, no encontró a nadie escondido, pero el contenido lo hizo fruncir el ceño. Ropa de mujer, pelucas y más cosas que no encajaban con la excusa del cartero. Sumado a las revistas con imágenes de minks y gyojins en paños menores, todo se volvía aún más perturbador. ¿Qué clase de vida llevaba este hombre cuando no estaba entregando correo? ¿Acaso el correo era una tapadera?
Mientras el tiburón trataba de asimilar todo, el cartero salió del baño, ya vestido con su uniforme. Octojin lo observó atentamente, esperando alguna reacción que explicara el caos en la habitación. Lo que no esperaba era la respuesta que recibió.
La mano del cartero se deslizó por sus pectorales, en un gesto sugerente que hizo que todo el cuerpo del gyojin se tensara. Octojin no estaba preparado para ese desenlace. Su mente intentó procesar lo que acababa de suceder mientras sentía un impulso instintivo de apartarse, pero sus pies parecían enraizados al suelo por el desconcierto.
El escualo había tenido innumerables batallas, se había pegado con bestias que le doblegaban en tamaño, con tipos de inconmensurable fuerza, con razas distintas y extravagantes, y nunca se había quedado petrificado como en aquella ocasión. Solo allí, ante la pose seductora del cartero de la base marina que había tenido como entretenimiento recorrer su mano por el cuerpo del gyojin de una manera seductora. Si bien su cuerpo no reaccionaba, su cara mostraba un semblante de auténtico desconcierto.
"¿Qué demonios está pasando aquí?", pensó Octojin mientras veía la expresión del cartero, que claramente había cambiado de tono. El gyojin no estaba familiarizado con este tipo de situaciones. Había visto muchas cosas en sus viajes, pero aquello... aquello era algo nuevo. Y ciertamente no sabía cómo reaccionar.
El habitante del mar respiró profundamente, recuperando el control de la situación mientras seguía notando la mano del humano sobre su pecho. La habitación era pequeña, y no había ningún peligro inmediato, pero aquello había escalado de una manera muy extraña.
—No me interesa quedarme encerrado aquí —respondió Octojin, con una voz baja y firme, mientras apartaba la mano del cartero de su pecho con delicadeza, pero con una clara intención de poner distancia entre ambos.
—Estoy aquí por trabajo —añadió con seriedad, con sus ojos recorriendo nuevamente la habitación, esta vez de manera más fría y calculadora. Las piezas del rompecabezas no encajaban, ni a la fuerza, pero ya no le importaba. El cartero estaba ocultando algo, eso estaba claro. Y si no era una mujer, entonces ¿qué más podría estar escondiendo?
El tiburón se enderezó, aprovechando su imponente estatura para dominar la situación, mientras dirigía una mirada firme al hombre. Si había algo más en juego, lo descubriría, pero no estaba dispuesto a seguir ese extraño juego, que tampoco sabía dónde le podía llevar.
—Necesito respuestas —dijo con voz autoritaria, dando un paso hacia el cartero. El tono juguetón y la atmósfera de incomodidad debían terminar —Tienes algo que ocultar, y no me importa lo que sea, pero esto no es un juego —añadió, endureciendo su expresión.
Lo cierto era que, consiguiese sacarle algo de información o no, después de escuchar al cartero el escualo saldría de allí abriendo la puerta y devolviendo la llave a su sitio original, la cerradura. Aquello era tan complejo como extraño para el gyojin. ¿Aquél cartero era en realidad una mujer haciéndose pasar por un hombre? ¿O un hombre que se vestía de mujer? ¿Y por qué haría eso un humano? El vestirse de otro sexo podía ser una tradición en la superficie, pero bajo el agua se hacía únicamente en algún contexto jovial y poco más.
Anonadado y ciertamente agotado mentalmente, el habitante del mar salió de la habitación y se fue hasta la salida más próxima, en busca de algo de aire para poder respirar y procesar todo lo que había vivido. ¿Acaso le creerían cuando lo contase? Seguro que la brigada hacía algún tipo de broma con esa información. O lo que sería aún peor, quizá se ganase algún mote nuevo que no entendería.
Y entonces, entre pensamientos y pesadillas en vida, llegó el momento de tomar una decisión. Conociendo a Camille, seguro que se había ido a por otra pista. Quizá una que le hubiese dicho el viejo o puede que alguna corazonada, así que no tenía mucho sentido volver a la zona de archivos, y mucho menos si cabía la posibilidad de quedarse solo allí, con más papeles rondando sus manos y poniendo la misma cara que fingía siempre, haciéndose le interesante mientras seguía líneas de letras y palabras que no podía descifrar.
Un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo mientras se incorporaba de nuevo. Avanzó hacia fuera, alejándose unos metros de la entrada principal de la base marina, y allí se sentó en un banco. Empezó a pensar y debatió consigo mismo si realmente estaba siguiendo bien las pistas.
Quizá, después de todo, la marina no fuese su lugar. Se sentía tremendamente inútil rodeado de tanta documentación, donde las palabras cobraban una importancia mucho mayor que los hechos, y en la que buscar a una simple persona tenía una complejidad demasiado alta. Bufó mientras seguía pensando, rezando por dar con la tecla o al menos con una pista antes de que Camille le viese.