Tenka
Anticuario
24-09-2024, 01:47 PM
Creí que aquel bosque sería un buen lugar para alejarme de los eventos “recientes” en Ginebra Blues, sin embargo, un olor a quemado me devolvía a aquel pasado familiar en las islas de los Blackmore. Había visto la humareda elevarse entre los árboles hace no mucho y, ahora, podía observar, y oler, a los implicados.
Caminaban, apresurados, por el mismo sendero por el que un grupo de ‘muy poco sutiles bandidos’ habían pasado hacía no mucho tiempo. No pude ver a aquellos ‘maleantes’ en detalle, la foresta me lo impidió. Pero la forma de hablar, caminar y heder que tenían era inconfundible. Al contrario que mis dos ‘amigos’, que, más allá de su olor a humo, parecían gentes con un mínimo de decencia. Al fin y al cabo parecían ir tras los bandidos.
No seré yo nadie para juzgar a un bandido, pero aún así diré que un pirata es mejor que un bandido, y, como pirata, veo con buenos ojos al que los persigue. Tal vez, de forma casual, se trataba de piratas. Y, además, minks. Un conejo y un… ¿Lobo? Siempre me hago un lío con los cánidos. Al fin y al cabo, me confunden con un perro, lobo, ¿COYOTE? Tal vez razón no les falta. Pero, desde luego, aquello era un conejo. Eso sí.
Me acerqué, invisible. De alguna manera, casual o no, parecieron detectarme. Los vi otear la espesura, cuchichear y, finalmente, el lobo/cánido/loquefuese se aproximó a un lateral del sendero. Era justo el lado opuesto al que yo me encontraba. El muy bruto cargó un puño y lo lanzó contra un árbol como si no hubiera un mañana. El pino, que es lo que era (o no, no se nada de árboles) se estremeció de tal manera, que no quedó corteza en toda su altura que no saltara por los aires. Y junto a esta, desde la copa, un hombre, con pinta de “muy poco sutil bandido” cayó a plomo, quedando no muy bien parado, pero vivo, y consciente. Bueno, casi consciente.
Había sido espectacular. Todavía llovían trozos de madera cuando me aproximé un poco más, en silencio. Parecía gente con un objetivo claro, estaban alerta. Puesto que aquel bosque no era el lugar solitario que esperaba encontrar para esconderme, decidí dejarme llevar por el destino.
*De forma automática e inconsciente, acerqué mis manos vacías hacia el cigarro que llevaba en la boca. Hice el gesto de encender el mechero, a pesar de que no lo llevaba. Tome aire como si fumara y sacudí la mano, como haría para apagar el encendedor si lo sostuviera realmente. Todo en un breve instante, de forma espasmódica, con la soltura de quien lo hace 79 veces cada día, sin excepción.*
Intuía una intención honrada, o al menos, no una malvada. Yo entendía que existía una legitimidad en la piratería frente a los actos de un gobierno mundial vil e injusto. Por ello, en esta vida, veía una diferencia clara entre ser perverso y ser insurgente o indomable. Y aquella gente no parecía malintencionada. Aquello me bastaba.
Animado por mi ‘muy poco sensato sentido del heroísmo’, me descubrí con unas palabras, justo al lado del mink conejo.
—Este tiene pinta de bandido—dije mientras me encendía, finalmente, el cigarro. Aliviando mi Tourette—, he visto a su grupo alejarse en esa dirección, ¿os puedo echar una mano?
Caminaban, apresurados, por el mismo sendero por el que un grupo de ‘muy poco sutiles bandidos’ habían pasado hacía no mucho tiempo. No pude ver a aquellos ‘maleantes’ en detalle, la foresta me lo impidió. Pero la forma de hablar, caminar y heder que tenían era inconfundible. Al contrario que mis dos ‘amigos’, que, más allá de su olor a humo, parecían gentes con un mínimo de decencia. Al fin y al cabo parecían ir tras los bandidos.
No seré yo nadie para juzgar a un bandido, pero aún así diré que un pirata es mejor que un bandido, y, como pirata, veo con buenos ojos al que los persigue. Tal vez, de forma casual, se trataba de piratas. Y, además, minks. Un conejo y un… ¿Lobo? Siempre me hago un lío con los cánidos. Al fin y al cabo, me confunden con un perro, lobo, ¿COYOTE? Tal vez razón no les falta. Pero, desde luego, aquello era un conejo. Eso sí.
Me acerqué, invisible. De alguna manera, casual o no, parecieron detectarme. Los vi otear la espesura, cuchichear y, finalmente, el lobo/cánido/loquefuese se aproximó a un lateral del sendero. Era justo el lado opuesto al que yo me encontraba. El muy bruto cargó un puño y lo lanzó contra un árbol como si no hubiera un mañana. El pino, que es lo que era (o no, no se nada de árboles) se estremeció de tal manera, que no quedó corteza en toda su altura que no saltara por los aires. Y junto a esta, desde la copa, un hombre, con pinta de “muy poco sutil bandido” cayó a plomo, quedando no muy bien parado, pero vivo, y consciente. Bueno, casi consciente.
Había sido espectacular. Todavía llovían trozos de madera cuando me aproximé un poco más, en silencio. Parecía gente con un objetivo claro, estaban alerta. Puesto que aquel bosque no era el lugar solitario que esperaba encontrar para esconderme, decidí dejarme llevar por el destino.
*De forma automática e inconsciente, acerqué mis manos vacías hacia el cigarro que llevaba en la boca. Hice el gesto de encender el mechero, a pesar de que no lo llevaba. Tome aire como si fumara y sacudí la mano, como haría para apagar el encendedor si lo sostuviera realmente. Todo en un breve instante, de forma espasmódica, con la soltura de quien lo hace 79 veces cada día, sin excepción.*
Intuía una intención honrada, o al menos, no una malvada. Yo entendía que existía una legitimidad en la piratería frente a los actos de un gobierno mundial vil e injusto. Por ello, en esta vida, veía una diferencia clara entre ser perverso y ser insurgente o indomable. Y aquella gente no parecía malintencionada. Aquello me bastaba.
Animado por mi ‘muy poco sensato sentido del heroísmo’, me descubrí con unas palabras, justo al lado del mink conejo.
—Este tiene pinta de bandido—dije mientras me encendía, finalmente, el cigarro. Aliviando mi Tourette—, he visto a su grupo alejarse en esa dirección, ¿os puedo echar una mano?