Airgid Vanaidiam
Metalhead
24-09-2024, 04:21 PM
A pesar de la leve desconfianza inicial, la conversación fluía de manera prácticamente natural. Ragnheidr parecía sorprendido ante todas las cosas que conocía el viejo Domsdey, no es que el gigante fuera un ignorante ni mucho menos, sino que él mismo era una persona muy puesta en este tipo de asuntos. Con una red de contactos muhco más grande de lo que el rubio pudiera imaginarse en un primer momento, una que se extendía por casi todas las islas del East Blue. Y es que olía a revolución en Oykot, era un olor que llevaba ya un tiempo macerándose, y ahora él y su grupo se dirigían hacia allí. No sería casualidad, seguramente Tofun ya había hecho su parte del trabajo y les estaría intantando reclutar para sus filas... el anciano esbozó una sonrisilla. Sí que era avispado ese enano. Y desde luego, aquel grupo despertaba una más que especial curiosidad, la suficiente como para que dos revolucionarios veteranos como ellos pusieran a la vez sus ojos en ellos.
— ¿No te suena esa palabra? Hm, a decir verdad, tiene sentido... siempre ha sido una especie de "secreto". — Divagó acerca de los buccaners, dándose cuenta él solo de que el propio hecho de pertenecer a aquella híbrida raza ya suponía un peligro en sí mismo, algo perseguido. Quizás por eso mismo, los pocos que conocía se acabaron volviendo a la revolución. Cuando tu propia existencia era un crimen, resultaba imposible seguir el sistema que te condenaba y juzgaba.
Esbozó una sonrisa de satisfacción cuando escuchó las palabras convencidas de Ragnheidr, tan seguro de sí mismo. Decía que se ocuparía de arreglar el problema de Oykot, y la verdad es que dejaba tan poco espacio a la duda que ni Domsdey se atrevió a rebatirle nada. La verdad es que confiaba en él. — Oh, te creo, te creo. — Soltó una risita, alegre, contento por haber decidido reunirse con él aquel día. Había sido una gran idea, finalmente. Tomó una llave más pequeña y terminó de abrir el baúl que había sacado del mueble. Le tomó su tiempecito, eso sí, el anciano se movía a su propio ritmo, pero entonces desveló ante los azules ojos de Ragnheidr el contenido del mismo. — Estuve en Elbaf hace muchos años... me traje esto de allí, pero creo que estaría mejor en tus manos. — En el interior se podía ver un enorme cuerno vacío, tallado y decorado, con un pequeño forro de cuero que tomaba forma de asa. Era un cuerno para beber, típico de las tierras de los gigantes, solo había que ver el tamaño que tenía. En su juventud, Domsdey recorrió muchas islas, infinidad de ellas, y de cada una siempre trataba conservar algún recuerdo. Aquel día perdería uno de ellos, pero en su interior no le importaba, sabía que no servía de nada tener allí un objeto artesanal tan exquisito cogiendo polvo, completamente olvidado. Quería que Ragnheidr lo tuviera, y que cuando lo usara recordara su tierra a pesar de la distancia.
— ¿No te suena esa palabra? Hm, a decir verdad, tiene sentido... siempre ha sido una especie de "secreto". — Divagó acerca de los buccaners, dándose cuenta él solo de que el propio hecho de pertenecer a aquella híbrida raza ya suponía un peligro en sí mismo, algo perseguido. Quizás por eso mismo, los pocos que conocía se acabaron volviendo a la revolución. Cuando tu propia existencia era un crimen, resultaba imposible seguir el sistema que te condenaba y juzgaba.
Esbozó una sonrisa de satisfacción cuando escuchó las palabras convencidas de Ragnheidr, tan seguro de sí mismo. Decía que se ocuparía de arreglar el problema de Oykot, y la verdad es que dejaba tan poco espacio a la duda que ni Domsdey se atrevió a rebatirle nada. La verdad es que confiaba en él. — Oh, te creo, te creo. — Soltó una risita, alegre, contento por haber decidido reunirse con él aquel día. Había sido una gran idea, finalmente. Tomó una llave más pequeña y terminó de abrir el baúl que había sacado del mueble. Le tomó su tiempecito, eso sí, el anciano se movía a su propio ritmo, pero entonces desveló ante los azules ojos de Ragnheidr el contenido del mismo. — Estuve en Elbaf hace muchos años... me traje esto de allí, pero creo que estaría mejor en tus manos. — En el interior se podía ver un enorme cuerno vacío, tallado y decorado, con un pequeño forro de cuero que tomaba forma de asa. Era un cuerno para beber, típico de las tierras de los gigantes, solo había que ver el tamaño que tenía. En su juventud, Domsdey recorrió muchas islas, infinidad de ellas, y de cada una siempre trataba conservar algún recuerdo. Aquel día perdería uno de ellos, pero en su interior no le importaba, sabía que no servía de nada tener allí un objeto artesanal tan exquisito cogiendo polvo, completamente olvidado. Quería que Ragnheidr lo tuviera, y que cuando lo usara recordara su tierra a pesar de la distancia.