Lobo Jackson
Moonwalker
24-09-2024, 07:00 PM
Dulce era la canción que guiaba los pasos de su desfile en miniatura, una oda a la alegría coreada por las risas infantiles que se hacía oír por encima de la miseria que formaba parte de la infame trinidad, junto a la hambruna y la ruina del Reino de Goa.
Una canción a la que se unió un repentino acompañamiento: el suave y dulce silbar de un instrumento de viento. Un sonido acompasado que llamó la atención del mink, quien miró a su alrededor con curiosidad, sorprendido de que alguien supiera acoplarse a su canción improvisada. No sólo demostraba una gran habilidad melódica, si no que además realzaba y moldeaba el alma de la tonadilla.
Concluyó con un suave rasgueo de las cuerdas y la música se perdió entre las ruinas, donde las notas acabaron posándose entre el polvo y la ceniza. El silencio volvía a reinar en Gray Terminal.
Pronto descubrió la fuente de la armonía: se trataba de un hombre, quien sujetaba una armónica entre sus manos. Dicho hombre miraba al mink con tal intensidad que provocó en Lobo Jackson una extraña sensación de incomodidad en su interior. Y era curioso, porque era un hombre inusualmente hermoso cuya piel parecía ir a juego con las ruinas, compartiendo el mismo tono blanquecino. Y aun así, no había rastro de ceniza o polvo en su impoluto traje de corte sofisticado.
—No es frecuente encontrar algo vivo en este cementerio. — Le dijo el desconocido con intención de entablar conversación.
Pero el mink no contestó de inmediato, se limitó a observar durante un instante al hombre de la armónica. ¿Quién era? ¿Por qué estaba ahí sin más? Desde luego, no parecía formar parte del aderezo de Gray Terminal. Estaba seguro de que se trataba de alguien como él, un desconocido en tierra ajena.
Sintió cierta curiosidad cuando éste se puso en pie, pero llamó su atención el hecho de ver cómo sus ojos pasaban a observar a los niños que aún cantaban a su alrededor, ajenos a la conversación que había comenzado justo por encima de ellos. Como si quisiera protegerlos, el mink dio un par de pasos al frente mientras sujetaba su guitarra.
—Interesante elección de escenario para un recital. — Le preguntó el hombre de la armónica.
A lo cual Lobo Jackson respondió con una amplia sonrisa. — El mejor escenario no es el que tiene el decorado más elaborado-gara. - Tras lo cual colocó sus manos en las cuerdas de la guitarra y tocó despacio de arriba a abajo, sacando un suave sonido alegre que culminó con una pose de su cuerpo, señalando al hombre con el mástil. - Es el que cuenta con el público más dedicado-gara. -
Dando tres giros sobre sí mismo con mucho estilo, se dejó llevar por el animado saltar de los niños, quienes corearon a su alrededor con alegría. - ¿A que sí, pequeñajos-gara? -
A continuación miró al desconocido, ya con mucha más energía. - ¡Se te da muy bien la armónica-gara! Ha sido un acompañamiento muy bonito-gara. Mi nombre es Lobo Jackson, ¿cómo te llamas-gara? -
El mink apenas había prestado atención a lo que ocurría varios metros más adelante, donde la mujer y el hombre compartían una petaca de licor.
Una canción a la que se unió un repentino acompañamiento: el suave y dulce silbar de un instrumento de viento. Un sonido acompasado que llamó la atención del mink, quien miró a su alrededor con curiosidad, sorprendido de que alguien supiera acoplarse a su canción improvisada. No sólo demostraba una gran habilidad melódica, si no que además realzaba y moldeaba el alma de la tonadilla.
Concluyó con un suave rasgueo de las cuerdas y la música se perdió entre las ruinas, donde las notas acabaron posándose entre el polvo y la ceniza. El silencio volvía a reinar en Gray Terminal.
Pronto descubrió la fuente de la armonía: se trataba de un hombre, quien sujetaba una armónica entre sus manos. Dicho hombre miraba al mink con tal intensidad que provocó en Lobo Jackson una extraña sensación de incomodidad en su interior. Y era curioso, porque era un hombre inusualmente hermoso cuya piel parecía ir a juego con las ruinas, compartiendo el mismo tono blanquecino. Y aun así, no había rastro de ceniza o polvo en su impoluto traje de corte sofisticado.
—No es frecuente encontrar algo vivo en este cementerio. — Le dijo el desconocido con intención de entablar conversación.
Pero el mink no contestó de inmediato, se limitó a observar durante un instante al hombre de la armónica. ¿Quién era? ¿Por qué estaba ahí sin más? Desde luego, no parecía formar parte del aderezo de Gray Terminal. Estaba seguro de que se trataba de alguien como él, un desconocido en tierra ajena.
Sintió cierta curiosidad cuando éste se puso en pie, pero llamó su atención el hecho de ver cómo sus ojos pasaban a observar a los niños que aún cantaban a su alrededor, ajenos a la conversación que había comenzado justo por encima de ellos. Como si quisiera protegerlos, el mink dio un par de pasos al frente mientras sujetaba su guitarra.
—Interesante elección de escenario para un recital. — Le preguntó el hombre de la armónica.
A lo cual Lobo Jackson respondió con una amplia sonrisa. — El mejor escenario no es el que tiene el decorado más elaborado-gara. - Tras lo cual colocó sus manos en las cuerdas de la guitarra y tocó despacio de arriba a abajo, sacando un suave sonido alegre que culminó con una pose de su cuerpo, señalando al hombre con el mástil. - Es el que cuenta con el público más dedicado-gara. -
Dando tres giros sobre sí mismo con mucho estilo, se dejó llevar por el animado saltar de los niños, quienes corearon a su alrededor con alegría. - ¿A que sí, pequeñajos-gara? -
A continuación miró al desconocido, ya con mucha más energía. - ¡Se te da muy bien la armónica-gara! Ha sido un acompañamiento muy bonito-gara. Mi nombre es Lobo Jackson, ¿cómo te llamas-gara? -
El mink apenas había prestado atención a lo que ocurría varios metros más adelante, donde la mujer y el hombre compartían una petaca de licor.