Alguien dijo una vez...
Monkey D. Luffy
Digamos que hay un pedazo de carne. Los piratas tendrían un banquete y se lo comerían, pero los héroes lo compartirían con otras personas. ¡Yo quiero toda la carne!
[Común] [Pasado] La Cereza del Pastel
Ubben Sangrenegra
Loki
El peliblanco dejó escapar una ligera risa ante la respuesta que Akari le dio sobre cómo trataba a las personas con tanto respeto debido a su trabajo en la pastelería. La risa, breve pero genuina, iluminó su rostro, y sus ojos dorados se entrecerraron con una expresión de suave diversión. —Oh, entiendo— dijo con una voz amistosa. —Entonces, puedes tratarme de la forma que más te acomode— agregó, manteniendo un tono cálido y sereno. No era prudente presionarla, no tenía intención de forzar una cercanía artificial, y prefería dejar que el ritmo de la conversación fluyera de manera natural. Las cosas, hasta ese momento, estaban yendo bastante bien, y si realmente deseaba dejar un impacto duradero en ella, sería mejor no apresurar las cosas.

Cuando sus dedos rozaron la piel de Akari al apartar el cabello, deslizando el mechón detrás de su oreja, el contacto fue breve, pero suficiente para sentir la calidez y la suavidad de su piel, como la seda bajo sus dedos. La reacción de la joven no se hizo esperar; un rubor encantador se extendió por sus mejillas, y sus ojos avellana brillaron con un nerviosismo que la hacía ver aún más adorable a los ojos del bribón. El peliblanco se sintió embriagado por aquella mezcla de timidez, agrado y sorpresa que se reflejaba en el rostro de Akari. En ese instante, supo que podría pasar toda la noche realizando pequeños gestos caballerosos solo para ver esa expresión que combinaba gratitud, simpatía y una pizca de vergüenza. Cuando llegó el momento del brindis, Ubben no pudo evitar notar la mueca que hizo Akari al probar el vino. La ligera arruga que apareció en su frente, el pequeño fruncir de sus labios, todo indicaba que no estaba disfrutando el sabor del vino tanto como él esperaba. El peliblanco guardó ese detalle en su memoria; saber los gustos de la persona con la que compartía la velada era un paso crucial para conectar a un nivel más profundo.

Sin embargo, la atmósfera se tensó un poco cuando, en un gesto más atrevido, Ubben usó su pulgar para limpiar unas pequeñas migas que habían quedado en los labios de Akari. El contacto, tan íntimo y personal, pareció congelarla. El brillo en los ojos de la pelinegra cambió, reflejando un torbellino de nerviosismo y sorpresa que el peliblanco supo reconocer al instante. —Demasiado rápido— pensó, dándose cuenta de que había cruzado una línea que, si bien no estaba marcada, era claramente perceptible para ella. Retiró su mano con suavidad y esbozó una expresión de aparente vergüenza, bajando la mirada por un momento como si estuviera genuinamente apenado por su atrevimiento. —Perdón si te incomodé, no fue mi intención— dijo con un tono avergonzado, aunque en el fondo sabía que era una actuación perfectamente ejecutada.

Poco a poco, la tensión se disipó cuando la conversación giró hacia la música, y la reacción de Akari fue inmediata y revitalizante. Sus ojos se iluminaron, el brillo nervioso fue reemplazado por una chispa de entusiasmo que contagió incluso al peliblanco. —A mí también me gusta la música clásica— respondió, permitiendo que su voz se suavizara, como si acariciara las palabras con cada sílaba. —Principalmente conozco piezas de guitarra y de cello, pero...— Hizo una pausa, y un dejo de melancolía pasó por sus ojos dorados. —Desde que se rompió mi cello, no he tenido tiempo de comprar uno nuevo— confesó, permitiendo que la honestidad se colara en sus palabras. Era raro que el peliblanco se mostrara tan sincero, pero la música siempre había sido un refugio, un espacio donde podía ser él mismo sin las máscaras que solía usar.  —En cuanto a cantar... bueno, soy más de los cantos de marinero, esos que se cantan para pasar el rato en alta mar –dijo con una sonrisa que destilaba humildad— pero si tengo una guitarra conmigo, puedo interpretar casi de todo –añadió, encogiéndose de hombros de manera casual. No pretendía impresionar, simplemente compartía una parte de sí mismo que, en circunstancias normales, mantenía oculta.

La verdad, sí— continuó, llevando la copa a sus labios y disfrutando un sorbo de vino —Disfruto bastante las emociones que la música puede evocar. Pero lo que más me gusta...— Hizo una breve pausa, buscando las palabras adecuadas, y cuando las encontró, su voz se volvió más suave, casi como un susurro —Es cómo conecta corazones al compartirla. Como si cada ligado en la melodía fuese una pequeña hebra de lana que nos envuelve, como si cada silencio en la partitura fuese una mirada cómplice que se entrecruza...— Sus ojos se clavaron en los de Akari, y en ese momento, todo lo demás dejó de existir. —Como si cada trino fuese un delicado y tímido beso secreto entre los pentagramas...— culminó, dejando que sus palabras resonaran en el aire. Era raro que dejara ver su lado poético, pero en esta ocasión, había algo en la mirada de Akari que lo invitaba a ser genuino, aunque solo fuera por un instante.

El mesero regresó con los platos, y el segundo brindis fue conciso. Akari chocó su copa con la de Ubben, lo que le arrancó una sonrisa complacida. Sin embargo, él no había olvidado la mueca que ella hizo al probar el vino por primera vez. —Quizá un vino blanco ligero no fue la mejor opción para acompañar los ravioles...— comentó, llevándose una mano al mentón en un gesto pensativo. —Tal vez algo dulce, como tú— agregó con un tono travieso —¿qué te parece un Late Harvest?— preguntó, sugiriendo cambiar su vino por algo que pudiera disfrutar más. No todo el mundo tenía que compartir su amor por el vino, y lo entendía perfectamente. A medida que ambos disfrutaban de la comida, la conversación seguía fluyendo de manera natural. Los gestos de Akari, sus pequeñas sonrisas, y la forma en que sus labios se movían mientras masticaba eran detalles que el peliblanco absorbía con atención, como si estuviera tratando de memorizar cada uno de sus movimientos. —¿Sabes si hay algún luthier o tienda que venda instrumentos musicales en la isla?— preguntó Ubben de repente, buscando un nuevo tema de conversación que pudiera ser de interés para ambos. —Podríamos ir a echar un vistazo. Con un poco de suerte, podría comprar un cello y algunas partituras para tocar juntos— añadió con naturalidad, como si comprar un instrumento no fuera algo extraordinario o costoso. 

Finalmente, el peliblanco se inclinó un poco hacia ella, con una sonrisa calmada y sugerente. —Conozco un claro en el bosque, bastante bonito, donde podríamos relajarnos y tocar música después de cenar— propuso, su voz era un susurro que prometía una experiencia más íntima y personal. Esperaba poder compartir un momento en el que no tuvieran que preocuparse por la mirada de los demás, un momento donde ambos pudieran dejarse llevar por la magia de la música.
#17


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RE: [Pasado] La Cereza del Pastel - por Akari - 28-08-2024, 12:30 AM
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