Hay rumores sobre…
... una plaga de ratas infectadas por un extraño virus en el Refugio de Goat.
[Aventura] [Tier 4] Percival en la Villa de las Maravillas (Petición de Akuma)
Percival Höllenstern
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— Felicidades, me sueltas desde el cielo... y esperas que te lo agradezca — es lo único que pude comentar al aire mientras mi mente aún procesaba la caída que sucedía, un descenso que carecía de sentido.
Al menos, esta vez no había dolor. Solo un vacío blanco, un abismo que parecía no tener fin. Cuando finalmente toqué fondo, fue en una butaca blanca, suave, envolvente, tan desconcertante como el lugar mismo. Todo era blanco, cada rincón cubierto de una elegancia que me resultaba casi opresiva y excesiva.


Ante mí, una mesa larga, impecable, repleta de aperitivos, con una taza vacía esperando frente a mí, como si fuera un invitado distinguido. Y allí estaba ella, la mujer de cabello plateado, su presencia tan ajena como familiar. Su tono relajado, casi amistoso, me irritaba profundamente. Después de todo lo que he pasado, de todo lo que he visto, su apariencia era casi lo menos llamativo de la psicodélica estancia en este lugar.
 Cada palabra que salía de su boca era una provocación disfrazada de cortesía, como si disfrutara con mi confusión.

Mis ojos seguían el movimiento de la taza de té en sus manos. Al final había conseguido llegar, tal cual había dicho. Como si todo el infierno por el que pasé no fuera más que un trámite para ella. Pero lo que más me molestaba no era ella, sino el conejo. Ese maldito conejo que me había guiado hasta aquí. Allí estaba, como si su presencia fuera de lo más natural, sirviendo té con una tranquilidad que me exasperaba, impávido ante el paso del tiempo que tanto me había costado.

Miré al conejo con atención, observando cómo vertía el líquido con una calma exagerada. Nada en esta escena tenía sentido. No me molesté en tocar la taza. La experiencia me había enseñado que las trampas más sutiles son siempre las más letales. 

Mis dedos apenas rozaron la mesa mientras mi mirada se mantuvo fija en la mujer. Algo en su manera de hablar me ponía en guardia. Había una arrogancia sutil en sus gestos, una certeza de que todo estaba bajo su control.

Tomé un momento para escudriñar el ambiente. La perfección del blanco era inquietante. No había sombras, o al menos, eran tan leves que casi no existían. Como si todo estuviera bañado por una luz tan intensa que no permitía que nada se ocultara. Sin embargo, sabía que las apariencias engañaban. Detrás de esa blancura aséptica, había secretos esperando ser revelados. Ella se sentía cómoda aquí, como si todo esto fuera una extensión de sí misma, cada detalle cuidadosamente diseñado como si de una retorcida mueca de perfeccionismo se tratara.

El conejo, Alfonso tal cual lo habían llamado, desapareció tan rápido como había aparecido. Nunca me habían gustado los mink, así que fue algo que relajó el viciado ambiente levemente. Parecía otro desafío en esta maquinaria perversa y onírica.

Mientras ella daba otro sorbo de té, me limité a observarla. Podía sentir que estaba probando mis límites, midiendo mi paciencia. Ya había estado en situaciones tensas antes, pero siempre sabía que, tarde o temprano, el golpe llegaría. Así que me hice levemente a la situación y procedí con cierto disimulo.

Su sonrisa me resultó burlona, y sentí algo de mi revelado, como si mis pensamientos fueran un libro abierto para ella. Me irritaba profundamente que pareciera comprender más de lo que debía, como si jugara con ventaja desde el principio, pero al mismo tiempo había dado por hecho quizá demasiado de mí.

Me contestó, con esa voz que me sonaba melosa, condescendiente, como si estuviera hablando con un niño que no entendía nada, pero al mismo tiempo mordaz como un látigo. Tras ello, me coronó como invitado, como si esto no fuera más que mero protocolo para ella y hubiera dispuesto su mejor cubertería para el acto.

Las palabras rebotaron en mi mente, pero no de la manera que ella pretendía. Toda mi vida había sido una sombra, movido por fuerzas invisibles, arrastrado por manos crueles que siempre buscan manipular. Claramente, las palabras dulces y zalameras eran un veneno que ya había probado y que no tenía el efecto esperado en mí.

Todo había que decirlo, a pesar de que sus palabras resonaban como las de una anciana, quizá incluso una bruja, su apariencia se mantenía esbelta y joven, totalmente alejada de la belleza terrenal que las muchachas cotidianas destacan, si no que en todo ella se reflejaba un ambiente etéreo y casi feérico...

Señorita, curiosa es la maraña de trampas que ha tejido como una araña para que alguien pueda visitarla— destaqué con cierta picardía burlona, que se resaltaba más ante el hecho de mis heridas y de la situación acuciante que había sucedido. — ¿Sabe qué? Normalmente, no haría esto, pero esta noche ha sido muy larga, así que voy a aceptarle ese té y si me permite, alguna otra fruslería— comenté finalizando, mientras tomaba la taza y, olfateándola durante unos instantes, casi como una costumbre olvidada, di un largo y, finalmente, calmado sorbo.
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RE: [Tier 4] Percival en la Villa de las Maravillas (Petición de Akuma) - por Percival Höllenstern - 24-09-2024, 11:19 PM

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