Silver D. Syxel
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25-09-2024, 02:03 AM
La atmósfera en el palco era opresiva. El aire estaba cargado de una mezcla de tensión y asco que hacía casi imposible respirar con calma. Silver observaba el espectáculo que se desarrollaba frente a él con los puños apretados, las uñas clavándose en la palma de su mano mientras intentaba contener el furioso impulso que recorría su cuerpo. La imagen de los niños gyojin, arrastrados como si fueran mercancía, resonaba en su memoria con demasiada claridad. Era una escena que conocía bien, demasiado bien.
Las palabras del subastador se le clavaban como agujas. Cada insulto y desprecio que lanzaba a los esclavos removía un torrente de emociones dentro del capitán. Un niño fuerte. Una niña que solo sabe cocinar. ¿Qué clase de monstruo podía disfrutar de algo así? Su mandíbula se tensó, y durante un segundo, consideró desenfundar su sable y empezar a cortar cabezas. Las cadenas de su pasado se cernían sobre él con una fuerza abrumadora, como si jamás se las hubiera quitado.
Miró de reojo a Balagus, seguro de que el gigante sentía algo similar. El resentimiento de su compañero debía estar creciendo ante semejante crueldad. Ninguno de los dos podía ignorar lo que ocurría. Ambos habían vivido la pesadilla de la esclavitud, y ver a esos niños sufrir un destino tan familiar despertaba una furia difícil de contener.
Pero lanzarse a matar sin más los condenaría. Necesitaba mantener la cabeza fría. Apretó los dientes, obligándose a recordar su papel. No eran solo dos hombres en esa subasta; estaban en el centro del peligro, rodeados de guardias y enemigos invisibles. Un error pondría en riesgo no solo sus vidas, sino también las de los esclavos.
—Esto no puede seguir así —murmuró para sí mismo, con la voz apenas contenida.
Debían pensar en un plan: liberar a los esclavos, detener la subasta y asesinar a los responsables. Pero la pregunta seguía en el aire: ¿cómo proceder? Necesitaban identificar a los guardias, encontrar sus puntos débiles y, sobre todo, coordinarse sin levantar sospechas. Syxel luchaba por mantener el control en ese momento, sabiendo que Balagus estaba a punto de explotar. Aunque la ira lo consumía a él también, tendría que ser quien mantuviera la calma.
El capitán echó un vistazo a su alrededor, evaluando la situación con rapidez. Sentarse y esperar no era una opción. Debían actuar, pero con cabeza fría. Antes de cualquier movimiento, necesitaban información. No conocían la disposición de los guardias ni quiénes eran los responsables de ese cruel espectáculo. Lanzar un ataque a ciegas sería un error fatal.
—Aguanta un poco más, compañero, —murmuró, inclinándose hacia Balagus. La tensión en la voz del capitán era palpable, pero su mirada transmitía una determinación férrea—. Valdrá la pena. Necesito que estés listo. Cuando te dé la señal, podrás empezar a aplastar cabezas.
Le estaba pidiendo paciencia, algo que sabía que no era fácil para el gigante, pero no había otra opción. La rabia se filtraba en cada pensamiento de Silver, pero sabía que una explosión prematura lo arruinaría todo.
Con sigilo, el capitán comenzó a moverse, tratando de escabullirse del palco sin levantar sospechas. Necesitaba averiguar más sobre la seguridad del lugar. Cada paso que daba estaba cargado de tensión, pero su agilidad le permitiría deslizarse entre las sombras sin ser detectado. El tiempo corría en su contra, pero cuanto más supiera sobre sus enemigos, más letal sería el golpe que estaban por asestar.
Las palabras del subastador se le clavaban como agujas. Cada insulto y desprecio que lanzaba a los esclavos removía un torrente de emociones dentro del capitán. Un niño fuerte. Una niña que solo sabe cocinar. ¿Qué clase de monstruo podía disfrutar de algo así? Su mandíbula se tensó, y durante un segundo, consideró desenfundar su sable y empezar a cortar cabezas. Las cadenas de su pasado se cernían sobre él con una fuerza abrumadora, como si jamás se las hubiera quitado.
Miró de reojo a Balagus, seguro de que el gigante sentía algo similar. El resentimiento de su compañero debía estar creciendo ante semejante crueldad. Ninguno de los dos podía ignorar lo que ocurría. Ambos habían vivido la pesadilla de la esclavitud, y ver a esos niños sufrir un destino tan familiar despertaba una furia difícil de contener.
Pero lanzarse a matar sin más los condenaría. Necesitaba mantener la cabeza fría. Apretó los dientes, obligándose a recordar su papel. No eran solo dos hombres en esa subasta; estaban en el centro del peligro, rodeados de guardias y enemigos invisibles. Un error pondría en riesgo no solo sus vidas, sino también las de los esclavos.
—Esto no puede seguir así —murmuró para sí mismo, con la voz apenas contenida.
Debían pensar en un plan: liberar a los esclavos, detener la subasta y asesinar a los responsables. Pero la pregunta seguía en el aire: ¿cómo proceder? Necesitaban identificar a los guardias, encontrar sus puntos débiles y, sobre todo, coordinarse sin levantar sospechas. Syxel luchaba por mantener el control en ese momento, sabiendo que Balagus estaba a punto de explotar. Aunque la ira lo consumía a él también, tendría que ser quien mantuviera la calma.
El capitán echó un vistazo a su alrededor, evaluando la situación con rapidez. Sentarse y esperar no era una opción. Debían actuar, pero con cabeza fría. Antes de cualquier movimiento, necesitaban información. No conocían la disposición de los guardias ni quiénes eran los responsables de ese cruel espectáculo. Lanzar un ataque a ciegas sería un error fatal.
—Aguanta un poco más, compañero, —murmuró, inclinándose hacia Balagus. La tensión en la voz del capitán era palpable, pero su mirada transmitía una determinación férrea—. Valdrá la pena. Necesito que estés listo. Cuando te dé la señal, podrás empezar a aplastar cabezas.
Le estaba pidiendo paciencia, algo que sabía que no era fácil para el gigante, pero no había otra opción. La rabia se filtraba en cada pensamiento de Silver, pero sabía que una explosión prematura lo arruinaría todo.
Con sigilo, el capitán comenzó a moverse, tratando de escabullirse del palco sin levantar sospechas. Necesitaba averiguar más sobre la seguridad del lugar. Cada paso que daba estaba cargado de tensión, pero su agilidad le permitiría deslizarse entre las sombras sin ser detectado. El tiempo corría en su contra, pero cuanto más supiera sobre sus enemigos, más letal sería el golpe que estaban por asestar.