Silver D. Syxel
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25-09-2024, 02:30 AM
El crujido de la madera al romperse fue seguido por el golpe sordo de un cuerpo cayendo desde las ramas del árbol seco. Trozos de corteza aún flotaban en el aire mientras el bandido, maltrecho y desorientado, se arrastraba torpemente por el suelo polvoriento, tosiendo y jadeando por el impacto. Con la ropa sucia y maltratada, su aspecto desaliñado revelaba que no era más que un simple bandido, alguien de poca importancia, aunque su misión era clara: había estado vigilando los movimientos de los aventureros.
Aún aturdido, el hombre intentaba ganar algo de distancia, retrocediendo lentamente, hasta que la sombra de King y Alexander lo envolvió. El miedo en sus ojos era evidente, incapaz de levantarse ni de huir. Lo habían descubierto y estaba completamente a merced de los dos piratas.
Antes de que pudieran interrogar al hombre, un nuevo sonido quebró el tenso silencio del bosque. Una voz surgió, calmada pero inesperada, desde el borde de las sombras.
—Este tiene pinta de bandido —dijo una figura que se materializó repentinamente al lado de King, con un cigarro encendido entre los labios—. He visto a su grupo alejarse en esa dirección —añadió, señalando con un leve gesto hacia la lejana fogata, apenas visible entre los árboles—. ¿Os puedo echar una mano?
El mink zorro que acababa de aparecer tenía un aire relajado, como si no estuviera particularmente preocupado por la situación. Su pelaje rojizo destacaba entre la ceniza y el hollín del bosque moribundo, y la naturalidad con la que se había presentado indicaba que no les veía como enemigos. O al menos no le preocupaban. Sin embargo, la encrucijada era clara: ¿Confiarían en este extraño o preferirían mantenerlo a distancia, dado lo delicada que era la situación?
Las palabras de Tenka quedaban flotando en el aire cuando el bandido, aún tirado en el suelo, intentó retroceder un poco más. Pero el sonido distante de una conversación rompió la tensión. Voces apagadas, provenientes de la dirección de la fogata, llegaban con el viento. Aparentemente, los demás bandidos aún no sabían que su vigía había sido derribado, pero los aventureros no podían darse el lujo de relajarse.
El campamento seguía a cierta distancia, pero ahora se podía distinguir claramente que dos figuras se estaban separando del grupo principal, moviéndose hacia ellos. Seguramente, venían a verificar la situación de su compañero. Sus pasos crujían entre la maleza, y las risas despreocupadas delataban que aún no estaban alertados de lo ocurrido. Pero si encontraban a su compañero tendido en el suelo, la situación cambiaría.
Los piratas debían actuar rápido. Con el bandido atrapado a sus pies y la aparición inesperada del mink zorro, el momento de decidir había llegado. ¿Interrogarían al prisionero antes de que sus compañeros llegaran? ¿Confiarían en Tenka lo suficiente como para incluirlo en sus planes? ¿Optarían por el sigilo o preferirían preparar una emboscada? Las opciones estaban abiertas, pero el tiempo no jugaba a su favor.
Aún aturdido, el hombre intentaba ganar algo de distancia, retrocediendo lentamente, hasta que la sombra de King y Alexander lo envolvió. El miedo en sus ojos era evidente, incapaz de levantarse ni de huir. Lo habían descubierto y estaba completamente a merced de los dos piratas.
Antes de que pudieran interrogar al hombre, un nuevo sonido quebró el tenso silencio del bosque. Una voz surgió, calmada pero inesperada, desde el borde de las sombras.
—Este tiene pinta de bandido —dijo una figura que se materializó repentinamente al lado de King, con un cigarro encendido entre los labios—. He visto a su grupo alejarse en esa dirección —añadió, señalando con un leve gesto hacia la lejana fogata, apenas visible entre los árboles—. ¿Os puedo echar una mano?
El mink zorro que acababa de aparecer tenía un aire relajado, como si no estuviera particularmente preocupado por la situación. Su pelaje rojizo destacaba entre la ceniza y el hollín del bosque moribundo, y la naturalidad con la que se había presentado indicaba que no les veía como enemigos. O al menos no le preocupaban. Sin embargo, la encrucijada era clara: ¿Confiarían en este extraño o preferirían mantenerlo a distancia, dado lo delicada que era la situación?
Las palabras de Tenka quedaban flotando en el aire cuando el bandido, aún tirado en el suelo, intentó retroceder un poco más. Pero el sonido distante de una conversación rompió la tensión. Voces apagadas, provenientes de la dirección de la fogata, llegaban con el viento. Aparentemente, los demás bandidos aún no sabían que su vigía había sido derribado, pero los aventureros no podían darse el lujo de relajarse.
El campamento seguía a cierta distancia, pero ahora se podía distinguir claramente que dos figuras se estaban separando del grupo principal, moviéndose hacia ellos. Seguramente, venían a verificar la situación de su compañero. Sus pasos crujían entre la maleza, y las risas despreocupadas delataban que aún no estaban alertados de lo ocurrido. Pero si encontraban a su compañero tendido en el suelo, la situación cambiaría.
Los piratas debían actuar rápido. Con el bandido atrapado a sus pies y la aparición inesperada del mink zorro, el momento de decidir había llegado. ¿Interrogarían al prisionero antes de que sus compañeros llegaran? ¿Confiarían en Tenka lo suficiente como para incluirlo en sus planes? ¿Optarían por el sigilo o preferirían preparar una emboscada? Las opciones estaban abiertas, pero el tiempo no jugaba a su favor.