Suzuka D. Hanami
Dragón Floreciente
25-09-2024, 02:48 AM
Percival estaba demostrando que como advirtió al mayordomo cuando llegaron a la mansión al principio, la paciencia no era una de sus virtudes. Pero eso no parecía importunar en lo más mínimo a la mujer. La misma miraba con cierta melancolía el ímpetu y espíritu que desbordaba el chico. Le traía recuerdos de ella misma cuando era joven, unos tiempos que ya nunca volverán más allá de esta ilusión.
El chico fue directo al grano, vino hasta este pueblo en busca de un poder según las pistas que tanto le costaron obtener. Y ese poder es lo único que quería ahora, ni preguntas, ni mentiras, nada de florituras o invenciones, genuino poder y estaba dispuesto a pagar el precio que hiciera falta. Ya el llegar hasta esa sala habían sido demasiados rodeos como para que el chico estuviera dispuesto a realizar un teatrillo de cordial hora del te.
- Veo que eres un chico que va directo al grano, bueno no importa, ya lo imaginaba y tienes razón que el tiempo ya se escapa - La mujer dejo su taza de te en la mesa y chasqueo los dedos - Alfonso, trae la recompensa de nuestro invitado - El conejo mayordomo volvió a mostrarse acercándose a uno de los armarios blancos como el marfil, abriendo el mismo demostrando que no todo era un fondo pintado de blanco, sacando una pequeña caja de su interior, se la llevo hasta su señora un momento la cual discretamente abrió las clavijas que mantenían la caja cerrada y examino su contenido un momento, tras lo cual asintió - Bien, entrégaselo - El conejo marcharía con la elegancia y serenidad que le caracterizaban dejando en la mesa frente a Percival.
- Ahí tienes el poder que tanto ansias - Aunque conforme decía eso la mente de Percival comenzaba a desvanecerse un poco - Pero no tienes permitido abrir la caja hasta el amanecer - Los ojos pesaban en el joven y su cabeza comenzaba a opacarse solo pudiendo escuchar bien, más no ver o moverse - Se más cuidadoso con lo que bebes, aunque lo hice porque imagine que no querías tomar el te conmigo - La mujer tomo su taza una ultima vez - Aunque ha sido muy breve, has logrado acompañarme en mi ultima hora del te, te lo agradezco - Percival se terminaría por desmayar producto del somnífero que se deposito en el te - Espero que tu sepas darle un buen uso a ese poder...
Las horas habrían pasado y Percival se despertaría tras un sueño inducido reparador con los rayos del sol golpeando su cara. Los mismos se filtraban por un ventanal bastante grande que iluminaba una habitación modesta, sin mucho decorado más que un par de armarios vacíos, un tocador y una cama en la que había dormido el joven, en la cama junto a él se encontraba la misma caja que le entregaron en aquella blanca sala. La habitación parecía claramente en desuso, pero aun así se encontraba muy limpia, la cama tenia sabanas recientemente puestas, aunque dada la época solo dejaron a Percival dormir encima sin taparlo.
Por otro lado esa caja era una blanca con bisagras y anclajes dorados que la mantenían cerrada, aunque tan solo se requeriría de un ligero movimiento de dedos para que se abriera con un sutil click. Aguardando en el interior de dicha caja un fruto de patrones espirales muy peculiar.
El chico fue directo al grano, vino hasta este pueblo en busca de un poder según las pistas que tanto le costaron obtener. Y ese poder es lo único que quería ahora, ni preguntas, ni mentiras, nada de florituras o invenciones, genuino poder y estaba dispuesto a pagar el precio que hiciera falta. Ya el llegar hasta esa sala habían sido demasiados rodeos como para que el chico estuviera dispuesto a realizar un teatrillo de cordial hora del te.
- Veo que eres un chico que va directo al grano, bueno no importa, ya lo imaginaba y tienes razón que el tiempo ya se escapa - La mujer dejo su taza de te en la mesa y chasqueo los dedos - Alfonso, trae la recompensa de nuestro invitado - El conejo mayordomo volvió a mostrarse acercándose a uno de los armarios blancos como el marfil, abriendo el mismo demostrando que no todo era un fondo pintado de blanco, sacando una pequeña caja de su interior, se la llevo hasta su señora un momento la cual discretamente abrió las clavijas que mantenían la caja cerrada y examino su contenido un momento, tras lo cual asintió - Bien, entrégaselo - El conejo marcharía con la elegancia y serenidad que le caracterizaban dejando en la mesa frente a Percival.
- Ahí tienes el poder que tanto ansias - Aunque conforme decía eso la mente de Percival comenzaba a desvanecerse un poco - Pero no tienes permitido abrir la caja hasta el amanecer - Los ojos pesaban en el joven y su cabeza comenzaba a opacarse solo pudiendo escuchar bien, más no ver o moverse - Se más cuidadoso con lo que bebes, aunque lo hice porque imagine que no querías tomar el te conmigo - La mujer tomo su taza una ultima vez - Aunque ha sido muy breve, has logrado acompañarme en mi ultima hora del te, te lo agradezco - Percival se terminaría por desmayar producto del somnífero que se deposito en el te - Espero que tu sepas darle un buen uso a ese poder...
Las horas habrían pasado y Percival se despertaría tras un sueño inducido reparador con los rayos del sol golpeando su cara. Los mismos se filtraban por un ventanal bastante grande que iluminaba una habitación modesta, sin mucho decorado más que un par de armarios vacíos, un tocador y una cama en la que había dormido el joven, en la cama junto a él se encontraba la misma caja que le entregaron en aquella blanca sala. La habitación parecía claramente en desuso, pero aun así se encontraba muy limpia, la cama tenia sabanas recientemente puestas, aunque dada la época solo dejaron a Percival dormir encima sin taparlo.
Por otro lado esa caja era una blanca con bisagras y anclajes dorados que la mantenían cerrada, aunque tan solo se requeriría de un ligero movimiento de dedos para que se abriera con un sutil click. Aguardando en el interior de dicha caja un fruto de patrones espirales muy peculiar.