Galhard se quedó inmóvil por un momento mientras el humo comenzaba a disiparse a su alrededor. El efecto sorpresa de la trampa aún lo mantenía alerta, pero se forzaba a mantener la calma. Sabía que estaba siendo observado, y que cada decisión que tomara ahora influiría en su progreso en esta prueba. Aunque había elegido correctamente la primera loseta, el humo le había demostrado que, incluso cuando hacía las cosas bien, las dificultades no cesarían.
"En esta prueba, no solo te enfrentas al laberinto", recordó las palabras del marine que lo observaba desde la distancia. "También te enfrentas contigo mismo."
Galhard soltó el aire en un largo suspiro, observando con cuidado los tres caminos que se desplegaban frente a él. A través de la neblina que aún se desvanecía, pudo distinguir las señales distintivas de cada ruta: huellas de lobos y musgo a la izquierda, botellas rotas y rastros de violencia en el centro, y una bandera pirata con restos de uniformes marines a la derecha.
Las opciones no eran claras ni sencillas. Cada camino prometía sus propios peligros, y Galhard podía presuponer que la decisión no se trataba simplemente de avanzar; estaba siendo puesto a prueba. El camino de la izquierda, con las huellas de lobos, parecía ofrecer un desafío físico, uno que tal vez podría manejar, pero también era impredecible. El camino de la derecha, con la bandera pirata y los restos de uniformes, le resultaba un recordatorio de lo que más odiaba: la injusticia y la corrupción.
Sin embargo, fue el camino del centro el que captó realmente su atención. Botellas rotas, rastros de sangre y prendas rasgadas. No era un peligro claro ni directo como los lobos o los piratas, pero los restos de violencia contenían algo más perturbador, algo más ambiguo y difícil de interpretar. Este camino no ofrecía respuestas fáciles, pero quizás, precisamente por eso, era el que debía tomar. La vida, como la justicia, no siempre era clara ni directa, y Galhard era conocedor de que a menudo debía enfrentarse a situaciones complicadas, llenas de incertidumbre y dolor.
"El camino más difícil no siempre es el más evidente", pensó, recordando las muchas veces que había tenido que tomar decisiones complicadas, decisiones que lo obligaban a confrontar verdades incómodas.
Sabía que había riesgo en ese sendero, pero también sentía que debía enfrentarse a esa ambigüedad. Los rastros de violencia, las botellas rotas, los signos de caos... eran todas señales de un conflicto más profundo, uno que reflejaba los problemas más grandes del mundo en el que vivía. No eran solo huellas de lobos o símbolos piratas; eran los restos de una sociedad rota, la misma que había jurado proteger y sanar.
"Si quiero ser un verdadero marine, debo aprender a enfrentar no solo a los enemigos externos, sino también a los fantasmas de este tipo de destrucción."
Con esa convicción en mente, Galhard dio un paso decidido hacia el camino del centro, dispuesto a enfrentar lo que este trayecto tenía preparado para él. Sabía que no sería fácil, y que cada paso lo acercaba más a la confrontación con las verdades que más temía. Pero también sabía que, para lograr su sueño de un mundo más justo, debía estar dispuesto a caminar por el sendero más oscuro si quería encontrar la luz al final.
"En esta prueba, no solo te enfrentas al laberinto", recordó las palabras del marine que lo observaba desde la distancia. "También te enfrentas contigo mismo."
Galhard soltó el aire en un largo suspiro, observando con cuidado los tres caminos que se desplegaban frente a él. A través de la neblina que aún se desvanecía, pudo distinguir las señales distintivas de cada ruta: huellas de lobos y musgo a la izquierda, botellas rotas y rastros de violencia en el centro, y una bandera pirata con restos de uniformes marines a la derecha.
Las opciones no eran claras ni sencillas. Cada camino prometía sus propios peligros, y Galhard podía presuponer que la decisión no se trataba simplemente de avanzar; estaba siendo puesto a prueba. El camino de la izquierda, con las huellas de lobos, parecía ofrecer un desafío físico, uno que tal vez podría manejar, pero también era impredecible. El camino de la derecha, con la bandera pirata y los restos de uniformes, le resultaba un recordatorio de lo que más odiaba: la injusticia y la corrupción.
Sin embargo, fue el camino del centro el que captó realmente su atención. Botellas rotas, rastros de sangre y prendas rasgadas. No era un peligro claro ni directo como los lobos o los piratas, pero los restos de violencia contenían algo más perturbador, algo más ambiguo y difícil de interpretar. Este camino no ofrecía respuestas fáciles, pero quizás, precisamente por eso, era el que debía tomar. La vida, como la justicia, no siempre era clara ni directa, y Galhard era conocedor de que a menudo debía enfrentarse a situaciones complicadas, llenas de incertidumbre y dolor.
"El camino más difícil no siempre es el más evidente", pensó, recordando las muchas veces que había tenido que tomar decisiones complicadas, decisiones que lo obligaban a confrontar verdades incómodas.
Sabía que había riesgo en ese sendero, pero también sentía que debía enfrentarse a esa ambigüedad. Los rastros de violencia, las botellas rotas, los signos de caos... eran todas señales de un conflicto más profundo, uno que reflejaba los problemas más grandes del mundo en el que vivía. No eran solo huellas de lobos o símbolos piratas; eran los restos de una sociedad rota, la misma que había jurado proteger y sanar.
"Si quiero ser un verdadero marine, debo aprender a enfrentar no solo a los enemigos externos, sino también a los fantasmas de este tipo de destrucción."
Con esa convicción en mente, Galhard dio un paso decidido hacia el camino del centro, dispuesto a enfrentar lo que este trayecto tenía preparado para él. Sabía que no sería fácil, y que cada paso lo acercaba más a la confrontación con las verdades que más temía. Pero también sabía que, para lograr su sueño de un mundo más justo, debía estar dispuesto a caminar por el sendero más oscuro si quería encontrar la luz al final.