Asradi
Völva
25-09-2024, 06:11 PM
Era inevitable no fijarse, y admirar, aquellas alas ébano, tan oscuras como el océano más profundo. Grandes y llamativas. Suponía que, al igual que ella con su cola, tendría también problemas para esconderlas. Si es que era necesario que lo hiciese, claro. No conocía absolutamente nada de la especie del chico, y eso también le llamaba la atención. Despertaba su curiosidad y su sed de conocimiento por todo lo que tuviese que ver con las criaturas de la superficie. Se quedó contemplando las preciosas plumas un poco más, aunque tratando de que su inquisitiva y azul mirada no fuese algo incómoda para él.
— Me llamo Asradi. — Se presentó finalmente. Eran tan solo tres palabras, simples y sencillas. Pero que, para ella, eran un signo de confianza, el haberle dicho su nombre. Generalmente era una criatura esquiva y solo unos pocos podían granjearse ese privilegio, por llamarlo de alguna manera.
Una nueva sonrisa adornó los labios de la sirena quien, ahora, parecía mucho más relajada que al principio. El no saberse en peligro o que el otro pudiese tener malas intenciones también ayudaba. Además de que era muy notoria la genuina emoción que el otro mostraba con el hecho de ver una sirena. De hablar con ella con naturalidad sin verla como una forma de hacer dinero o algo peor.
— Me imagino que tienen sus ventajas y sus desventajas, como todo. — Sonrió con algo de gracia, mientras contemplaba de nuevo las grandes y oscuras alas emplumadas, ahora extendidas en todo su esplendor. — A mi esta cola me sirve muy bien para moverme bajo y en el agua. Pero en la superficie, soy muy torpe con ella.
No tenía ni la agilidad ni la soltura propia que tendría nadando. Y eso era más que obvio si alguien se paraba un poco en ver como se movía: a saltitos. Ahora bien, el ver y saber que él portaba con orgullo aquellas alas, le hizo asentir de manera suave. Le pasaba lo mismo con lo que era ella, aunque a veces tuviese que esconderse. Pero lo hacía por un mero instinto de supervivencia. No quería volver a ser esclavizada de nuevo. Ese pensamiento le arrancó un ligero escalofrío que no pudo evitar. El hecho de escuchar, por otro lado, que había personas dedicadas a ayudar a aquellos que sufrían, hizo que la expresión de Asradi se tornase un poco más incrédula.
— ¿De verdad hay gente así? Es decir, no me malinterpretes... — Suspiró un poco, como si se tomase ese pequeño tiempo para buscar las palabras correctas. Tenía un conflicto de confianza con la gente, pero no podía evitarlo. — … Es solo que, hasta ahora, casi no he encontrado gente que ayudase de manera genuina. No digo que todos sean malos o unos aprovechados. Pero, por desgracia, son los que más abundan. ¿Por qué alguien más iba a arriesgarse por otras personas?
Ella no solía ser egoísta, pero ese instinto de supervivencia la hacía ser bastante cerrada en según qué tipo de temas.
Volvió a mirar al chico de manera más abierta. Le había despertado cierta curiosidad ese hecho. ¿De verdad había un grupo de gente ayudando o colaborando con aquellos que no podían defenderse? Al final, miró a Alistar casi con un suspiro.
— No me importaría conocer a esa gente, de existir. — Bromeó un poco, solo para aligerar el ambiente que se había quedado con eso.
Algo que también hizo él, al preguntarle sobre su canción. Esa curiosidad sana y casi infantil le provocó un deje de ternura, junto con una suave sonrisa de la misma índole y también con un deje divertido. Entretenido y juguetón, en realidad.
— Si la has podido sentir, como dices, entonces eso es lo más importante. A veces no es el hecho de entenderla o escucharla. Lo primordial es sentir algo. Porque te llega al corazón. Muchos escuchan, pero no oyen. — Explicó pacientemente, pero también halagada de que alguien preguntase al respecto. — No improvisaba. Es una canción muy antigua que ha ido pasando de generación en generación entre las de mi clan. — No era nada malo, al menos, comentarle eso. — Te conecta con tus ancestros, con el mar en sí.
Era, simplemente, algo cultural.
— Me llamo Asradi. — Se presentó finalmente. Eran tan solo tres palabras, simples y sencillas. Pero que, para ella, eran un signo de confianza, el haberle dicho su nombre. Generalmente era una criatura esquiva y solo unos pocos podían granjearse ese privilegio, por llamarlo de alguna manera.
Una nueva sonrisa adornó los labios de la sirena quien, ahora, parecía mucho más relajada que al principio. El no saberse en peligro o que el otro pudiese tener malas intenciones también ayudaba. Además de que era muy notoria la genuina emoción que el otro mostraba con el hecho de ver una sirena. De hablar con ella con naturalidad sin verla como una forma de hacer dinero o algo peor.
— Me imagino que tienen sus ventajas y sus desventajas, como todo. — Sonrió con algo de gracia, mientras contemplaba de nuevo las grandes y oscuras alas emplumadas, ahora extendidas en todo su esplendor. — A mi esta cola me sirve muy bien para moverme bajo y en el agua. Pero en la superficie, soy muy torpe con ella.
No tenía ni la agilidad ni la soltura propia que tendría nadando. Y eso era más que obvio si alguien se paraba un poco en ver como se movía: a saltitos. Ahora bien, el ver y saber que él portaba con orgullo aquellas alas, le hizo asentir de manera suave. Le pasaba lo mismo con lo que era ella, aunque a veces tuviese que esconderse. Pero lo hacía por un mero instinto de supervivencia. No quería volver a ser esclavizada de nuevo. Ese pensamiento le arrancó un ligero escalofrío que no pudo evitar. El hecho de escuchar, por otro lado, que había personas dedicadas a ayudar a aquellos que sufrían, hizo que la expresión de Asradi se tornase un poco más incrédula.
— ¿De verdad hay gente así? Es decir, no me malinterpretes... — Suspiró un poco, como si se tomase ese pequeño tiempo para buscar las palabras correctas. Tenía un conflicto de confianza con la gente, pero no podía evitarlo. — … Es solo que, hasta ahora, casi no he encontrado gente que ayudase de manera genuina. No digo que todos sean malos o unos aprovechados. Pero, por desgracia, son los que más abundan. ¿Por qué alguien más iba a arriesgarse por otras personas?
Ella no solía ser egoísta, pero ese instinto de supervivencia la hacía ser bastante cerrada en según qué tipo de temas.
Volvió a mirar al chico de manera más abierta. Le había despertado cierta curiosidad ese hecho. ¿De verdad había un grupo de gente ayudando o colaborando con aquellos que no podían defenderse? Al final, miró a Alistar casi con un suspiro.
— No me importaría conocer a esa gente, de existir. — Bromeó un poco, solo para aligerar el ambiente que se había quedado con eso.
Algo que también hizo él, al preguntarle sobre su canción. Esa curiosidad sana y casi infantil le provocó un deje de ternura, junto con una suave sonrisa de la misma índole y también con un deje divertido. Entretenido y juguetón, en realidad.
— Si la has podido sentir, como dices, entonces eso es lo más importante. A veces no es el hecho de entenderla o escucharla. Lo primordial es sentir algo. Porque te llega al corazón. Muchos escuchan, pero no oyen. — Explicó pacientemente, pero también halagada de que alguien preguntase al respecto. — No improvisaba. Es una canción muy antigua que ha ido pasando de generación en generación entre las de mi clan. — No era nada malo, al menos, comentarle eso. — Te conecta con tus ancestros, con el mar en sí.
Era, simplemente, algo cultural.