Asradi
Völva
25-09-2024, 06:16 PM
Su primera opción no era buscar pelea, nunca lo había sido. Prefería pasar desapercibida y no agitar más el avispero en el que ya se había convertido aquel lugar. Maldijo a aquellos tipos, y también maldijo su torpeza para moverse por tierra firme. Era consciente, en el momento en el que decidió adentrarse en la ciudad, que estaba vendida si algo sucedía. Y, efectivamente: algo había sucedido. Por desgracia, nada bueno.
El resto de la multitud tampoco ayudaba, mientras algunos azuzaban a los esclavistas, otros solo miraban con una mezcla de fascinación e interés. Pero nadie alzaba la voz para detener aquello o echarle una mano. ¿Podía culparles? Realmente no, pero le entristecía a partes iguales. Entendía que no quisieran inmiscuirse en pos de verse metidos en un problema que no les pertenecía, ya fuese por miedo, cautela o cualquier otra cosa. Pero que nadie abogase por ayudar, o alzar una voz en su favor.
Asradi apretó los labios con fuerza, en el momento en el que se vió acorralada. Hubo algunos murmullos, más altos, en cuanto sus dientes afilados salieron a la luz. Si no se iba a poder evitar una pelea, iba a defenderse con todo lo que tuviese, de ser necesario. Lo que no se esperó, bajo ningún concepto, es que de repente una mole de cuatro metros saltase entre ella y sus interesados perseguidores. Los ojos de la sirena se abrieron de par en par, en una mezcla de sorpresa por lo inesperado de aquello.
— ¿Octojin...? — El nombre del susodicho salió en un susurro audible de entre los labios de la pelinegra. De todo el mundo, no se esperaba encontrarse ahí al gyojin tiburón. Pero también hubo un posterior suspiro de alivio.
Ya no estaba sola, al menos. Su corazón se inflamó de agradecimiento, sintiendo esa calidez al notar y ver que, efectivamente, el grandullón no solo estaba de su parte, sino que también se estaba arriesgando a defenderla. Una sonrisa fue la que la sirena regresó al gyojin cuando éste se volvió hacia ella, asintiéndole.
— Es verdad, recuerdo que te lo dije. Aunque no me esperé que fuese en esta situación. — Una que era bastante desagradable, todo sea dicho.
No dudaba de las habilidades, mucho menos de la fuerza, del escualo, pero no quería ponerle en un aprieto. Los murmullos comenzaron ya a alzarse en voces. No solo ya con respecto a ella, sino contra el mismo Octojin. Abucheos, gritos y malsonantes palabras, tales como ”¡Un monstruo, es un gyojin!”, ”¡Avisad a la Marina!” y cosas peores eran lo que, ahora, el par de habitantes del mar podrían escuchar al respecto.
Asradi apretó los dientes, casi rechinando ante tamaña injusticia. Octojin solo estaba intentando ayudarla y recibía ese vejatorio trato.
Le puso una mano en el brazo, cuando le escuchó gruñir. No sería nada bueno, sobre todo para él, si perdiese el control en ese momento. Aunque no le culpaba, aquellos tipos no estaban ayudando en demasía. El resto tampoco. De hecho, el grupo de maleantes parecieron retroceder un par de pasos en cuanto aquella mole se les encaró. Como para no hacerlo, a nadie le gustaría salir con un mordisco de un calibre como el de aquellas mandíbulas.
— ¡Matad al gyojin! ¡No nos sirve para nada! — Clamó, agresivo, el que parecía ser el mandamás o la cabeza “pensante” de aquel grupo. — ¡Pero a la sirena la quiero viva, y sin un rasguño! — Era obvio que el precio por una criatura de ese calibre, sin mácula alguna, se dispararía. Y eso era lo que movía a estes hombres.
La codicia. Sin preocuparse por absolutamente nada más.
Al final, la pelea parecía que iba a ser inevitable. Asradi se acercó más al gyojin, pero sin estorbarle, cuando él propuso aquello. Espalda contra espalda. Era lo mejor en una situación como aquella donde se encontraban parcialmente rodeados. Así podrían cubrir todos los ángulos si fuese necesario.
— Siento que te hayas involucrado en algo como esto... — No pudo evitar mencionarle, mientras clavaba su mirada a los tipos que ella tenía al frente. Era verdad. Había querido un reencuentro con el gyojin.
Pero no en una situación semejante.
De reojo contempló como Octojin sacaba un dial y, de éste, un chorro de agua salió disparado empapando al gyojin. Esa postura, y el uso de ese dial, precisamente... Asradi entendió al momento y, cuando él dejó el dial en el suelo, ella le dió un pequeño y certero coletazo, pulsando el centro para que otro chorro de agua cayese sobre ella, como una fuente, también aumentando ligeramente la humedad alrededor de ellos.
— Pero me alegra mucho el volver a verte. — Rozó, suavemente, su cola con la piel blanca y escamosa del escualo. Un gesto muy sutil, como una caricia adjunta a ese sentimiento.
Acto seguido tomó una expresión más seria, más acechante. Tenían que salir de esa, fuese como fuese.
Los matones no tardaron en posicionarse también. Tres, incluído el lider, por el lado de Octojin, al ser evidentemente más grande y, a ojos de todo, más peligrosos, y dos por el lado de la sirena.
El resto de la multitud tampoco ayudaba, mientras algunos azuzaban a los esclavistas, otros solo miraban con una mezcla de fascinación e interés. Pero nadie alzaba la voz para detener aquello o echarle una mano. ¿Podía culparles? Realmente no, pero le entristecía a partes iguales. Entendía que no quisieran inmiscuirse en pos de verse metidos en un problema que no les pertenecía, ya fuese por miedo, cautela o cualquier otra cosa. Pero que nadie abogase por ayudar, o alzar una voz en su favor.
Asradi apretó los labios con fuerza, en el momento en el que se vió acorralada. Hubo algunos murmullos, más altos, en cuanto sus dientes afilados salieron a la luz. Si no se iba a poder evitar una pelea, iba a defenderse con todo lo que tuviese, de ser necesario. Lo que no se esperó, bajo ningún concepto, es que de repente una mole de cuatro metros saltase entre ella y sus interesados perseguidores. Los ojos de la sirena se abrieron de par en par, en una mezcla de sorpresa por lo inesperado de aquello.
— ¿Octojin...? — El nombre del susodicho salió en un susurro audible de entre los labios de la pelinegra. De todo el mundo, no se esperaba encontrarse ahí al gyojin tiburón. Pero también hubo un posterior suspiro de alivio.
Ya no estaba sola, al menos. Su corazón se inflamó de agradecimiento, sintiendo esa calidez al notar y ver que, efectivamente, el grandullón no solo estaba de su parte, sino que también se estaba arriesgando a defenderla. Una sonrisa fue la que la sirena regresó al gyojin cuando éste se volvió hacia ella, asintiéndole.
— Es verdad, recuerdo que te lo dije. Aunque no me esperé que fuese en esta situación. — Una que era bastante desagradable, todo sea dicho.
No dudaba de las habilidades, mucho menos de la fuerza, del escualo, pero no quería ponerle en un aprieto. Los murmullos comenzaron ya a alzarse en voces. No solo ya con respecto a ella, sino contra el mismo Octojin. Abucheos, gritos y malsonantes palabras, tales como ”¡Un monstruo, es un gyojin!”, ”¡Avisad a la Marina!” y cosas peores eran lo que, ahora, el par de habitantes del mar podrían escuchar al respecto.
Asradi apretó los dientes, casi rechinando ante tamaña injusticia. Octojin solo estaba intentando ayudarla y recibía ese vejatorio trato.
Le puso una mano en el brazo, cuando le escuchó gruñir. No sería nada bueno, sobre todo para él, si perdiese el control en ese momento. Aunque no le culpaba, aquellos tipos no estaban ayudando en demasía. El resto tampoco. De hecho, el grupo de maleantes parecieron retroceder un par de pasos en cuanto aquella mole se les encaró. Como para no hacerlo, a nadie le gustaría salir con un mordisco de un calibre como el de aquellas mandíbulas.
— ¡Matad al gyojin! ¡No nos sirve para nada! — Clamó, agresivo, el que parecía ser el mandamás o la cabeza “pensante” de aquel grupo. — ¡Pero a la sirena la quiero viva, y sin un rasguño! — Era obvio que el precio por una criatura de ese calibre, sin mácula alguna, se dispararía. Y eso era lo que movía a estes hombres.
La codicia. Sin preocuparse por absolutamente nada más.
Al final, la pelea parecía que iba a ser inevitable. Asradi se acercó más al gyojin, pero sin estorbarle, cuando él propuso aquello. Espalda contra espalda. Era lo mejor en una situación como aquella donde se encontraban parcialmente rodeados. Así podrían cubrir todos los ángulos si fuese necesario.
— Siento que te hayas involucrado en algo como esto... — No pudo evitar mencionarle, mientras clavaba su mirada a los tipos que ella tenía al frente. Era verdad. Había querido un reencuentro con el gyojin.
Pero no en una situación semejante.
De reojo contempló como Octojin sacaba un dial y, de éste, un chorro de agua salió disparado empapando al gyojin. Esa postura, y el uso de ese dial, precisamente... Asradi entendió al momento y, cuando él dejó el dial en el suelo, ella le dió un pequeño y certero coletazo, pulsando el centro para que otro chorro de agua cayese sobre ella, como una fuente, también aumentando ligeramente la humedad alrededor de ellos.
— Pero me alegra mucho el volver a verte. — Rozó, suavemente, su cola con la piel blanca y escamosa del escualo. Un gesto muy sutil, como una caricia adjunta a ese sentimiento.
Acto seguido tomó una expresión más seria, más acechante. Tenían que salir de esa, fuese como fuese.
Los matones no tardaron en posicionarse también. Tres, incluído el lider, por el lado de Octojin, al ser evidentemente más grande y, a ojos de todo, más peligrosos, y dos por el lado de la sirena.