Marvolath
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25-09-2024, 10:33 PM
La calle parecía más apacible de lo que se había temido, algo más oscura que el resto de la ciudad pero un ambiente similar, quizá algo más cargado por los abarrotados muros que impedían circular el aire. Aunque no convenía bajar la guardia: los cazadores más hábiles acechan bajo las aguas tranquilas.
No tardó mucho en encontrar lo que buscaba, o lo que buscaba lo encontró a él: una mujer le pedía con urgencia que ayudase a su hijo. Dudó, sopesando las posibilidades. Era demasiado conveniente que le ofreciesen trabajo cuando aún no se había anunciado, y no sería la primera emboscada en la que cae por seguir confiado a alguien hasta un lugar apartado. Pero confiaba en salir de esta igual que había salido de las demás, y aunque era altamente improbable que tuvieran recursos para pagarle era un primer paso en hacerse un nombre que atrajese mejores pacientes.
- Con permiso - dijo al entrar, tapándose discretamente boca y nariz para paliar el bofetón del hedor.
Inspeccionó brevemente el interior de la vivienda con la luz que tuvo tiempo de cruzar la puerta antes de que la mujer la cerrase, dando paso a la titilante y ambarina luz de las lámparas de aceite. A juzgar por el estado y el escaso mobiliario, más parecía un almacén. Al menos, no había mucho espacio para asaltantes escondidos. Centró su atención en el paciente, mientras la mujer narraba los antecedentes.
El médico se inclinó sobre el niño, examinando con atención cada detalle. La piel era demasiado pálida, especialmente para un niño que estaría acostumbrado a -en el mejor de los casos- jugar en el exterior. La respiración, lenta y pesada, parecía una lucha que estaba a punto de perder. Acercó la oreja sobre el pecho del niño, escuchando en silencio la respiración, cargada con leves silbidos y gorgoteos. Asintió, conforme con su diagnóstico.
- Necesitaré un trapo y una cubeta con agua, tan fría como le sea posible. También una manta para darle calor en el pecho. Ponga a hervir agua, unas cuatro tazas.
Rebuscó en su mochila, sacando pequeños saquitos de tela hasta dar con el que buscaba. Llenó una cucharilla de medida con una mezcla de hierbas trituradas, que vertió en la pequeña tetera que habían colocado al fuego. Cuando el agua ya hervía, incorporó al niño con facilidad sentándolo de forma que pudiese respirar los vapores.
- Respira, tan hondo como puedas. Está caliente y te dolerá, pero se pasará.
Lo sostuvo unos minutos, asegurándose de que no apartase la cabeza para evitar el sofocante calor húmedo de los vapores. Poco a poco el chico dejó de resistirse, a medida que su respiración se volvía más relajada. Cuando se hubo asegurado de que no se iría, se acercó a la madre.
- Necesita comer y beber. Preferiblemente caldo u otro alimento líquido. No use agua de mar, ni de esta parte del río, si es posible. Mantenga su pecho caliente con las mantas, y paños húmedos con agua fría en la frente para bajar la frente. Repita la inhalación de vapores cada día durante... - agitó el saquito de hierbas, con un gesto de disgusto por el poco peso, antes de entregárselo - mientras dure. Y procure dejar la puerta abierta más a menudo, o las lámparas apagadas.
Había hecho todo lo que estaba en su mano. No tenía suficientes hierbas para un tratamiento completo, pero si mejoraba lo suficiente sería capaz de luchar por sí mismo. Ahora venía el silencio incómodo de los honorarios que sabía que no le iban a poder pagar. Se limitó a suspirar y recoger las escasas pertenencias que tenía.
No tardó mucho en encontrar lo que buscaba, o lo que buscaba lo encontró a él: una mujer le pedía con urgencia que ayudase a su hijo. Dudó, sopesando las posibilidades. Era demasiado conveniente que le ofreciesen trabajo cuando aún no se había anunciado, y no sería la primera emboscada en la que cae por seguir confiado a alguien hasta un lugar apartado. Pero confiaba en salir de esta igual que había salido de las demás, y aunque era altamente improbable que tuvieran recursos para pagarle era un primer paso en hacerse un nombre que atrajese mejores pacientes.
- Con permiso - dijo al entrar, tapándose discretamente boca y nariz para paliar el bofetón del hedor.
Inspeccionó brevemente el interior de la vivienda con la luz que tuvo tiempo de cruzar la puerta antes de que la mujer la cerrase, dando paso a la titilante y ambarina luz de las lámparas de aceite. A juzgar por el estado y el escaso mobiliario, más parecía un almacén. Al menos, no había mucho espacio para asaltantes escondidos. Centró su atención en el paciente, mientras la mujer narraba los antecedentes.
El médico se inclinó sobre el niño, examinando con atención cada detalle. La piel era demasiado pálida, especialmente para un niño que estaría acostumbrado a -en el mejor de los casos- jugar en el exterior. La respiración, lenta y pesada, parecía una lucha que estaba a punto de perder. Acercó la oreja sobre el pecho del niño, escuchando en silencio la respiración, cargada con leves silbidos y gorgoteos. Asintió, conforme con su diagnóstico.
- Necesitaré un trapo y una cubeta con agua, tan fría como le sea posible. También una manta para darle calor en el pecho. Ponga a hervir agua, unas cuatro tazas.
Rebuscó en su mochila, sacando pequeños saquitos de tela hasta dar con el que buscaba. Llenó una cucharilla de medida con una mezcla de hierbas trituradas, que vertió en la pequeña tetera que habían colocado al fuego. Cuando el agua ya hervía, incorporó al niño con facilidad sentándolo de forma que pudiese respirar los vapores.
- Respira, tan hondo como puedas. Está caliente y te dolerá, pero se pasará.
Lo sostuvo unos minutos, asegurándose de que no apartase la cabeza para evitar el sofocante calor húmedo de los vapores. Poco a poco el chico dejó de resistirse, a medida que su respiración se volvía más relajada. Cuando se hubo asegurado de que no se iría, se acercó a la madre.
- Necesita comer y beber. Preferiblemente caldo u otro alimento líquido. No use agua de mar, ni de esta parte del río, si es posible. Mantenga su pecho caliente con las mantas, y paños húmedos con agua fría en la frente para bajar la frente. Repita la inhalación de vapores cada día durante... - agitó el saquito de hierbas, con un gesto de disgusto por el poco peso, antes de entregárselo - mientras dure. Y procure dejar la puerta abierta más a menudo, o las lámparas apagadas.
Había hecho todo lo que estaba en su mano. No tenía suficientes hierbas para un tratamiento completo, pero si mejoraba lo suficiente sería capaz de luchar por sí mismo. Ahora venía el silencio incómodo de los honorarios que sabía que no le iban a poder pagar. Se limitó a suspirar y recoger las escasas pertenencias que tenía.