Silver D. Syxel
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26-09-2024, 01:10 AM
(Última modificación: 26-09-2024, 01:11 AM por Silver D. Syxel.)
El aire alrededor del muelle viejo era denso, casi irrespirable, cargado con una mezcla de humedad salina y el olor rancio de pescado en descomposición. Cada paso que Dharkel y Rocket daban parecía resonar en la casi total quietud del lugar, como si el silencio amplificara cada crujido y susurro del viento. Los faroles, apenas iluminando las calles, arrojaban sombras alargadas que danzaban entre las paredes de los edificios abandonados, como si algo invisible acechara entre ellas.
La actividad humana era prácticamente inexistente. Los ecos del puerto activo quedaban muy atrás, y en esta parte olvidada de la ciudad solo se sentía el viento frío y la constante amenaza de lo desconocido. Dharkel, ahora vestido con los harapos del mendigo, avanzaba con pasos cautelosos, sus sentidos alerta. El lugar tenía una atmósfera pesada, opresiva. Cada rincón parecía ocultar algo, y aunque no se veía movimiento, la sensación de ser observado era innegable.
Rocket, moviéndose con la misma discreción que había demostrado antes, mantenía su paso cercano a Dharkel, sus ojos agudos vigilando las sombras, preparado para cualquier eventualidad. Su pequeña figura se fundía con el entorno, mientras sus sentidos captaban el leve crujido de madera vieja y el eco lejano de alguna cadena golpeando contra el metal oxidado.
El muelle viejo tenía una reputación oscura, casi tanto como el propio lugar. Los rumores que ambos habían escuchado les indicaban que este era el sitio perfecto para aquellos que querían desaparecer sin dejar rastro. Los almacenes, antaño bulliciosos, ahora se erguían como colosos vacíos, con las puertas corroídas por el óxido y las ventanas rotas que crujían con el viento, como si sus propios esqueletos se quejaran del paso del tiempo. Algunas estructuras estaban medio derrumbadas, y otras aún parecían lo suficientemente sólidas como para ocultar algo más que polvo.
Finalmente, al doblar una esquina, llegaron a una parte más aislada del muelle. Los almacenes aquí estaban en peor estado, sus fachadas medio derruidas y cubiertas de moho y salitre. Un callejón estrecho entre dos de ellos destacaba como un posible lugar adecuado para la emboscada. Uno de los almacenes tenía las puertas entreabiertas, y dentro, la oscuridad era absoluta. La penumbra ofrecía buenos escondites tanto para los posibles secuestradores como para el propio Rocket, si decidía posicionarse estratégicamente en un punto alto o en las sombras cercanas.
Los escombros esparcidos por el suelo y los restos de cajas rotas proporcionaban un lugar perfecto para ocultarse o preparar una trampa. Si los rumores eran ciertos, los secuestradores no tardarían en aparecer si alguien llamaba la atención en este lugar.
El escenario estaba listo. Ahora, Dharkel y Rocket debían decidir cómo proceder. La calma del lugar se veía rota solo por el susurro del viento, que arrastraba consigo los ecos distantes del puerto, mientras la tensión en el ambiente crecía con cada segundo.
La actividad humana era prácticamente inexistente. Los ecos del puerto activo quedaban muy atrás, y en esta parte olvidada de la ciudad solo se sentía el viento frío y la constante amenaza de lo desconocido. Dharkel, ahora vestido con los harapos del mendigo, avanzaba con pasos cautelosos, sus sentidos alerta. El lugar tenía una atmósfera pesada, opresiva. Cada rincón parecía ocultar algo, y aunque no se veía movimiento, la sensación de ser observado era innegable.
Rocket, moviéndose con la misma discreción que había demostrado antes, mantenía su paso cercano a Dharkel, sus ojos agudos vigilando las sombras, preparado para cualquier eventualidad. Su pequeña figura se fundía con el entorno, mientras sus sentidos captaban el leve crujido de madera vieja y el eco lejano de alguna cadena golpeando contra el metal oxidado.
El muelle viejo tenía una reputación oscura, casi tanto como el propio lugar. Los rumores que ambos habían escuchado les indicaban que este era el sitio perfecto para aquellos que querían desaparecer sin dejar rastro. Los almacenes, antaño bulliciosos, ahora se erguían como colosos vacíos, con las puertas corroídas por el óxido y las ventanas rotas que crujían con el viento, como si sus propios esqueletos se quejaran del paso del tiempo. Algunas estructuras estaban medio derrumbadas, y otras aún parecían lo suficientemente sólidas como para ocultar algo más que polvo.
Finalmente, al doblar una esquina, llegaron a una parte más aislada del muelle. Los almacenes aquí estaban en peor estado, sus fachadas medio derruidas y cubiertas de moho y salitre. Un callejón estrecho entre dos de ellos destacaba como un posible lugar adecuado para la emboscada. Uno de los almacenes tenía las puertas entreabiertas, y dentro, la oscuridad era absoluta. La penumbra ofrecía buenos escondites tanto para los posibles secuestradores como para el propio Rocket, si decidía posicionarse estratégicamente en un punto alto o en las sombras cercanas.
Los escombros esparcidos por el suelo y los restos de cajas rotas proporcionaban un lugar perfecto para ocultarse o preparar una trampa. Si los rumores eran ciertos, los secuestradores no tardarían en aparecer si alguien llamaba la atención en este lugar.
El escenario estaba listo. Ahora, Dharkel y Rocket debían decidir cómo proceder. La calma del lugar se veía rota solo por el susurro del viento, que arrastraba consigo los ecos distantes del puerto, mientras la tensión en el ambiente crecía con cada segundo.