Alguien dijo una vez...
Iro
Luego os escribo que ahora no os puedo escribir.
[Común] [Entrenamiento] Cuando las ideas se defienden con sangre.
Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
Camille depositó junto a un montón de escombros con cuidado lo que alguna vez había sido una sección de un muro, ahora tan solo convertida en una mole de ladrillo y masilla que a duras penas los mantenía unidos. Mover algo tan pesado habría sido impensable para muchos de los marines que habitaban en el G-31, y justo en el área que les habían designado a ellos había una gran cantidad de pedruscos, vigas y restos especialmente pesados, todos ellos pertenecientes a la derruida ala este de la base de Loguetown. Parecía evidente que ese era el motivo por el que también habían mandado a Octojin allí con ellos.

En aquella situación, la oni se sentía particularmente triste y frustrada. Por un lado, no era capaz de zafarse del intenso dolor emocional que atenazaba su pecho desde que habían empezado a ayudar con las tareas de reconstrucción. Quizá ya debería haberse mentalizado, pero ver tan de cerca el destrozo que se había hecho en su casa —pues no podía ver aquel lugar como algo diferente— le impedía sacarse ciertas ideas de la cabeza. Aún no estaba segura de si todo aquello había sido culpa de sus malas decisiones o de si habrían podido evitarlo actuando de otra forma. Habían evitado que los daños se propagasen al resto de la base, sí, pero aquello no borraba el hecho de que habían sido incapaces de proteger su hogar. La insignia de orgullo que conformaba el G-31 para la Marina había sido mancillada; una muestra de debilidad y vergüenza por parte del Gobierno Mundial que estaba a la vista de todos.

No sabía ni cuántas horas llevaban trabajando bajo el sol inclemente del Verano, pero sentía los dedos agarrotados y una intensa necesidad por darse un baño. Siendo sinceros, esto último lo llevaba deseando desde los primeros cinco minutos, que fue lo que tardó en empezar a sudar como un pollo. De este modo, a su pesadumbre y abatimiento se le sumaban unos nervios crispados por el calor, su principal némesis. La risa contenida de Octojin le sacó de aquel bucle dañino, haciendo que le buscase con la mirada. Había resultado que además de fuerte e imponente, el más reciente de sus compañeros no carecía precisamente de habilidad en el desempeño de su oficio: la carpintería. Una cualidad que, sin duda alguna, la Marina se había apresurado en aprovechar para las tareas de reconstrucción. Allí estaba, quizá alejado de ideas oscuras y decadentes, arreglando con las herramientas que le habían proporcionado cuanto podía ser recuperable.

Esas fregonas son un poco raras —bromeó, señalando las sierras, martillos y demás utensilios que tenía a mano.

Había algo de tristeza en sus palabras, si bien estaba lejos de representar cómo se sentía realmente con aquella situación. El escualo, contra todo pronóstico, había acabado convirtiéndose en uno de sus compañeros, un desenlace que aún le resultaba inaudito a la oni. Y cuanto habían podido ofrecerle en agradecimiento hasta ese momento tan solo habían sido dolores de cabeza y un marrón tan monumental como las ruinas del ala este. Pese a ello ahí estaba, sonriendo, y esa sonrisa se le contagió también a Camille... aunque se borró rápidamente.

Atlas llegó volando al poco tiempo, haciendo alarde de aquel despliegue de llamas aladas que era su transformación de fénix. Verlo transformado siempre atraía las miradas de los demás y ella no era una excepción pero, ¿Cómo serlo? Era como ver una criatura de cuento cobrando vida en el mundo real. Sin embargo, este espejismo de calma se desvaneció en el momento en que el rubio soltó lo que llevaba consigo, volviendo a su forma humana para despotricar. Sus palabras salieron con rabia contenida, cargadas con un veneno que solo podía nacer de la frustración que ella misma sentía en ese momento. Algo en ella sabía —o creía saber— que no era Atlas quien hablaba, sino su dolor. No podía juzgarle por ello, pero tampoco hacer oídos sordos a lo que salió de su boca. Entendía por qué lo decía, ella misma había llegado a pensar cosas similares en sus momentos más bajos, siempre volviendo después a la senda que creía correcta. Beatrice, después de todo, le había enseñado a ver la justicia como una espada y un escudo a la vez; una más inclinada a dañar, el otro a proteger. Sin embargo, ambas partes debían ser lo suficientemente flexibles para complementar a su homónimo, y era en esa flexibilidad donde se hallaba la verdadera justicia para ella.

Quiso decir algo, pero antes de tener la oportunidad Octojin ya se había situado frente al rubio. Su lenguaje corporal dejaba claro que algo no iba bien: la postura tensa, los puños cerrados, la forma en la que se erguía sobre su compañero. Por un momento temió que fuera a soltarle un puñetazo, una idea que se fue reafirmando a medida que hablaba. Se notaba que trataba de razonar e incluso comprender lo que había llevado a Atlas a decir todo aquello, pero a su vez aquellas palabras habían calado en el alma del gyojin como una daga en una herida abierta. Parecía tratar de controlarse, buscando relajar el tono incluso, pero fuera cual fuese la realidad del pasado del tiburón, no le permitía ceder del todo.

Camille dejó lo que estaba haciendo y empezó a caminar hacia ellos, colocándose en un punto intermedio en el que pudiera dirigirse a ambos. Sus brazos se extendieron, gesticulando con las manos para tratar de restarle importancia a lo que había ocurrido.

Entiendo lo que queréis decir los dos, pero creo que os estáis dejando llevar por el cansancio y la frustración de todo esto —les dijo en un tono sosegado pero firme, intentando hacerles entrar en razón.
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RE: [Entrenamiento] Cuando las ideas se defienden con sangre. - por Camille Montpellier - 26-09-2024, 10:23 PM

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