Avances a pasos agigantados, así es como él definiría lo que acababa de pasar. En seña de buena voluntad, la chica había decidido presentarle su nombre, y aunque el rubio no era capaz de medir cuán profundo realmente era el gesto de confianza que le estaba entregando, no hacía falta un genio para entender que la sirena empezaba a confiar en él lo suficiente como para permitirse tales actos, tan simples y humildes como fueran el pronunciar esas tres palabras. Para él en cambio era aún mas importante: Un nombre era lo que determinaba a la persona, aquello que lo definía y lo ataba a una identidad. Y era un privilegio a conocer que se debía merecer mucho antes de lo que se obtenía. Pero no era un estándar que impondría en nadie, siendo tan solo su propia creencia, y el acto de imponerlo en otros injusto como pocos.
Ojo por ojo. Nombre por nombre. Era un honor que debía pagar con la misma moneda, y qué mejor forma que esta. — Y el mío es Alistair. Es un gusto tener una forma con la cual llamarte, Asradi. — Su sonrisa ya impresa en su rostro se acentuó visiblemente, dadas las circunstancias. En verdad se alegraba de poder ponerle un nombre al rostro frente a él, en vez de tener que recurrir a palabras que parecieran encajar a la mejor de sus capacidades, y arrojar esa proverbial moneda de ofenderla o no sin ninguna intención de hacerlo. Nunca había sido bueno para los apodos, se le daban fatal.
Sus alas tenían sus ventajas y desventajas, si. Ante el comentario femenino, asintió múltiples veces mientras un pequeño sonido emitido entre labios cerrados acompañaba a juego la afirmación, similar a un Umu. — ¡Bueno, hay que ver el lado bueno! Sin ellas, no podría moverme con la libertad que quisiera. Es cierto que a veces son un peso grande, metafórica y literalmente, pero no hay día alguno en que quisiera que fuera de otra manera. Probar el cielo desde lo alto simplemente no sería lo mismo si no es con mis propias alas. —
Ahora el ejemplo pasó a la cola de la chica, una urticaria intelectual que Alistair aún no se acababa de rascar, y que no había encontrado la oportunidad correcta para hacerlo. Presentada en bandeja de plata, no la dejaría pasar. — De hecho, quería preguntarte con respecto a ella. Entiendo que sea difícil moverte en tierra con ella, parece completamente fuera de su elemento. Pero... ¿No es doloroso o molesto al tacto? Quiero decir, al avanzar por zonas como la playa donde pueden haber muchas rocas pequeñas y afiladas. ¿O estoy subestimando demasiado la resistencia de una sirena? — Comentó, extendiéndose, dejando que su lado científico tomara las riendas y se desinhibiera totalmente. A veces lo hacía, era lo malo de picarle la vena curiosa, aunque hizo lo posible por controlarse antes de que fuera tarde. Al menos para una primera conversación.
Pasando de temática, el Lunarian negó al momento de escuchar el escepticismo de la chica: Estaba bien fundamentado, y entendía perfectamente que lo hiciera. Si no hubiese estado con ellos, si no hubiera sido rescatado por ellos, él probablemente tampoco conseguiría creer del todo en la existencia de personas benevolentes que peleaban por otros a cambio de nada. — No, sé que a lo que te refieres. Viendo como está el mundo, cuesta creer que exista gente así. Gente buena de verdad, que no solo sea buena en su propio mundo sino que también intenten serlo en el de los demás. — Un destello travieso se cruzó por sus ojos, y por poco se expresa en su rostro. Iba a torcer un poco sus palabras, y darse un pequeño gusto, que al final del día sería solo una verdad a medias. — Pero resulta que yo conozco a uno de ellos. Un poco verde todavía, pero bienintencionado. Por eso puedo asegurarte que existen, y que sus intenciones concuerdan con los rumores. — Importante omitir el detalle de que se refería a él mismo.
La broma de la chica se encontraría, a cambio, con la sonrisa mas honesta del Lunarian. — Estoy seguro que lo harás algún día. ¡Muy pronto, seguramente! Tú solo confía y verás que llega el día — Afirmó, seguro de sus palabras.
La explicación posterior fue recibida con toda atención, asintiendo esporádicamente para exteriorizarlo. Tenía su respuesta, y con ello, podía teorizar cuanto quisiera al respecto de la canción con la que había sido agraciado hace poco. Y aunque quería preguntar por el idioma, por su historia, por un millón de cosas... En su cabeza, una única pregunta se proyectó por encima de todas. La que mas importaba. — ¿Te importaría permitirme escucharte algún otro día nuevamente? — Había quienes podrían tomarlo de la forma incorrecta, pues al final del día podía ser una propuesta inesperada. Pero ella, que podía verlo a los ojos directamente, era quien más cerca estaba de la respuesta: No había un ápice de malas intenciones, o una agenda secreta, en las palabras del chico. Solo exactamente lo que había escuchado, a pie de letra: Quería saber más, y quería experimentar esa sensación nuevamente.
Ojo por ojo. Nombre por nombre. Era un honor que debía pagar con la misma moneda, y qué mejor forma que esta. — Y el mío es Alistair. Es un gusto tener una forma con la cual llamarte, Asradi. — Su sonrisa ya impresa en su rostro se acentuó visiblemente, dadas las circunstancias. En verdad se alegraba de poder ponerle un nombre al rostro frente a él, en vez de tener que recurrir a palabras que parecieran encajar a la mejor de sus capacidades, y arrojar esa proverbial moneda de ofenderla o no sin ninguna intención de hacerlo. Nunca había sido bueno para los apodos, se le daban fatal.
Sus alas tenían sus ventajas y desventajas, si. Ante el comentario femenino, asintió múltiples veces mientras un pequeño sonido emitido entre labios cerrados acompañaba a juego la afirmación, similar a un Umu. — ¡Bueno, hay que ver el lado bueno! Sin ellas, no podría moverme con la libertad que quisiera. Es cierto que a veces son un peso grande, metafórica y literalmente, pero no hay día alguno en que quisiera que fuera de otra manera. Probar el cielo desde lo alto simplemente no sería lo mismo si no es con mis propias alas. —
Ahora el ejemplo pasó a la cola de la chica, una urticaria intelectual que Alistair aún no se acababa de rascar, y que no había encontrado la oportunidad correcta para hacerlo. Presentada en bandeja de plata, no la dejaría pasar. — De hecho, quería preguntarte con respecto a ella. Entiendo que sea difícil moverte en tierra con ella, parece completamente fuera de su elemento. Pero... ¿No es doloroso o molesto al tacto? Quiero decir, al avanzar por zonas como la playa donde pueden haber muchas rocas pequeñas y afiladas. ¿O estoy subestimando demasiado la resistencia de una sirena? — Comentó, extendiéndose, dejando que su lado científico tomara las riendas y se desinhibiera totalmente. A veces lo hacía, era lo malo de picarle la vena curiosa, aunque hizo lo posible por controlarse antes de que fuera tarde. Al menos para una primera conversación.
Pasando de temática, el Lunarian negó al momento de escuchar el escepticismo de la chica: Estaba bien fundamentado, y entendía perfectamente que lo hiciera. Si no hubiese estado con ellos, si no hubiera sido rescatado por ellos, él probablemente tampoco conseguiría creer del todo en la existencia de personas benevolentes que peleaban por otros a cambio de nada. — No, sé que a lo que te refieres. Viendo como está el mundo, cuesta creer que exista gente así. Gente buena de verdad, que no solo sea buena en su propio mundo sino que también intenten serlo en el de los demás. — Un destello travieso se cruzó por sus ojos, y por poco se expresa en su rostro. Iba a torcer un poco sus palabras, y darse un pequeño gusto, que al final del día sería solo una verdad a medias. — Pero resulta que yo conozco a uno de ellos. Un poco verde todavía, pero bienintencionado. Por eso puedo asegurarte que existen, y que sus intenciones concuerdan con los rumores. — Importante omitir el detalle de que se refería a él mismo.
La broma de la chica se encontraría, a cambio, con la sonrisa mas honesta del Lunarian. — Estoy seguro que lo harás algún día. ¡Muy pronto, seguramente! Tú solo confía y verás que llega el día — Afirmó, seguro de sus palabras.
La explicación posterior fue recibida con toda atención, asintiendo esporádicamente para exteriorizarlo. Tenía su respuesta, y con ello, podía teorizar cuanto quisiera al respecto de la canción con la que había sido agraciado hace poco. Y aunque quería preguntar por el idioma, por su historia, por un millón de cosas... En su cabeza, una única pregunta se proyectó por encima de todas. La que mas importaba. — ¿Te importaría permitirme escucharte algún otro día nuevamente? — Había quienes podrían tomarlo de la forma incorrecta, pues al final del día podía ser una propuesta inesperada. Pero ella, que podía verlo a los ojos directamente, era quien más cerca estaba de la respuesta: No había un ápice de malas intenciones, o una agenda secreta, en las palabras del chico. Solo exactamente lo que había escuchado, a pie de letra: Quería saber más, y quería experimentar esa sensación nuevamente.