Asradi
Völva
27-09-2024, 11:01 AM
Todo sucedió prácticamente al mismo tiempo. La sangre salpicando el aire se reflejó en los ojos oceánicos de Asradi. Una sangre que, aunque no le pertenecía, le había dolido como si fuese propia la herida que Octojin había recibido. La sirena podía escuchar el latido de su corazón en su propia cabeza, acelerado, mientras contemplaba, casi en cámara lenta, como la reacción de Octojin era la de un verdadero depredador de los mares. Aquella expresión, aquella risa de dientes afilados. La sirena se sonrojó unos segundos, pero pronto fue frunciendo el ceño a medida que la situación le iba indignando cada vez más y más. Uno de los hombres a los que ella había atacado se puso en pie poco después, limpiándose apenas la sangre que le brotaba de la mandíbula y le manchaba algo el mentón.
— ¡A por el grande! Si lo matamos a él, ella no tendrá a nadie quien la defienda. — Se rió con una mezcla de desdeñosa burla. Una expresión que a la sirena le pareció realmente deleznable.
No, no iba a dejar que le volviesen a herir. Se interpuso de inmediato entre ambos humanos cuando uno intentó volver a arremeter contra el gyojin. Aunque confiase plenamente en el susodicho, eso no quería decir que se sintiese a gusto el hecho de que saliese herido. Mucho menos por culpa de ella.
— Ni se os ocurra acercaros a él... — El siseo amenazante, vibrante, fue suficiente como para que uno de ellos titubease un poco. Pero el otro, el que había disparado anteriormente, soltó una carcajada, quizás envalentonado por la situación y por la sangre impura que había hecho manar del habitante del mar. Eso era lo que más rabia le daba a ella. El que se creyesen que tenían derecho para poder atacar a alguien solo por su especie. Que por ser gyojin o algo que no fuese humanos, podían salir impunes de todo aquello.
Ambos tipos volvieron prepararse, uno la ballesta y el otro una pistola de pólvora. Al mismo tiempo, el agua volvía a conjurarse entre los delicados y finos dedos de la sirena. Notaba la respiración agitada, la tensión era grande y la situación harto desagradable. Sentía como los ojos le picaban, como quería lagrimear de tanta rabia que tenia acumulada en ese momento. ¿Es que no podían tener un momento de paz y tranquilidad sin que hubiese algún desalmado que quisiese ponerle la mano encima? No había deseado su reencuentro con Octojin de esa manera. Exhaló lentamente el aire contenido, notaba los nudillos tensos y casi blanquecinos de la presión que estaba ejerciendo sobre la esfera de agua que, de momento, mantenía contenida.
Fue un acto reflejo. Tanto por un lado como por el otro. En el instante en el que liberó aquella prisión esférica de agua, dividiéndose en dos, se escuchó un disparo. El agua impactó brutalmente contra el desgraciado que había osado atacar anteriormente a Octojin, dejándolo fuera de combate en el preciso instante en que lo lanzó varios metros contra una pared. Y la sangre no tardó en comenzar a brotar de uno de los brazos de Asradi. Para bien o para mal, había logrado moverse un poco para que la bala no penetrase algún punto vital, pero había terminado por golpear en uno de los costados de su cintura. No había penetrado la carne, pero había pasado rozando, abriendo una herida en la piel y haciendo una quemadura de contacto en esa misma zona. Por la sorpresa, y el dolor, a la pelinegra se le escapó un quejido y, por inercia, se llevó la mano contraria hacia dicha zona, notando como la sangre se escurría ligeramente por entre sus dedos. No era grave, pero sí era doloroso.
Asradi respiró con cierta agitación, tratando de regular la misma para, de esa manera intentar combatir o regular un poco la incomodidad que sentía. El que había disparado, a pesar de que había dañado la mercancía, parecía satisfecho. Sin importarle tampoco su compañero caído. De hecho, ya se estaba preparando para volver a dar un nuevo tiro. No a la sirena, sino seguramente al gyojin que se encontraba combatiendo contra su jefe. Al ver esto, Asradi ni tan siquiera lo pensó. A pesar del escozor en su costado, debía actuar con rapidez, antes de que el desgraciado ese terminase de cargar la pólvora en el arma. El agua del dial todavía se escurría por parte de su cabello y rostro. La chica se pasó la lengua por los labios, en un gesto muy sutil, pero reuniendo ese mismo líquido en el interior de su boca, junto con su propia saliva. Y no se ve todos los días a un tipo siendo “baleado” por un par de escupitajos que terminaron impactando uno en cada hombro, arrancándole un notorio quejido de dolor antes de caer noqueado junto a su compañero. La sirena suspiró pesadamente, todavía apretando levemente los dedos contra su costado. No era grave, pero picaba a los mil demonios. Aún así, su atención se fue directamente hacia el escualo. Confiaba ciegamente en él, pero no podía evitar preocuparse.
Al mismo tiempo, el líder de la banda, se encaraba nuevamente a Octojin. El golpe que había recibido del escualo había sido considerable, y ahora miraba al susodicho con verdadero asco. Una sonrisa medio demente también se esparció en sus labios, envenenada y siniestra.
— Había pensado en matarte, pero... — Se relamió la sangre que manaba de sus labios por los golpes recibidos del escualo. — … Creo que te venderé junto con ella. Ya es mercancía dañada, no sirve para mucho más. Pero conseguiré un buen precio por los dos.
Definitivamente, no valoraba absolutamente nada. Trataba con ellos como si solo fuesen simples objetos de los que lucrarse. El filo del arma rechinó un momento el suelo, antes de volver a abalanzarse contra Octojin y buscar otorgarle otro par de tajos. Era un gyojin grande. Acertaría. No creía que esa mole de escamas fuese demasiado ágil.
— ¡A por el grande! Si lo matamos a él, ella no tendrá a nadie quien la defienda. — Se rió con una mezcla de desdeñosa burla. Una expresión que a la sirena le pareció realmente deleznable.
No, no iba a dejar que le volviesen a herir. Se interpuso de inmediato entre ambos humanos cuando uno intentó volver a arremeter contra el gyojin. Aunque confiase plenamente en el susodicho, eso no quería decir que se sintiese a gusto el hecho de que saliese herido. Mucho menos por culpa de ella.
— Ni se os ocurra acercaros a él... — El siseo amenazante, vibrante, fue suficiente como para que uno de ellos titubease un poco. Pero el otro, el que había disparado anteriormente, soltó una carcajada, quizás envalentonado por la situación y por la sangre impura que había hecho manar del habitante del mar. Eso era lo que más rabia le daba a ella. El que se creyesen que tenían derecho para poder atacar a alguien solo por su especie. Que por ser gyojin o algo que no fuese humanos, podían salir impunes de todo aquello.
Ambos tipos volvieron prepararse, uno la ballesta y el otro una pistola de pólvora. Al mismo tiempo, el agua volvía a conjurarse entre los delicados y finos dedos de la sirena. Notaba la respiración agitada, la tensión era grande y la situación harto desagradable. Sentía como los ojos le picaban, como quería lagrimear de tanta rabia que tenia acumulada en ese momento. ¿Es que no podían tener un momento de paz y tranquilidad sin que hubiese algún desalmado que quisiese ponerle la mano encima? No había deseado su reencuentro con Octojin de esa manera. Exhaló lentamente el aire contenido, notaba los nudillos tensos y casi blanquecinos de la presión que estaba ejerciendo sobre la esfera de agua que, de momento, mantenía contenida.
Fue un acto reflejo. Tanto por un lado como por el otro. En el instante en el que liberó aquella prisión esférica de agua, dividiéndose en dos, se escuchó un disparo. El agua impactó brutalmente contra el desgraciado que había osado atacar anteriormente a Octojin, dejándolo fuera de combate en el preciso instante en que lo lanzó varios metros contra una pared. Y la sangre no tardó en comenzar a brotar de uno de los brazos de Asradi. Para bien o para mal, había logrado moverse un poco para que la bala no penetrase algún punto vital, pero había terminado por golpear en uno de los costados de su cintura. No había penetrado la carne, pero había pasado rozando, abriendo una herida en la piel y haciendo una quemadura de contacto en esa misma zona. Por la sorpresa, y el dolor, a la pelinegra se le escapó un quejido y, por inercia, se llevó la mano contraria hacia dicha zona, notando como la sangre se escurría ligeramente por entre sus dedos. No era grave, pero sí era doloroso.
Asradi respiró con cierta agitación, tratando de regular la misma para, de esa manera intentar combatir o regular un poco la incomodidad que sentía. El que había disparado, a pesar de que había dañado la mercancía, parecía satisfecho. Sin importarle tampoco su compañero caído. De hecho, ya se estaba preparando para volver a dar un nuevo tiro. No a la sirena, sino seguramente al gyojin que se encontraba combatiendo contra su jefe. Al ver esto, Asradi ni tan siquiera lo pensó. A pesar del escozor en su costado, debía actuar con rapidez, antes de que el desgraciado ese terminase de cargar la pólvora en el arma. El agua del dial todavía se escurría por parte de su cabello y rostro. La chica se pasó la lengua por los labios, en un gesto muy sutil, pero reuniendo ese mismo líquido en el interior de su boca, junto con su propia saliva. Y no se ve todos los días a un tipo siendo “baleado” por un par de escupitajos que terminaron impactando uno en cada hombro, arrancándole un notorio quejido de dolor antes de caer noqueado junto a su compañero. La sirena suspiró pesadamente, todavía apretando levemente los dedos contra su costado. No era grave, pero picaba a los mil demonios. Aún así, su atención se fue directamente hacia el escualo. Confiaba ciegamente en él, pero no podía evitar preocuparse.
Al mismo tiempo, el líder de la banda, se encaraba nuevamente a Octojin. El golpe que había recibido del escualo había sido considerable, y ahora miraba al susodicho con verdadero asco. Una sonrisa medio demente también se esparció en sus labios, envenenada y siniestra.
— Había pensado en matarte, pero... — Se relamió la sangre que manaba de sus labios por los golpes recibidos del escualo. — … Creo que te venderé junto con ella. Ya es mercancía dañada, no sirve para mucho más. Pero conseguiré un buen precio por los dos.
Definitivamente, no valoraba absolutamente nada. Trataba con ellos como si solo fuesen simples objetos de los que lucrarse. El filo del arma rechinó un momento el suelo, antes de volver a abalanzarse contra Octojin y buscar otorgarle otro par de tajos. Era un gyojin grande. Acertaría. No creía que esa mole de escamas fuese demasiado ágil.