Todo ocurría a una velocidad vertiginosa. Bajo la superficie del mar, Octojin había decidido ignorar parcialmente a su intrigante oponente, concentrándose en los puntos débiles del barco pirata. El estruendo fue inevitable: las brechas en la madera se expandieron, y el barco entero crujió, la tablas soltaron un gemido de dolor. La estructura cedía ante la presión del agua, anunciando un hundimiento inminente. En cubierta, el pánico se apoderó de la tripulación. Vina y Greta, las subcapitanas, se afanaban por salvar a los suyos, gritando órdenes mientras intentaban mantener el control. Con el Den Den Mushi en mano, trataban de contactar con el grupo en el faro.
— ¡Nos han atacado! ¡El barco se está hundiendo! ¡Solicitamos refuerzos, urgente! — Las voces de las hermanas gemelas resonaban con desesperación mientras organizaban la evacuación. El gran barco comenzaba a inclinarse peligrosamente hacia un lado, y las gemelas, con unos movimientos marcados por el miedo, ordenaron a los tripulantes que abordaran los botes salvavidas lo más rápido posible.
Mientras tanto, la nutria vegana no perdió su oportunidad. Aprovechando que Octojin estaba centrado en el barco, lanzó dos ondas acuáticas consecutivas, moviéndose tras ellas con una velocidad asombrosa. Su pelaje negro, que brillaba bajo el agua, parecía diseñado para la batalla marina, permitiéndole moverse sin restricciones en su elemento. Con ambos puños al frente, su cuerpo se lanzó en un embate directo hacia Octojin, buscando un golpe devastador.
Por su parte, Taka continuó su arduo ascenso por el acantilado. Su destreza como espadachín quedó demostrada cuando partió en dos una bala de cañón en pleno vuelo, provocando una explosión que hizo retumbar la roca y lanzando fragmentos de piedra al mar. Sin embargo, Taka avanzó sin un rasguño. Con agilidad y sigilo, logró alcanzar la cima del acantilado, colocándose en una posición estratégica a unos ocho metros del centro del combate, desde donde podría intervenir de forma óptima en cualquier momento.
Ray se comunicó con el cuartel y recibió una pronta respuesta, los marines ya iban de camino, tal tamaño tenían los estruendos y el espectáculo que se había montado que era inevitable ignorar que estaba sucediendo algo. Por desgracia, los marines llegaban ligeramente tarde a causa de que habían estado en tabernas toda la noche.
En tierra firme, Camille seguía siendo un torbellino de destrucción. Su espada giraba sin descanso, desmantelando a los piratas veganos uno tras otro. Los pocos que no cayeron bajo su filo estaban paralizados por el miedo, asegurando entre murmullos que estaban combatiendo al mismísimo diablo. Aun así, mantenían algo de esperanza gracias al imponente desempeño de su capitán, Broco Lee. Sin embargo, nuevos refuerzos llegaron al campo de batalla. Una nueva oleada de unos diez piratas veganos hizo acto de presencia, armados esta vez con pistolas y cestas repletas de frutas y verduras listas para ser arrojadas. Se mantuvieron a distancia prudente, lanzando una lluvia de disparos y proyectiles hacia Camille, Ray y Meethook, buscando aprovechar cualquier brecha en sus defensas.
Atlas, tras el brutal ataque de Broco Lee, comenzaba a recuperarse. Su regeneración era sorprendente, y, decidido a continuar la pelea, lanzó una nueva ofensiva con toda su fuerza. Pero Broco estaba en otro nivel. La anticipación y velocidad del capitán vegano le permitían esquivar con precisión milimétrica. Con un salto ágil, evadió el golpe del Fénix, usando la inercia de su movimiento para lanzarse como un torpedo directamente hacia Meethook, sin importarle los proyectiles que volaban en ese momento hacia el mismo objetivo.
—¡Metralleta de Chía! — Gritó Broco, y su ataque fue descomunal. Era imposible contar cuántos golpes lanzaba por segundo, pero parecían ser decenas, una verdadera tormenta de puños.
Los impactos se sentían como un bombardeo continuo, cada uno de ellos tan rápido y preciso que era un desafío seguir el ritmo. La velocidad y brutalidad de Broco lo convertían en una fuerza imparable, y Meethook, aferrado a Ray, temblaba de terror ante la inminente amenaza.
— ¡Nos han atacado! ¡El barco se está hundiendo! ¡Solicitamos refuerzos, urgente! — Las voces de las hermanas gemelas resonaban con desesperación mientras organizaban la evacuación. El gran barco comenzaba a inclinarse peligrosamente hacia un lado, y las gemelas, con unos movimientos marcados por el miedo, ordenaron a los tripulantes que abordaran los botes salvavidas lo más rápido posible.
Mientras tanto, la nutria vegana no perdió su oportunidad. Aprovechando que Octojin estaba centrado en el barco, lanzó dos ondas acuáticas consecutivas, moviéndose tras ellas con una velocidad asombrosa. Su pelaje negro, que brillaba bajo el agua, parecía diseñado para la batalla marina, permitiéndole moverse sin restricciones en su elemento. Con ambos puños al frente, su cuerpo se lanzó en un embate directo hacia Octojin, buscando un golpe devastador.
Por su parte, Taka continuó su arduo ascenso por el acantilado. Su destreza como espadachín quedó demostrada cuando partió en dos una bala de cañón en pleno vuelo, provocando una explosión que hizo retumbar la roca y lanzando fragmentos de piedra al mar. Sin embargo, Taka avanzó sin un rasguño. Con agilidad y sigilo, logró alcanzar la cima del acantilado, colocándose en una posición estratégica a unos ocho metros del centro del combate, desde donde podría intervenir de forma óptima en cualquier momento.
Ray se comunicó con el cuartel y recibió una pronta respuesta, los marines ya iban de camino, tal tamaño tenían los estruendos y el espectáculo que se había montado que era inevitable ignorar que estaba sucediendo algo. Por desgracia, los marines llegaban ligeramente tarde a causa de que habían estado en tabernas toda la noche.
En tierra firme, Camille seguía siendo un torbellino de destrucción. Su espada giraba sin descanso, desmantelando a los piratas veganos uno tras otro. Los pocos que no cayeron bajo su filo estaban paralizados por el miedo, asegurando entre murmullos que estaban combatiendo al mismísimo diablo. Aun así, mantenían algo de esperanza gracias al imponente desempeño de su capitán, Broco Lee. Sin embargo, nuevos refuerzos llegaron al campo de batalla. Una nueva oleada de unos diez piratas veganos hizo acto de presencia, armados esta vez con pistolas y cestas repletas de frutas y verduras listas para ser arrojadas. Se mantuvieron a distancia prudente, lanzando una lluvia de disparos y proyectiles hacia Camille, Ray y Meethook, buscando aprovechar cualquier brecha en sus defensas.
Atlas, tras el brutal ataque de Broco Lee, comenzaba a recuperarse. Su regeneración era sorprendente, y, decidido a continuar la pelea, lanzó una nueva ofensiva con toda su fuerza. Pero Broco estaba en otro nivel. La anticipación y velocidad del capitán vegano le permitían esquivar con precisión milimétrica. Con un salto ágil, evadió el golpe del Fénix, usando la inercia de su movimiento para lanzarse como un torpedo directamente hacia Meethook, sin importarle los proyectiles que volaban en ese momento hacia el mismo objetivo.
—¡Metralleta de Chía! — Gritó Broco, y su ataque fue descomunal. Era imposible contar cuántos golpes lanzaba por segundo, pero parecían ser decenas, una verdadera tormenta de puños.
Los impactos se sentían como un bombardeo continuo, cada uno de ellos tan rápido y preciso que era un desafío seguir el ritmo. La velocidad y brutalidad de Broco lo convertían en una fuerza imparable, y Meethook, aferrado a Ray, temblaba de terror ante la inminente amenaza.