Takahiro
La saeta verde
27-09-2024, 05:27 PM
El marine de cabellos verdosos, finalmente, fue capaz de alcanzar la cima de aquel maldito acantilado. Había sido una ardua tarea y sus músculos, sobre todo los de sus hercúleos brazos, continuaban temblando del esfuerzo. Se miró las manos durante un breve instante y estaba nervioso. Sin embargo, al alzar la mirada hacia el frente, Takahiro fue consciente de que no podía perder el tiempo. Cada segundo era vital y tenían que acabar pronto con la amenaza que tenían entre manos; debía ayudar a sus compañeros. Respiró hondo, expulsando una gran bocanada de aire que lo relajó de golpe. Sabía que si Ray le había llamado era porque la persona que tenía frente a ellos era una persona dura de roer.
Caminó con cautela hasta posicionarse a una distancia prudencial. Podía contemplar como un sujeto de cabello ridículo estaba avasallando a sus compañeros, pero no iba a quedar así. En un principio parecía que no se había percatado de que estaba allí, sin embargo, hubiera jurado que sus compañeros si se habían dado cuenta de que se encontraba casi a las espaldas del cabeza-maceta. Desde su posición observó como Camille repelía una cantidad bastante amplia de proyectiles extraños. «¿Qué clase de poder tiene este tío?», preguntó para sus adentros, tratando de encontrar una respuesta. ¿Una fruta del diablo? ¿Algún estilo de pelea extraño que no llegaba a comprender? Había varias posibilidades.
Sin embargo, no debía preocuparse por ello, en ese momento tan solo tenía una única misión: tratar de pillar inadvertido al pirata y que sus amigos aprovecharan eso para darles un buen golpe. Trató de analizar la situación rápido para no meter la pata y llegó a la conclusión más obvia, aquella para la que no hacía falta ser una persona muy avispada para darse cuenta de ello: el cabeza-lechuga era un hueso duro de roer, ¿o la expresión correcta sería que era un trozo de apio difícil de masticar?
Esperó hasta el momento más oportuno, con la mano aferrada a la empuñadura de su katana, Samidare. La metálica hoja de su espada, dentro de su funda, se había tornado de un negro tan oscuro como el corazón de un bloque de obsidiana, al igual que sus brazos. Estaba a punto de demostrar a sus compañeros de lo que era capaz. Al mismo tiempo, respiró profundamente, mientras flexionaba su pierna derecha y se echaba un poco hacia adelante y, en un abrir y cerrar de ojos, se desplazó rápidamente hasta posicionarse al lado de su oponente, desenfundando su katana, trazando un tajo ascendente, cuyo objetivo era realizar un corte que fuera desde el torso hasta la cara de aquel individuo. Si todo salía bien, además de herirle le confundiría un poco, haciendo que sus compañeros pudieran atacarle y tratar de acabar con él o, al menos, dejarle en claro quienes eran los miembros de la L-42.
[tecnicainvalida=U77002]
—Battojutsu…. destello gláuco —susurraría, reculando un par de metros de un salto, mientras enfundaba de nuevo su espada. El Battojutsu había comenzado.
Caminó con cautela hasta posicionarse a una distancia prudencial. Podía contemplar como un sujeto de cabello ridículo estaba avasallando a sus compañeros, pero no iba a quedar así. En un principio parecía que no se había percatado de que estaba allí, sin embargo, hubiera jurado que sus compañeros si se habían dado cuenta de que se encontraba casi a las espaldas del cabeza-maceta. Desde su posición observó como Camille repelía una cantidad bastante amplia de proyectiles extraños. «¿Qué clase de poder tiene este tío?», preguntó para sus adentros, tratando de encontrar una respuesta. ¿Una fruta del diablo? ¿Algún estilo de pelea extraño que no llegaba a comprender? Había varias posibilidades.
Sin embargo, no debía preocuparse por ello, en ese momento tan solo tenía una única misión: tratar de pillar inadvertido al pirata y que sus amigos aprovecharan eso para darles un buen golpe. Trató de analizar la situación rápido para no meter la pata y llegó a la conclusión más obvia, aquella para la que no hacía falta ser una persona muy avispada para darse cuenta de ello: el cabeza-lechuga era un hueso duro de roer, ¿o la expresión correcta sería que era un trozo de apio difícil de masticar?
Esperó hasta el momento más oportuno, con la mano aferrada a la empuñadura de su katana, Samidare. La metálica hoja de su espada, dentro de su funda, se había tornado de un negro tan oscuro como el corazón de un bloque de obsidiana, al igual que sus brazos. Estaba a punto de demostrar a sus compañeros de lo que era capaz. Al mismo tiempo, respiró profundamente, mientras flexionaba su pierna derecha y se echaba un poco hacia adelante y, en un abrir y cerrar de ojos, se desplazó rápidamente hasta posicionarse al lado de su oponente, desenfundando su katana, trazando un tajo ascendente, cuyo objetivo era realizar un corte que fuera desde el torso hasta la cara de aquel individuo. Si todo salía bien, además de herirle le confundiría un poco, haciendo que sus compañeros pudieran atacarle y tratar de acabar con él o, al menos, dejarle en claro quienes eran los miembros de la L-42.
[tecnicainvalida=U77002]
—Battojutsu…. destello gláuco —susurraría, reculando un par de metros de un salto, mientras enfundaba de nuevo su espada. El Battojutsu había comenzado.