Por fin se había ido la Primavera, adiós a ese exceso de polen en el aire que activaba su alergia y le impedía trabajar. Su deuda parecía haberse aumentado por culpa de aquella pésima temporada pero al menos había logrado vender algunos cuchillos por lo que estaba comenzando el verano con buen pie.
La cosa era que le hacía falta madera, el último invierno le obligó a usar la madera para empuñaduras como leña y si quería continuar haciendo utensilios para cocina debía encontrar una buena madera con la cual trabajar, tomó la vieja hacha de su padre y se fué de casa a buscar un buen árbol.
Yoshiro era un joven que quería ser un gran hombre y un gran hombre debía hacer muchas tareas solo, desde ir de caza al bosque, pescar en el mar, cortar madera, ser fuerte en todo el sentido de la palabra y por eso había entrenado su cuerpo por años. El joven Hafugyo había logrado buenos resultados aunque aún no llegaba a tener el físico que alguna vez tuvo su padre, pero orgulloso por los resultados que ya poseía llevaba consigo una chaqueta abierta y sin mangas para dejar expuesto su musculatura, su bufanda roja con rayas negras de siempre ocultaba sus branquias y para mantener su apariencia de leñador llevaba pantalón de jean y unas botas largas de color negro (aunque sabia que unas marrones se verían mejor).
En su caminata buscando el árbol apropiado para talar acabó perdiéndose por el sendero de la vida y gracias a ello se encontró con unos ricos melones en el suelo, habían crecido de forma natural y ya tenian un buen tamaño.
Oh, me vendría bien una merienda-y con su hacha lanzó un tajo a la fruta para partirla en dos y con otro tajo en cuatro. Tomó asiento en la tierra y tras sacudir un poco la fruta pasó a morderla aunque su olfato le advertía que alguien se encontraba cerca.
La cosa era que le hacía falta madera, el último invierno le obligó a usar la madera para empuñaduras como leña y si quería continuar haciendo utensilios para cocina debía encontrar una buena madera con la cual trabajar, tomó la vieja hacha de su padre y se fué de casa a buscar un buen árbol.
Yoshiro era un joven que quería ser un gran hombre y un gran hombre debía hacer muchas tareas solo, desde ir de caza al bosque, pescar en el mar, cortar madera, ser fuerte en todo el sentido de la palabra y por eso había entrenado su cuerpo por años. El joven Hafugyo había logrado buenos resultados aunque aún no llegaba a tener el físico que alguna vez tuvo su padre, pero orgulloso por los resultados que ya poseía llevaba consigo una chaqueta abierta y sin mangas para dejar expuesto su musculatura, su bufanda roja con rayas negras de siempre ocultaba sus branquias y para mantener su apariencia de leñador llevaba pantalón de jean y unas botas largas de color negro (aunque sabia que unas marrones se verían mejor).
En su caminata buscando el árbol apropiado para talar acabó perdiéndose por el sendero de la vida y gracias a ello se encontró con unos ricos melones en el suelo, habían crecido de forma natural y ya tenian un buen tamaño.
Oh, me vendría bien una merienda-y con su hacha lanzó un tajo a la fruta para partirla en dos y con otro tajo en cuatro. Tomó asiento en la tierra y tras sacudir un poco la fruta pasó a morderla aunque su olfato le advertía que alguien se encontraba cerca.