Percival Höllenstern
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27-09-2024, 10:58 PM
El aire del puerto parecía volverse más denso, casi palpable, mientras los murmullos de los marineros se intensificaban a su alrededor. Los ojos de Byron brillaban con una mezcla de inquietud y determinación al acercarse a los marines, especialmente al que se destacaba entre ellos: el Capitán Belmonte. Había algo en la atmósfera, que enrarecía toda la situación, quizá la mirada de reojo a sendos lados del puerto le ofrecía una visión casi mística de la situación, como si el mismo puerto contara secretos que solo unos pocos podían escuchar. Byron, sin embargo, no tenía tiempo para perder en rumores. Su mente estaba fija en el objetivo.
Belmonte, con su porte controlado y su mirada fría, dejó de observar el puerto para centrar su atención en Byron. La expresión en su rostro era impasible, pero había una chispa de interés, como si estuviera evaluando al joven pirata que se atrevía a acercarse. Su bigote, pulido y orgulloso, se movió ligeramente al abrir la boca, preparado para responder. El contraste entre la apariencia del capitán y la del joven pirata era notable; Belmonte, con su uniforme impecable y su actitud autoritaria, parecía una montaña inquebrantable, mientras que Byron, con su cabello alborotado y su mirada desafiante, irradiaba la impulsividad de la juventud.
El marine a su lado, menos imponente, también dirigió su mirada hacia Byron, un tanto confundido por la audacia del joven. Los murmullos a su alrededor comenzaron a cesar, dejando un silencio tenso que se cernía sobre el muelle. El ambiente era un campo de batalla emocional, donde cada palabra y cada gesto podían ser la clave para abrir una puerta o cerrarla de golpe.
La respuesta de Belmonte llegó, clara y metódica, como un reloj que marca su tiempo: —¿Tu barco?— preguntó, su voz suave y calculadora, mientras sus ojos analizaban la reacción del joven. —El "Duck Duck Go n.º 1"... Ha habido un... inconveniente. Necesitamos requisarlo para ver que cumple con la normativa 348.B Artículos 13 y 25— comentó en un tono que claramente marcaba desinterés y una excusa practicada, mientras se giraba levemente al otro marine y comenzaba a reírse en un característico "Nyorohohom". La risa del capitán resonó en el aire como un eco burlón, una burla que dejaba en claro que el joven estaba en una posición de desventaja.
Los murmullos entre los marineros comenzaron de nuevo, ahora un poco más claros. Algunos hablaban en voz baja sobre cómo los marines siempre hacían lo mismo a los marineros y como aprovechaban que estaban en el control para lucrarse. Byron sintió cómo una oleada de indignación le subía por la espalda; no podía permitir que eso siguiera sucediendo. Sabía que los marines eran conocidos por sus prácticas corruptas, siempre buscando una forma de sacar provecho de la situación. Esto no era solo un asunto de barco requisado; era una lucha por la dignidad de todos los hombres y mujeres que vivían y trabajaban en el puerto.
Belmonte, con una calma inquietante, continuó observándolo, viendo una reacción extraña en la cara de Byron. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y desdén. —A veces, los capitanes deben entender que no siempre pueden actuar con libertad en estas aguas. La ley tiene su peso— se limitó a continuar, sonriendo y mirando directamente al hombre de cabellos violetas. Era un comentario que pretendía ser cortés, pero que estaba impregnado de una sutil amenaza.
La tensión era palpable, y Byron sabía que cada segundo contaba. ¿Podría ganarse la confianza de Belmonte, o tendría que encontrar una forma más astuta de manejar esta situación antes de que se descontrolara? La mente de Byron funcionaba a toda velocidad, evaluando sus opciones. Con cada latido de su corazón, su instinto le decía que necesitaba actuar rápido, que dejar que la situación se desarrollara sin intervención podría significar el fin de su sueño de convertirse en un pirata respetado.
Belmonte, observando a Byron con atención, se permitió una sonrisa sardónica. —¿Crees que el hecho de ser joven te da la libertad de desafiar la autoridad? La juventud es un arma de doble filo, muchacho. Puede ser que estés lleno de ímpetu, pero la experiencia siempre tiene un peso en este mundo. Los mares no perdonan la imprudencia.— continuó henchido de descaro.
Mientras el joven se debatía internamente, Belmonte notó cómo otros marineros comenzaban a acercarse, atraídos por la tensión de la escena. Sabía que su presencia debía ser firme, pero no quería dejar de lado la oportunidad de mostrar su dominio.
—Tu barco, chico, es un objeto de interés— continuó el capitán, manteniendo su tono calculador. —No quiero que te lleves una impresión errónea sobre mis intenciones. No soy un villano, aunque algunos de mis hombres puedan pensar diferente. Solo hago mi trabajo, y mi trabajo consiste en garantizar la seguridad de estas aguas. Pero siempre estoy abierto a discutir... términos. — musitó con la calma de un zorro cazando.
Sus palabras flotaron en el aire como un desafío, y los murmullos entre los marineros aumentaron de intensidad. Algunos comenzaron a murmurar sobre la posibilidad de que Byron se sometiera a un trato. Había un aire de expectativa, como si el destino del joven pirata estuviera en juego. Belmonte sabía que la multitud estaba observando, deseando ver si el joven capitán podría salir de esta situación con un poco de dignidad.
—Si decides cooperar, tal vez podamos encontrar una solución que funcione para ambos— dijo Belmonte, su mirada fija en Byron. La sonrisa en su rostro era astuta, como si ya estuviera contemplando las posibilidades que podrían surgir de esta interacción. —Imagina, un futuro donde tú y tu tripulación puedan seguir surcando los mares sin problemas sobre su barco, sin el temor constante de que un marine esté a tus puertas. Todo lo que necesitas hacer es cumplir con las normas. Sin embargo, si decides resistir...— dejó que su voz se desvaneciera, dejando en el aire la amenaza implícita de las consecuencias.
Byron, sintiendo el peso de la mirada de Belmonte, se sintió acorralado, pero también motivado. No podía ceder ante las presiones del capitán, no si quería demostrar su valía como pirata. Sabía que tenía que jugar sus cartas con astucia, y cada palabra que eligiera podría cambiar el rumbo de la conversación.
Belmonte, con su porte controlado y su mirada fría, dejó de observar el puerto para centrar su atención en Byron. La expresión en su rostro era impasible, pero había una chispa de interés, como si estuviera evaluando al joven pirata que se atrevía a acercarse. Su bigote, pulido y orgulloso, se movió ligeramente al abrir la boca, preparado para responder. El contraste entre la apariencia del capitán y la del joven pirata era notable; Belmonte, con su uniforme impecable y su actitud autoritaria, parecía una montaña inquebrantable, mientras que Byron, con su cabello alborotado y su mirada desafiante, irradiaba la impulsividad de la juventud.
El marine a su lado, menos imponente, también dirigió su mirada hacia Byron, un tanto confundido por la audacia del joven. Los murmullos a su alrededor comenzaron a cesar, dejando un silencio tenso que se cernía sobre el muelle. El ambiente era un campo de batalla emocional, donde cada palabra y cada gesto podían ser la clave para abrir una puerta o cerrarla de golpe.
La respuesta de Belmonte llegó, clara y metódica, como un reloj que marca su tiempo: —¿Tu barco?— preguntó, su voz suave y calculadora, mientras sus ojos analizaban la reacción del joven. —El "Duck Duck Go n.º 1"... Ha habido un... inconveniente. Necesitamos requisarlo para ver que cumple con la normativa 348.B Artículos 13 y 25— comentó en un tono que claramente marcaba desinterés y una excusa practicada, mientras se giraba levemente al otro marine y comenzaba a reírse en un característico "Nyorohohom". La risa del capitán resonó en el aire como un eco burlón, una burla que dejaba en claro que el joven estaba en una posición de desventaja.
Los murmullos entre los marineros comenzaron de nuevo, ahora un poco más claros. Algunos hablaban en voz baja sobre cómo los marines siempre hacían lo mismo a los marineros y como aprovechaban que estaban en el control para lucrarse. Byron sintió cómo una oleada de indignación le subía por la espalda; no podía permitir que eso siguiera sucediendo. Sabía que los marines eran conocidos por sus prácticas corruptas, siempre buscando una forma de sacar provecho de la situación. Esto no era solo un asunto de barco requisado; era una lucha por la dignidad de todos los hombres y mujeres que vivían y trabajaban en el puerto.
Belmonte, con una calma inquietante, continuó observándolo, viendo una reacción extraña en la cara de Byron. Sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y desdén. —A veces, los capitanes deben entender que no siempre pueden actuar con libertad en estas aguas. La ley tiene su peso— se limitó a continuar, sonriendo y mirando directamente al hombre de cabellos violetas. Era un comentario que pretendía ser cortés, pero que estaba impregnado de una sutil amenaza.
La tensión era palpable, y Byron sabía que cada segundo contaba. ¿Podría ganarse la confianza de Belmonte, o tendría que encontrar una forma más astuta de manejar esta situación antes de que se descontrolara? La mente de Byron funcionaba a toda velocidad, evaluando sus opciones. Con cada latido de su corazón, su instinto le decía que necesitaba actuar rápido, que dejar que la situación se desarrollara sin intervención podría significar el fin de su sueño de convertirse en un pirata respetado.
Belmonte, observando a Byron con atención, se permitió una sonrisa sardónica. —¿Crees que el hecho de ser joven te da la libertad de desafiar la autoridad? La juventud es un arma de doble filo, muchacho. Puede ser que estés lleno de ímpetu, pero la experiencia siempre tiene un peso en este mundo. Los mares no perdonan la imprudencia.— continuó henchido de descaro.
Mientras el joven se debatía internamente, Belmonte notó cómo otros marineros comenzaban a acercarse, atraídos por la tensión de la escena. Sabía que su presencia debía ser firme, pero no quería dejar de lado la oportunidad de mostrar su dominio.
—Tu barco, chico, es un objeto de interés— continuó el capitán, manteniendo su tono calculador. —No quiero que te lleves una impresión errónea sobre mis intenciones. No soy un villano, aunque algunos de mis hombres puedan pensar diferente. Solo hago mi trabajo, y mi trabajo consiste en garantizar la seguridad de estas aguas. Pero siempre estoy abierto a discutir... términos. — musitó con la calma de un zorro cazando.
Sus palabras flotaron en el aire como un desafío, y los murmullos entre los marineros aumentaron de intensidad. Algunos comenzaron a murmurar sobre la posibilidad de que Byron se sometiera a un trato. Había un aire de expectativa, como si el destino del joven pirata estuviera en juego. Belmonte sabía que la multitud estaba observando, deseando ver si el joven capitán podría salir de esta situación con un poco de dignidad.
—Si decides cooperar, tal vez podamos encontrar una solución que funcione para ambos— dijo Belmonte, su mirada fija en Byron. La sonrisa en su rostro era astuta, como si ya estuviera contemplando las posibilidades que podrían surgir de esta interacción. —Imagina, un futuro donde tú y tu tripulación puedan seguir surcando los mares sin problemas sobre su barco, sin el temor constante de que un marine esté a tus puertas. Todo lo que necesitas hacer es cumplir con las normas. Sin embargo, si decides resistir...— dejó que su voz se desvaneciera, dejando en el aire la amenaza implícita de las consecuencias.
Byron, sintiendo el peso de la mirada de Belmonte, se sintió acorralado, pero también motivado. No podía ceder ante las presiones del capitán, no si quería demostrar su valía como pirata. Sabía que tenía que jugar sus cartas con astucia, y cada palabra que eligiera podría cambiar el rumbo de la conversación.