Asradi
Völva
28-09-2024, 10:54 AM
Alistair. Así que ese era su nombre. Asradi sonrió muy suavemente, con un sutil asentimiento. Era más sencillo, al fin y al cabo, dirigirse a una persona por su nombre que por adjetivos que lo identificasen como tal. Ahora bien, aquellas alas de ébano seguían llamando su atención. Como vibraban suavemente acorde a la brisa marina que les rodeaba. Lo suaves que parecían ser. ¿Lo serían también al tacto? Le encantaría tocar, todo sea dicho, pero también entendía que podía ser un gesto un poco atrevido. Como si a ella, literalmente, le posasen la mano en la cola sin permiso.
— Es un placer también para mi, Alistair. — Contestó, ganando poco a poco cierta confianza al respecto.
Aunque el tema de conversación fue variado, Asradi suspiró brevemente con el tema de cómo estaba la situación en el mundo. O, más bien, el hecho de que en verdad hubiese ese grupo de gente del que Alistair hablaba. No es que no le creyese, no quería tacharle de mentiroso ni nada por el estilo. Pero ella era reacia. Pocos le habían tendido la mano hasta ahora, y había sido de manera esporádica e individual. Sin mencionar que la injusticia en el mundo continuaba en todos los ámbitos sociales. Por supuesto que sabía que el mundo no iba a cambiar de un día para otro. Necesitaba pequeños cambios de manera continuada. Pequeños pero significativos para que todo fuese creciendo. Para que fuese algo sonado.
— No son los primeros rumores de este estilo que escucho. Quizás tengas razón... — Decidió aceptar aquello, volviendo a regalarle una mirada plasmada de sinceridad. Ella había estado prácticamente sola hasta ahora. ¿Sería ese tipo que Alistair mencionaba como lo describía? Si había más gente como él, que quisiese ayudar...
La sirena decidió interrumpir su carril de pensamientos. Estaba yéndose por derroteros por los que no quería: resguardar esperanza. Si, claro que quería tener ese sentimiento, pero también temía llevarse el tremendo chasco a la larga. Así que iba a tomar aquello con cautela. Y, aún así, no podía evitar que esa punzadita de esperanza se mantuviese todavía ahí al ver a Alistair hablar con tanta seguridad de ese tema.
— Espero que, al menos, me lo puedas presentar algún día. A esa persona que mencionas. — No quería descartarlo del todo. — Y en cuanto a escucharme cantar de nuevo... Si nos volvemos a encontrar, volveré a cantar. — Le prometió.
Solo cuando la conversación pasó a otro plano como, en este caso, fue el tema de su cola, se le dibujó una sonrisa un poco más divertida. Ya tan solo por el hecho de ver al chico curiosamente emocionado, como un niño que ve algo totalmente nuevo y quiere meter la manito pero que, por respeto o similar, no se atreve tan siquiera ni a preguntarlo. Entendía también su curiosidad. Ella no había dejado de mirar, de forma disimulada, las bonitas plumas oscuras de él.
Se mantuvo solo un poco dudosa al principio, pero luego sintió que tampoco era algo tan malo.
— ¿Te gustaría tocar? — Se lo preguntó directamente, así como la mirada celeste que le dirigió a Alistair. Sí, le estaba dando permiso para pasar, al menos, los dedos por la cola. O, al menos, por la parte de la cola que, ahora mismo, ella le ofrecía, al acomodarse de tal forma que la aleta caudal quedase casi al frente y a la vista del chico. Una aleta propia de un tiburón, en realidad. Al igual que la aleta dorsal que sobresalía de la parte baja de su espalda.
— Supongo que dependerá de la especie. — Comenzó a explicar con tranquilidad. De momento no había moros en la costa, por lo que podía estar tranquila. — Pero es verdad que, a veces, y según por qué terrenos me resulta algo incómodo. De todas maneras... — Hizo un gesto, para que lo comprobase por sí mismo si así lo deseaba. — Mis escamas son duras, como las de un tiburón. — De hecho, si se fijase, Alistair podría ver que, efectivamente, no era la típica cola de sirena al uso, de colores llamativos y casi etéreos. Sino que se trataba de una de escamas plateadas, duras, algunas casi ásperas al tacto. No eran escamas delicadas, sino fuertes, y las aletas afiladas. Literalmente, era una cola de tiburón.
— Es un placer también para mi, Alistair. — Contestó, ganando poco a poco cierta confianza al respecto.
Aunque el tema de conversación fue variado, Asradi suspiró brevemente con el tema de cómo estaba la situación en el mundo. O, más bien, el hecho de que en verdad hubiese ese grupo de gente del que Alistair hablaba. No es que no le creyese, no quería tacharle de mentiroso ni nada por el estilo. Pero ella era reacia. Pocos le habían tendido la mano hasta ahora, y había sido de manera esporádica e individual. Sin mencionar que la injusticia en el mundo continuaba en todos los ámbitos sociales. Por supuesto que sabía que el mundo no iba a cambiar de un día para otro. Necesitaba pequeños cambios de manera continuada. Pequeños pero significativos para que todo fuese creciendo. Para que fuese algo sonado.
— No son los primeros rumores de este estilo que escucho. Quizás tengas razón... — Decidió aceptar aquello, volviendo a regalarle una mirada plasmada de sinceridad. Ella había estado prácticamente sola hasta ahora. ¿Sería ese tipo que Alistair mencionaba como lo describía? Si había más gente como él, que quisiese ayudar...
La sirena decidió interrumpir su carril de pensamientos. Estaba yéndose por derroteros por los que no quería: resguardar esperanza. Si, claro que quería tener ese sentimiento, pero también temía llevarse el tremendo chasco a la larga. Así que iba a tomar aquello con cautela. Y, aún así, no podía evitar que esa punzadita de esperanza se mantuviese todavía ahí al ver a Alistair hablar con tanta seguridad de ese tema.
— Espero que, al menos, me lo puedas presentar algún día. A esa persona que mencionas. — No quería descartarlo del todo. — Y en cuanto a escucharme cantar de nuevo... Si nos volvemos a encontrar, volveré a cantar. — Le prometió.
Solo cuando la conversación pasó a otro plano como, en este caso, fue el tema de su cola, se le dibujó una sonrisa un poco más divertida. Ya tan solo por el hecho de ver al chico curiosamente emocionado, como un niño que ve algo totalmente nuevo y quiere meter la manito pero que, por respeto o similar, no se atreve tan siquiera ni a preguntarlo. Entendía también su curiosidad. Ella no había dejado de mirar, de forma disimulada, las bonitas plumas oscuras de él.
Se mantuvo solo un poco dudosa al principio, pero luego sintió que tampoco era algo tan malo.
— ¿Te gustaría tocar? — Se lo preguntó directamente, así como la mirada celeste que le dirigió a Alistair. Sí, le estaba dando permiso para pasar, al menos, los dedos por la cola. O, al menos, por la parte de la cola que, ahora mismo, ella le ofrecía, al acomodarse de tal forma que la aleta caudal quedase casi al frente y a la vista del chico. Una aleta propia de un tiburón, en realidad. Al igual que la aleta dorsal que sobresalía de la parte baja de su espalda.
— Supongo que dependerá de la especie. — Comenzó a explicar con tranquilidad. De momento no había moros en la costa, por lo que podía estar tranquila. — Pero es verdad que, a veces, y según por qué terrenos me resulta algo incómodo. De todas maneras... — Hizo un gesto, para que lo comprobase por sí mismo si así lo deseaba. — Mis escamas son duras, como las de un tiburón. — De hecho, si se fijase, Alistair podría ver que, efectivamente, no era la típica cola de sirena al uso, de colores llamativos y casi etéreos. Sino que se trataba de una de escamas plateadas, duras, algunas casi ásperas al tacto. No eran escamas delicadas, sino fuertes, y las aletas afiladas. Literalmente, era una cola de tiburón.