Ubben Sangrenegra
Loki
28-09-2024, 02:54 PM
La suerte parecía estar del lado del bribón de ojos dorados y blancos cabellos, pues Tofun no tuvo inconveniente en aceptar su compañía. La gente del lugar recibía a Tofun con sonrisas y saludos, una actitud que por un lado tranquilizaba a Ubben, pero que, por otro, hacía que su instinto de supervivencia se pusiera en alerta. No podía bajar la guardia, no mientras había tantas miradas alrededor, y mucho menos cuando era consciente de que el atraco que tenían en mente requería que todo saliera perfectamente, sin margen para errores. Pronto, como era de esperarse, los guardias los preguntaron sobre la identidad de aquel moreno que acompañaba al Tonttata. Ubben no se inmutó externamente, manteniendo su fachada tranquila mientras escuchaba la respuesta de Tofun. Por dentro su cabeza comenzaba a correr a mil por hora, preocupandose por que pudiesen reconocerle.
Ubben apenas pudo contener una risa interna al escuchar el nombre. —¿Ese fue tu mejor nombre falso?— pensó, manteniendo su expresión, mientras el Tonttata continuaba con su actuación. El enano, como buen charlatán que era, comenzó a cuchichear con los guardias, soltando detalles sobre la vida del supuesto hijo que el peliblanco no habría inventado ni en su más delirante estado etílico... no por falta de imaginacion... sino, por amor propio. El peliblanco escuchó cómo su “padre” lo describía como un tábano, una sanguijuela de su madre que no hacía más que perderse entre bares. Pero la regla número uno de la improvisación era clara: nunca niegues nada. Y Ubben era un maestro en ese juego. Entró en personaje de forma instintiva, inventando la personalidad de su personaje a medida que escuchaba las descripciones y comentarioas de Tofun. Cuando el tonttata le indicó avanzar, suspiró con resignación y asintió, mostrando esa expresión de "otra vez lo mismo", una que podía ser reconocida por cualquiera que haya tenido un día terrible.
Una vez dentro del área indicada, el peliblanco dejó caer el peso de su cuerpo sobre la carretilla, como si la carga de su vida fuese demasiado para soportar. Decidió jugar sus cartas tal como el enano lo había hecho, utilizando su carisma y dramatismo para mantener la atención alejada de lo realmente importante. —Podría estar en la taberna ahora...— murmuró al aire, como quien no quiere la cosa, y luego su mirada se fijó en la persona más próxima a él, buscando atraparla con su dorado resplandor —¿Tan malo es perseguir un sueño?— preguntó, su tono impregnado de una mezcla de tristeza y frustración. Su intención era que las personas que estuviesen cerca de él le pusieran atención.
Antes de que pudieran responderle, Ubben continuó con su monólogo, su voz tornándose más apasionada con cada palabra. —Sólo quería hacerme un nombre por mis propios medios, ¿sabes? Con mi voz y mi guitarra, ¡pero no! Mamá se casa de nuevo, y de repente tengo que dejar de lado mi música, mis intentos de surgir en el arte, para seguir a su nuevo marido...— gesticuló con las manos de forma exagerada, haciendo movimientos amplios que tenían por intencción atrapar la atención de quienes le observaban. Sabía exactamente cómo manejar un público, cómo hacer que le mirasen a él, pero no su cara, un truco para camuflar sus ojos afilados. Mientras hablaba, aprovechaba cada oportunidad para barrer con la mirada el entorno, de forma disimulada, buscando puntos estratégicos que pudieran ser útiles para la misión... entradas y salidas alternativas, habitaciones que pudieran funcionar como escondites, salas de guardias, baños y cualquier otro detalle que pudiera ofrecer una ventaja táctica para la armada revolucionaria.
La relación de "padrastro e hijastro" que Tofun había improvisado resultaba sorprendentemente efectiva para construir historias que mantenían a los guardias distraídos y curiosos. Ubben siguió su relato, adaptándolo según el interés que percibía en su audiencia. —Desde pequeño, soñé con estar sobre un escenario— declaró con un suspiro nostálgico —Las luces de los reflectores iluminándome, mi voz transformándose en la favorita del mundo durante generaciones…— los ojos del peliblanco brillaron, como si realmente pudiera ver ese futuro ante él. Después de unos minutos, cambió el tema sutilmente, redirigiéndolo hacia su “padre” —Pero bueno... vine por mi madre— admitió, bajando la voz, dejándola sonar más apagada, casi dolida. —No quiero darle más preocupaciones, ya está vieja y no quiero ser una carga para ella— Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en quienes lo escuchaban antes de continuar —Mi padrastro no es un mal tipo, ¿saben? A pesar de que no tengo experiencia en esto, está dispuesto a enseñarme, a ser paciente incluso cuando me equivoco una y otra vez.—
En ese momento, Ubben estaba completamente sumergido en su papel, como si la realidad y la ficción se hubieran entrelazado a la perfección. —Pero tampoco puedo negar que me molesta cuando me llama vago— añadió, alzando la mirada y encontrando los ojos de la persona más cercana —Él no entiende mi pasión por el arte, ni mi deseo de crear algo que deje huella— Hizo una pausa dramática, aprovechando el momento para clavar la mirada en la persona más próxima a él, sus ojos dorados dejando entrever una mezcla de tristeza e impotencia. —¿Alguna vez tuviste que abandonar un sueño?— preguntó con la voz de alguien claramente conflictuado.
Ubben apenas pudo contener una risa interna al escuchar el nombre. —¿Ese fue tu mejor nombre falso?— pensó, manteniendo su expresión, mientras el Tonttata continuaba con su actuación. El enano, como buen charlatán que era, comenzó a cuchichear con los guardias, soltando detalles sobre la vida del supuesto hijo que el peliblanco no habría inventado ni en su más delirante estado etílico... no por falta de imaginacion... sino, por amor propio. El peliblanco escuchó cómo su “padre” lo describía como un tábano, una sanguijuela de su madre que no hacía más que perderse entre bares. Pero la regla número uno de la improvisación era clara: nunca niegues nada. Y Ubben era un maestro en ese juego. Entró en personaje de forma instintiva, inventando la personalidad de su personaje a medida que escuchaba las descripciones y comentarioas de Tofun. Cuando el tonttata le indicó avanzar, suspiró con resignación y asintió, mostrando esa expresión de "otra vez lo mismo", una que podía ser reconocida por cualquiera que haya tenido un día terrible.
Una vez dentro del área indicada, el peliblanco dejó caer el peso de su cuerpo sobre la carretilla, como si la carga de su vida fuese demasiado para soportar. Decidió jugar sus cartas tal como el enano lo había hecho, utilizando su carisma y dramatismo para mantener la atención alejada de lo realmente importante. —Podría estar en la taberna ahora...— murmuró al aire, como quien no quiere la cosa, y luego su mirada se fijó en la persona más próxima a él, buscando atraparla con su dorado resplandor —¿Tan malo es perseguir un sueño?— preguntó, su tono impregnado de una mezcla de tristeza y frustración. Su intención era que las personas que estuviesen cerca de él le pusieran atención.
Antes de que pudieran responderle, Ubben continuó con su monólogo, su voz tornándose más apasionada con cada palabra. —Sólo quería hacerme un nombre por mis propios medios, ¿sabes? Con mi voz y mi guitarra, ¡pero no! Mamá se casa de nuevo, y de repente tengo que dejar de lado mi música, mis intentos de surgir en el arte, para seguir a su nuevo marido...— gesticuló con las manos de forma exagerada, haciendo movimientos amplios que tenían por intencción atrapar la atención de quienes le observaban. Sabía exactamente cómo manejar un público, cómo hacer que le mirasen a él, pero no su cara, un truco para camuflar sus ojos afilados. Mientras hablaba, aprovechaba cada oportunidad para barrer con la mirada el entorno, de forma disimulada, buscando puntos estratégicos que pudieran ser útiles para la misión... entradas y salidas alternativas, habitaciones que pudieran funcionar como escondites, salas de guardias, baños y cualquier otro detalle que pudiera ofrecer una ventaja táctica para la armada revolucionaria.
La relación de "padrastro e hijastro" que Tofun había improvisado resultaba sorprendentemente efectiva para construir historias que mantenían a los guardias distraídos y curiosos. Ubben siguió su relato, adaptándolo según el interés que percibía en su audiencia. —Desde pequeño, soñé con estar sobre un escenario— declaró con un suspiro nostálgico —Las luces de los reflectores iluminándome, mi voz transformándose en la favorita del mundo durante generaciones…— los ojos del peliblanco brillaron, como si realmente pudiera ver ese futuro ante él. Después de unos minutos, cambió el tema sutilmente, redirigiéndolo hacia su “padre” —Pero bueno... vine por mi madre— admitió, bajando la voz, dejándola sonar más apagada, casi dolida. —No quiero darle más preocupaciones, ya está vieja y no quiero ser una carga para ella— Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en quienes lo escuchaban antes de continuar —Mi padrastro no es un mal tipo, ¿saben? A pesar de que no tengo experiencia en esto, está dispuesto a enseñarme, a ser paciente incluso cuando me equivoco una y otra vez.—
En ese momento, Ubben estaba completamente sumergido en su papel, como si la realidad y la ficción se hubieran entrelazado a la perfección. —Pero tampoco puedo negar que me molesta cuando me llama vago— añadió, alzando la mirada y encontrando los ojos de la persona más cercana —Él no entiende mi pasión por el arte, ni mi deseo de crear algo que deje huella— Hizo una pausa dramática, aprovechando el momento para clavar la mirada en la persona más próxima a él, sus ojos dorados dejando entrever una mezcla de tristeza e impotencia. —¿Alguna vez tuviste que abandonar un sueño?— preguntó con la voz de alguien claramente conflictuado.