Airgid Vanaidiam
Metalhead
29-09-2024, 01:10 AM
Asradi se dejó arrastrar por la energía de Airgid fácilmente, haciendo caso a aquel aviso que le había dado sobre la información que manejaba. Eso sí, se llevó consigo un collar precioso de conchas antes de irse. Ragnheidr también la siguió, aunque antes de eso, le dedicó unas bonitas palabras a ese joven, además de regalarle su den den mushi. Había sido un buen gesto. Ahora solo esperaba que el gigante no se desperdigara demasiado del grupo o quedaría incomunicado... bueno, tampoco le preocupaba demasiado, al fin y al cabo era complicado perder de vista a un tío tan enorme como él.
Airgid estaba impaciente, podría ir al lugar indicado a puro saltito y aún tener energías para continuar. Pero Ragnheidr la tomó por el trasero con toda la mano abierta y se la subió al hombro derecho como si nada, como si fuera una muñeca. La verdad es que resultaba curioso que las dos mujeres con problemas para moverse acabasen en el mismo grupo. Lo bueno es que tenían a Ragn para ayudarlas un poco. Acomodándose sobre él como si estuviera tremendamente acostumbrada, comenzó a explicar con más profundidad lo que Jonas le había contado, indicándole al rubio el camino a seguir mientras charloteaban de forma más distendida. — Será dura, pero está desesperá. — Aprovechó el camino para abrirse una lata de refresco y darle traguitos de vez en cuando. — Por lo que sabemos, se ha llegao a plantear incluso empezar una guerra. Cuando le contemos que nuestro objetivo y el suyo son mú parecíos, no hará falta convencerla de ná. — Airgid confiaba en que Karina sería inteligente como para darse cuenta de que luchaban por el mismo fin. De que aceptaría acoplarse al plan de los revolucionarios. Sin embargo, sería natural que de primeras desconfiara de ellos, que se mostrara reacia ante la posibilidad de que todo aquello fuera una trampa. — Lo difícil será que se crea que de verdá venimos a ayudar y que no somos marines encubiertos o algo así... — Realmente ese era el quid de la cuestión a ojos de la rubia. Pero la verdad es que echándole un vistazo a sus compañeros, quién de verdad creyera que ese trío eran marines o agentes del gobierno, lo que fuera, debía estar ciego. No podían tener más pinta de liantes y de buena gente a su vez.
Se terminó la lata de refresco justo a tiempo, justo cuando llegaron al enorme edificio. De tres plantas, hecho a base de piedra y madera y decorado con aquel gran símbolo de ballena que encabezaba la entrada. Era un edificio precioso, la verdad, pero eso no era lo que les importaba ahora mismo, sino las tres personas que Airgid divisó en el umbral de la puerta. Los dos hombres no le sonaban de nada, pero la mujer... Airgid la reconoció al instante, y es que las descripciones que había escuchado sobre ella eran tremendamente acertadas. Una mujer musculosa, de más o menos dos metros de altura, con coleta alta y cabellos negros. Estaba claro que era Karina. La rubia volvió a guardar la lata vacía en su sitio, dentro de su cinturón. Antes de consumir su fruta del diablo la habría tirado sin más, pero ahora no, ahora había aprendido que toda pieza de metal, por pequeña que fuera, le resultaría útil. Podía incluso sentir el magnetismo que la lata vacía desprendía. Pero centrémonos en lo importante.
Sin bajar del hombro de Ragnheidr, se dirigió directamente a la mujer morena, que les miraba a los tres con un gesto de curiosidad que podría confundirse fácilmente con incordio. Parecían estar hablando de algo importante y que ellos les había interrumpido. — Karina, ¿verdad? Yo soy Airgid Vanaidiam. — Lo primero eran las presentaciones, una que Airgid anunció con una sonrisa ladeada, confiada, decidida. — Seguro que a estas alturas te sonaremos de algo, no nosotros en sí, sino toa la gente que de repente se ha reunido aquí en Oykot. — El plan no era solo de su grupo, sino que efectivamente, había trascendido a más revolucionarios dentro del East Blue. Un movimiento lo suficientemente llamativo como para pasar desapercibido. — Voy a ser mu directa antes de dejar hablar a mis compis, que tampoco quiero acapará la conversación. Conocemos la situación que vivís y hemos venío a cambiar eso, pero no podemos hacerlo solos. Tenemos que unir fuerzas, y tenemos que hacerlo ya. — Su rostro se volvió ligeramente más serio, frunciendo el ceño. — Hoy asaltaremos Oykot de Arriba. — Finalizó. ¿Había desvelado parte del plan, así de primeras? Pues sí. Pero Airgid confiaba en que aquella mujer no les traicionaría. No le convenía, directamente, hacer un movimiento como ese. A fin de cuentas, buscaban lo mismo. Solo debían confiar el uno en el otro, y Airgid había dado el primer paso en ese pedregoso camino. Se mordió la lengua con las muelas, esperando a que sus amigos dijeran lo que vieran más conveniente y sobre todo, a la respuesta de Karina, la estoica.
Airgid estaba impaciente, podría ir al lugar indicado a puro saltito y aún tener energías para continuar. Pero Ragnheidr la tomó por el trasero con toda la mano abierta y se la subió al hombro derecho como si nada, como si fuera una muñeca. La verdad es que resultaba curioso que las dos mujeres con problemas para moverse acabasen en el mismo grupo. Lo bueno es que tenían a Ragn para ayudarlas un poco. Acomodándose sobre él como si estuviera tremendamente acostumbrada, comenzó a explicar con más profundidad lo que Jonas le había contado, indicándole al rubio el camino a seguir mientras charloteaban de forma más distendida. — Será dura, pero está desesperá. — Aprovechó el camino para abrirse una lata de refresco y darle traguitos de vez en cuando. — Por lo que sabemos, se ha llegao a plantear incluso empezar una guerra. Cuando le contemos que nuestro objetivo y el suyo son mú parecíos, no hará falta convencerla de ná. — Airgid confiaba en que Karina sería inteligente como para darse cuenta de que luchaban por el mismo fin. De que aceptaría acoplarse al plan de los revolucionarios. Sin embargo, sería natural que de primeras desconfiara de ellos, que se mostrara reacia ante la posibilidad de que todo aquello fuera una trampa. — Lo difícil será que se crea que de verdá venimos a ayudar y que no somos marines encubiertos o algo así... — Realmente ese era el quid de la cuestión a ojos de la rubia. Pero la verdad es que echándole un vistazo a sus compañeros, quién de verdad creyera que ese trío eran marines o agentes del gobierno, lo que fuera, debía estar ciego. No podían tener más pinta de liantes y de buena gente a su vez.
Se terminó la lata de refresco justo a tiempo, justo cuando llegaron al enorme edificio. De tres plantas, hecho a base de piedra y madera y decorado con aquel gran símbolo de ballena que encabezaba la entrada. Era un edificio precioso, la verdad, pero eso no era lo que les importaba ahora mismo, sino las tres personas que Airgid divisó en el umbral de la puerta. Los dos hombres no le sonaban de nada, pero la mujer... Airgid la reconoció al instante, y es que las descripciones que había escuchado sobre ella eran tremendamente acertadas. Una mujer musculosa, de más o menos dos metros de altura, con coleta alta y cabellos negros. Estaba claro que era Karina. La rubia volvió a guardar la lata vacía en su sitio, dentro de su cinturón. Antes de consumir su fruta del diablo la habría tirado sin más, pero ahora no, ahora había aprendido que toda pieza de metal, por pequeña que fuera, le resultaría útil. Podía incluso sentir el magnetismo que la lata vacía desprendía. Pero centrémonos en lo importante.
Sin bajar del hombro de Ragnheidr, se dirigió directamente a la mujer morena, que les miraba a los tres con un gesto de curiosidad que podría confundirse fácilmente con incordio. Parecían estar hablando de algo importante y que ellos les había interrumpido. — Karina, ¿verdad? Yo soy Airgid Vanaidiam. — Lo primero eran las presentaciones, una que Airgid anunció con una sonrisa ladeada, confiada, decidida. — Seguro que a estas alturas te sonaremos de algo, no nosotros en sí, sino toa la gente que de repente se ha reunido aquí en Oykot. — El plan no era solo de su grupo, sino que efectivamente, había trascendido a más revolucionarios dentro del East Blue. Un movimiento lo suficientemente llamativo como para pasar desapercibido. — Voy a ser mu directa antes de dejar hablar a mis compis, que tampoco quiero acapará la conversación. Conocemos la situación que vivís y hemos venío a cambiar eso, pero no podemos hacerlo solos. Tenemos que unir fuerzas, y tenemos que hacerlo ya. — Su rostro se volvió ligeramente más serio, frunciendo el ceño. — Hoy asaltaremos Oykot de Arriba. — Finalizó. ¿Había desvelado parte del plan, así de primeras? Pues sí. Pero Airgid confiaba en que aquella mujer no les traicionaría. No le convenía, directamente, hacer un movimiento como ese. A fin de cuentas, buscaban lo mismo. Solo debían confiar el uno en el otro, y Airgid había dado el primer paso en ese pedregoso camino. Se mordió la lengua con las muelas, esperando a que sus amigos dijeran lo que vieran más conveniente y sobre todo, a la respuesta de Karina, la estoica.