Gautama D. Lovecraft
El Ascendido
29-09-2024, 05:27 PM
[tecnicainvalida=BUOS401]
El asalto al barco se produjo con éxito en un alarde de intervenir sin demora ante su ataque y abordaje. La onda que generé arrasaría la cubierta, mermando a todos los tripulantes que se encontraban sobre esta, rechazando los cañonazos, y haciendo leves daños sin derivar en más en la estructura. Ante mi presencia, la del resto de la brigada se vería inmiscuida para terminar de reducir a los supuestos piratas, y en concreto Cadmus, iría a por su capitán que al fin se dignaría a salir a cubierta junto a lo que suponía que era su segundo, en un intento desesperado de contraatacar, se dirigiría hacia el joven. Pude ver la fascinante habilidad de este para contrarrestar el intento de ofensiva del estruendoso capitán, transformándose en lo que autodenominaba un tigre de blanco pelaje y enormes proporciones, empequeñeciendo al iluso pirata y envolviéndolo en un torrente de aire para oprimirle.
En paralelo, y aprovechando la situación, pude percibir que en la puerta quedaba su segundo o lo que fuera, al cual alcanzaría desplazándome velozmente hasta su posición recortando los pocos metros que nos separaban. Parecía de mejor temple que el gritón del capitán, mi mano izquierda se dirigiría hasta su pecho para agarrarlo de su ropa, zarandeándolo centímetros atrás hasta ponerlo contra el marco de la puerta por donde salió junto al de Isla de Dawn. Mi porte intimidante y la palma derecha cargada hacia atrás amenazarían su integridad, en principio, no quería hacer más daño en una tripulación prácticamente vencida, por lo que opté por la vía del diálogo aunque no fuera el más indicado para ello.
- Qué hacéis aquí. -
Le dije al tipo, esperando que optase por la vía inteligente y aclarase las intenciones del barco, el capitán parecía no ser el adecuado por su escandalosa conducta e intervención, y confiaba en que en el segundo encontrásemos las respuestas que necesitábamos para saber que hacían allí, y sobre todo, como se enteraron. Por otro lado, la fuerza con la que ese aire de Cadmus giraba abrumaba con tan solo escucharla, sin embargo, necesitábamos al capitán vivo para interrogarle también, y saber qué tipo de intenciones tendría, si eran propias o simplemente seguía las órdenes de algún cafre de los muchos que hay en esta basto y ancho mundo. A la par, Nagaki y Masao lidiaban con los debilitados tripulantes a mis espaldas, sus golpes retumbaban en sus cuerpos provocando el quejido y desplome de estos. Si no se producía ninguna sorpresa de última hora, el barco estaría controlado con nuestra rápida actuación. Sin embargo, un pensamiento intrusivo aplacó en ese momento mi mente. La carga.
Podía ser algo conspiranoico, quizá, y no ir más allá de lo que aparentemente era, pero, si toda nuestra tripulación estaba guarnecida en el interior del barco, el barco pirata había aparecido de la nada por arte de magia, y la guardia oficial de la carga estábamos aquí salvo Galhard al timón, mi astucia octogenaria me indicaba que podíamos haber caído en una maniobra de distracción y que podríamos llevar a bordo a un posible chivato o polizón que aprovecharía la ocasión para dar el golpe de su vida, ¿Cómo si no nos encontró aquel barco facilón en una ruta tan difícil de encontrar? No era buena idea que todos estuviéramos en el mismo sitio, menos aún fuera de nuestro propio barco, y con la batalla casi ganada.
Como alma que lleva el diablo, solté al pirata, esperando que alguno del grupo lo tomase para que no escapara. Me acerqué hasta el bordillo y con la pierna derecha me impulsé hasta nuestro barco, aunque no fuera así, debía de asegurarme de que la carga estaba a buen recaudo, que seguía imperturbable en su respectivo lugar. Alcancé la cubierta en lo que dura un parpadeo con un salto clamoroso, me dirigí hacia las escaleras que se internaban hacia el interior, y me dirigí hacia la bodega donde la mercancía debía de estar, tenía que verificar que seguía allí, verla con mis propios ojos para descartar todo peligro. Puede que pecara de un exceso de consideración, pero mientras yo estuviera allí, el éxito de la misión era primordial, no iba a fallar y toda precaución era poca.
El asalto al barco se produjo con éxito en un alarde de intervenir sin demora ante su ataque y abordaje. La onda que generé arrasaría la cubierta, mermando a todos los tripulantes que se encontraban sobre esta, rechazando los cañonazos, y haciendo leves daños sin derivar en más en la estructura. Ante mi presencia, la del resto de la brigada se vería inmiscuida para terminar de reducir a los supuestos piratas, y en concreto Cadmus, iría a por su capitán que al fin se dignaría a salir a cubierta junto a lo que suponía que era su segundo, en un intento desesperado de contraatacar, se dirigiría hacia el joven. Pude ver la fascinante habilidad de este para contrarrestar el intento de ofensiva del estruendoso capitán, transformándose en lo que autodenominaba un tigre de blanco pelaje y enormes proporciones, empequeñeciendo al iluso pirata y envolviéndolo en un torrente de aire para oprimirle.
En paralelo, y aprovechando la situación, pude percibir que en la puerta quedaba su segundo o lo que fuera, al cual alcanzaría desplazándome velozmente hasta su posición recortando los pocos metros que nos separaban. Parecía de mejor temple que el gritón del capitán, mi mano izquierda se dirigiría hasta su pecho para agarrarlo de su ropa, zarandeándolo centímetros atrás hasta ponerlo contra el marco de la puerta por donde salió junto al de Isla de Dawn. Mi porte intimidante y la palma derecha cargada hacia atrás amenazarían su integridad, en principio, no quería hacer más daño en una tripulación prácticamente vencida, por lo que opté por la vía del diálogo aunque no fuera el más indicado para ello.
- Qué hacéis aquí. -
Le dije al tipo, esperando que optase por la vía inteligente y aclarase las intenciones del barco, el capitán parecía no ser el adecuado por su escandalosa conducta e intervención, y confiaba en que en el segundo encontrásemos las respuestas que necesitábamos para saber que hacían allí, y sobre todo, como se enteraron. Por otro lado, la fuerza con la que ese aire de Cadmus giraba abrumaba con tan solo escucharla, sin embargo, necesitábamos al capitán vivo para interrogarle también, y saber qué tipo de intenciones tendría, si eran propias o simplemente seguía las órdenes de algún cafre de los muchos que hay en esta basto y ancho mundo. A la par, Nagaki y Masao lidiaban con los debilitados tripulantes a mis espaldas, sus golpes retumbaban en sus cuerpos provocando el quejido y desplome de estos. Si no se producía ninguna sorpresa de última hora, el barco estaría controlado con nuestra rápida actuación. Sin embargo, un pensamiento intrusivo aplacó en ese momento mi mente. La carga.
Podía ser algo conspiranoico, quizá, y no ir más allá de lo que aparentemente era, pero, si toda nuestra tripulación estaba guarnecida en el interior del barco, el barco pirata había aparecido de la nada por arte de magia, y la guardia oficial de la carga estábamos aquí salvo Galhard al timón, mi astucia octogenaria me indicaba que podíamos haber caído en una maniobra de distracción y que podríamos llevar a bordo a un posible chivato o polizón que aprovecharía la ocasión para dar el golpe de su vida, ¿Cómo si no nos encontró aquel barco facilón en una ruta tan difícil de encontrar? No era buena idea que todos estuviéramos en el mismo sitio, menos aún fuera de nuestro propio barco, y con la batalla casi ganada.
Como alma que lleva el diablo, solté al pirata, esperando que alguno del grupo lo tomase para que no escapara. Me acerqué hasta el bordillo y con la pierna derecha me impulsé hasta nuestro barco, aunque no fuera así, debía de asegurarme de que la carga estaba a buen recaudo, que seguía imperturbable en su respectivo lugar. Alcancé la cubierta en lo que dura un parpadeo con un salto clamoroso, me dirigí hacia las escaleras que se internaban hacia el interior, y me dirigí hacia la bodega donde la mercancía debía de estar, tenía que verificar que seguía allí, verla con mis propios ojos para descartar todo peligro. Puede que pecara de un exceso de consideración, pero mientras yo estuviera allí, el éxito de la misión era primordial, no iba a fallar y toda precaución era poca.