Alguien dijo una vez...
Bon Clay
Incluso en las profundidades del infierno.. la semilla de la amistad florece.. dejando volar pétalos sobre las olas del mar como si fueran recuerdos.. Y algún día volverá a florecer.. ¡Okama Way!
[Autonarrada] [Autonarrada] Guardia Nocturna
Anko
Médica Despiadada
20 de Verano del 724

Después de largas horas de la realización de papeleo y supervisión dentro de la base G-23 de la marina, Anko ya estaba lista para abandonar sus labores por ese día y partir hacía la posada donde se estaba hospedando. Adelantándose y pensando ya en la cena y la calidez de las sábanas de su cama, preparándose para dormir y descansar luego de un largo día de trabajo, pero el destino es incierto y en ocasiones injusto, más con aquellos que hacen el bien, o que tratan de hacerlo.

Antes de que la peli marrón pudiera abandonar la oficina en donde estaba trabajando temporalmente, recibió órdenes de arriba, siendo un soldado raso de la base el encargado de entregar una pequeña carta. Estas órdenes le indicaban que debía mantener su presencia en la base por un tiempo más. Para Anko no hubiera sido problema, solía quedarse horas extras algunas ocasiones y no tenía problema con ello, pero esa vez fue diferente, pues las órdenes detallaban la misión que tenía entre manos y la cual, se tardaría toda la noche en completarse.

Anko leía las palabras escritas en aquel trozo de papel con algo de molestia, su misión consistía en hacer de guardia toda la noche en las prisiones de la base. Su molestia no iba por eso, ella siempre estaba disponible para servir a la marina con su ser, pero sí desde antes ya había planeado su noche, ahora todo eso se caía a pedazos en un instante, eso era lo que producía su molestia. Un leve suspiro salió de su nariz mientras se resignaba, al menos podría dormir y descansar al día siguiente, pues lo tendría libre luego de eso. Sus ojos oscuros buscaron el reloj de manecillas ubicado en una de las cuatro paredes de la oficina, viendo que la hora para el cambio de turno se estaba aproximando.

Con el tiempo encima y una misión que cumplir, abandonó la oficina que se le había prestado y se dirigió por los pasillos de la base hasta las prisiones subterráneas. Una vez llegó ahí, el ambiente cambió totalmente, se podía percibir un ambiente ligeramente hostil y pesado, sí bien las prisiones no eran muy grandes con las de otras bases, sí había varias celdas que albergaban a personas con delitos menores, como un robo leve o alguna discusión acalorada en vía pública. En cambio, había otras celdas que mantenían encerrados en su interior a gente un poco más peligrosa si se le puede llamar así, ya que se trataban de piratas, posiblemente de los menos buscados, pues nadie en su sano juicio mantendría en ese lugar a un pirata en extremo peligroso o buscado.

Muchos de los presos estaban durmiendo y muchos otros aún estaban despiertos mirando al soldado de guardia con una mirada de pocos amigos. Anko llegó hasta el guardia para realizar el cambio de turno y éste le entregó las llaves de las celdas antes de retirarse. Sin mucho más que hacer, la joven transitó un poco por el pasillo en medio de las celdas antes de regresar a su posición cerca de la entrada a la sala y sentarse para tomar breves descansos. Mientras lo hacía, mantenía uno de sus cigarros encendidos en sus labios, pero uno de los prisioneros lejanos llamó su atención cuando este la llamó por su nombre.

Anko giró su cabeza e inmediatamente se levantó para acercarse a los barrotes de esa celda, manteniendo una distancia justa para evitar cualquier contratiempo. — ¿Qué quieres? —. Pronunció la Suboficial con cierto desdén, el hecho de hablar con criminales ya le enfermaba, pero siempre fue alguien que estaba dispuesta a dialogar en primera instancia. — ¿Usted es la Suboficial Anko? ¡Encantado de conocerla! Dentro de las celdas nos suena un poco su nombre, ya empieza a hacerse de una reputación jejeje —. El hombre hablaba con un tono bromista, procedente de su personalidad, Anko por su parte, solo lo miraba de forma fría. — Ajá… Pregunté qué es lo que quieres… —. — Vamos, no sea tan fría, pensé que una bella dama como usted sería un poco más amable que los idiotas que hacen de guardia siempre —.

La marine tomó el cigarro en sus labios con sus dedos pulgar e índice para separarlo de su boca y expulsar el humo directo hacia la cara del hombre. — Nuevamente… ¿Qué es lo que quieres? ¿Tienes hambre? ¿Necesitas ir al baño? —. El hombre negó con la cabeza mientras se mantenía sonriendo. — Nada de eso… Sólo quiero establecer una conversación con usted, no soporto la soledad que aquí sufro… —. Dijo el tipo juntando sus manos y fingiendo un rostro triste. — Que estupidez… Guarda silencio y no molestes —. El tono de voz de Anko era firme y denotaba cierto recelo hacia el hombre. Parecía que Anko había “ganado” ahí, pero no, todo era un plan de distracción para que unos de los presos cercanos a la puerta de la sala de celdas pudieran escapar.

Horas antes del cambio de turno, el guardia anterior había estado haciendo rondas de patrullaje por los pasillos de las celdas, y en un descuido dejó caer una de las llaves de los barrotes, quedando cerca y al alcance de los encerrados, y que buena suerte tuvieron cuando se dieron cuenta que aquella llave era la que abría sus cadenas hacia la libertad. Al tratarse de una pequeña tripulación de piratas recién formada, los otros mantenían cierta lealtad a su capitán, y por ende, uno de los tripulantes decidió actuar como señuelo para que su capitán pudiera escapar, y ese señuelo era el hombre burlón que trataba de hacerle plática a Anko.

— Háblame cuando de verdad necesites algo, sucio pirata —. Despreció la joven antes de darse la vuelta y ver como una celda se abría y un grupo de tres hombres salían a toda prisa. Ante esa situación, los ojos de Anko se abrieron como platos y sus piernas no tardaron mucho en moverse a toda velocidad para alcanzarlos. Tal situación desencadenó una serie de carcajadas en el hombre que estaba distrayendo a Anko pues su plan había salido como esperaba. Mientras el marine corría, la ira en su interior crecía, pero se trataba de una ira consigo misma, ¿Cómo había podido caer en una trampa tan estúpida?

Por otro lado, los piratas que habían escapado corrieron por los pasillos de la base, si bien no la conocían a la perfección como los soldados, tenían una pequeña noción de a donde se dirigían, y no tardaron mucho en llegar hasta el patio iluminado por algunos enormes focos y la luz de la luna en el cielo. Anko al conocer la base como la palma de su mano avanzó de forma eficaz, pensó hacer sonar las alarmas y recibir el apoyo de otros soldados, pero su orgullo se lo impidió, quería ser ella quien encerrara de nuevo a esos tipos. Los piratas avanzaron tratando de esquivar los focos y llegar a las puertas cerradas de la base. — Mierda, ¿ahora qué? —. Dijo uno de los tipos que acompañaban al capitán, un hombre algo fornido y con aires de grandeza.

Antes de que pudieran hacer algo, un grito autoritario detuvo sus acciones y al voltear, ahí estaba Anko, jadeando levemente mientras sostenía con firmeza dos de sus Katanas en cada mano. — ¡Alto ahí! ¿De verdad pensaron que escaparían? Aunque salieran de su celda, esta base está cerrada por las noches… Que mala suerte para usted, piratas de pacotilla… Ahora, regresen a su celda de buena gana… o si no… —. Anko no completó la frase, pero por la forma en la que sostenía sus Katanas esperaba que los piratas entendieran lo que sucedería si no se rendían. Pero Anko no era la única orgullosa ahí, pues los tres piratas no se rendirían tan fácilmente ya habiendo escapado de su celda.

— Claro, ven a por nosotros marine, anda, nos dejaremos atrapar… ¡No me hagas reír! ¡Te mataremos aquí y ahora! —. Gritó el capitán mientras él y sus subordinados se preparaban para pelear. El brazo derecho de Anko llevó su Katana hasta su boca y la tomó de la empuñadura con los dientes, y usando su mano libre, desenvainó la tercera Katana. — Como quieran… —. Pronunció entre dientes antes de oscurecer su mirada. Los hombres apretaron los dientes antes de lanzarse hacia la peli marrón. En ese lugar, se dio una pequeña batalla en la que los tres piratas atacaban con firmeza a la marine, si bien no eran tan rápidos, el superarla en número complicaba las cosas para la espadachina.

Los piratas pensaban que en cualquier momento cedería y podrían acabar con su vida, talvez con alguna de sus Katanas, pero la voluntad de Anko era mucho mayor y estaba decidida a devolver a ese trío de criminales a su celda. Solo fue cuestión de esperar unos pocos minutos para que los ataques de los piratas cesaran y Anko tuviera tiempo para adoptar una postura alzando sus Katanas, generando un estado de calma en su interior antes de dar un poderoso sprint hacia los criminales, moviendo sus Katanas como si fuera la apertura de un abanico. Al final de su recorrido, su cabeza se giró para mirar por encima del hombro a tres hombres que gritaron de dolor y caían al suelo con un corte en sus abdómenes. — Yo se los advertí… Esto pudo haber sido por las buenas… —. Dijo la peli marrón con su Katana aún en la boca antes de la llegada de múltiples soldados rasos, quienes fueron alertados por la cantidad de ruido generado por la pelea.

Anko sacudió sus Katanas de la sangre que manchaba sus hojas antes de volver a envainarlas y con ayuda de los soldados rasos, llevar al trío pirata a la enfermería de la base. Serían piratas despreciables y posiblemente asesinos, pero eso no quitaba que cono médico, Anko sentía la necesidad de curar sus heridas, siguiendo el código de atender a todos sin importar su bando, rasa, creencias, etc.
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[Autonarrada] Guardia Nocturna - por Anko - 29-09-2024, 10:29 PM

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