Ubben Sangrenegra
Loki
30-09-2024, 07:04 AM
El paisaje giró y se distorsionó mientras la oscuridad envolvía la última visión de aquel bandido, mientras su cabeza separada de su cuerpo por el filo de Rompetormentas caía al suelo. Sus ojos, ahora apagados, no fueron los únicos que se cerraron para siempre en ese claro teñido de sangre. Los dos compañeros restantes no tuvieron un destino más afortunado; la vida se les escapó en cuestión de segundos, de formas igualmente brutales, como si el viento mismo hubiese decidido llevarse sus almas. Al mismo tiempo, la mujer continuaba exhibiendo su descomunal fuerza, respondía con un devastador contragolpe. Su puño desnudo se hundió en el cráneo de uno de los tres hombres que aún osaban enfrentarse a ella. La lanza que aquel desdichado blandía quedó suspendida en el aire por un instante antes de caer a su lado.
Los dos últimos sobrevivientes, aterrorizados y conscientes de que la muerte les pisaba los talones, intentaron escapar. Se dieron la vuelta con la esperanza de encontrar algún refugio, algún rincón oscuro donde esconderse de la furia que los perseguía. Pero Sijuh, la mujer del espadón serrado, no estaba dispuesta a dejarlos huir. En un solo y fluido movimiento, saltó hacia adelante con la agilidad de una fiera, atrapando a uno de los hombres por la cabeza, su mano se cerró como un grillete implacable alrededor de su cráneo y lo estrelló contra el suelo con tanta fuerza que la consciencia lo abandonó de inmediato. Antes de que el segundo hombre pudiera siquiera comprender la magnitud de su propia tragedia, la afilada hoja de la espada de Sijuh atravesó su torso, arrancándole un alarido que se apagó en sus labios antes de que su cuerpo se desplomara sin vida.
La respiración de Sijuh, entrecortada y acelerada demostraba que, aunque no tenía problemas para superar a sus oponentes, el cansancio comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Sin embargo, no perdió la postura. Se irguió, cubierta de la sangre de aquellos que osaron desafiarla, como una auténtica Wlkyria ensangrentada. Su figura, bañada en carmesí, emanaba poder y estoicismo, que hacía evidente que podría haber salido victoriosa sin tu intervención, Ragn. Su ojo, frío y cargado de una furia contenida, se clavó en los tuyos, iluminados por el reflejo de la luz de luna. Sujetaba el Colmillo de Garm en su zurda, y fue en ese instante cuando finalmente te reconoció.
El inevitable cruce de miradas se dio entre aquellos ojos azules. —¿Qué asserr aquí...?— preguntó Sijuh, y su voz, aunque firme, tenía una ligera vacilación, como si el hecho de verte fuera un golpe que no esperaba. Habían pasado seis largos años desde la última vez que se vieron... habías rechazado su invitación a unirte a la Armada Revolucionaria, y ella no te lo había perdonado fácilmente. A pesar de ello, la chispa del reencuentro brilló en sus ojos, una chispa que hablaba de un tiempo que ya no podía recuperarse. Clavó el Colmillo de Garm en la tierra y, con gesto firme, comenzó a limpiar la sangre de su rostro y cabello. Mientras sus ojos recorrían el claro, contando los cuerpos que yacían esparcidos, se aseguró de que ninguno permaneciera con vida. —Dette stedet burde aldri vært farget med fienders blod... bare med blodet av verdige ofre... men jeg antar at det er for sent— murmuró en su lengua natal. Su tono era el de alguien que lamentaba la profanación de un lugar que consideraba sagrado, y sus ojos se posaron en ti, como si esperara que dejaras de hablar como un extranjero y volvieras a ser el hombre que alguna vez conoció. Clavó su único ojo bueno en ti, su mirada intensa y penetrante. —Hvorfor hoppet du i kamp uten å vite at det var meg?— cuestionó, su voz teñida de un recelo que no había disminuido con los años. Antes de que pudieras responder, continuó, observando con detenimiento cada detalle de tu figura. —Jeg ser i hvert fall at du har forbedret sverdteknikken din...— añadió, casi como un cumplido, pero su tono sugería que aún no estaba dispuesta a concederte su respeto por completo, pues habías irrumpido en su batalla.
Mientras la conversación avanzaba, Sijuh comenzó a reunir los cadáveres, apilándolos cuidadosamente para no dejarlos esparcidos por el claro, y no pasó mucho tiempo antes de que el área estuviera despejada de cuerpos, revelando la verdadera importancia del lugar para ella. Al terminar, se dirigió a la orilla del arroyo cercano y, sin perder un instante, comenzó a lavar la sangre enemiga que aún teñía su piel. Sus manos pasaron por su rostro y brazos, borrando los rastros de la batalla y devolviéndole la apariencia de la guerrera que siempre había sido.—Du bør rydde deg selv også— te comentó con un tono que no admitía objeciones, la autoridad en su voz era clara, incluso mientras el cansancio hacía eco en sus palabras.
—Hva har blitt av deg på disse årene? Leter du fortsatt etter din vei eller har du allerede funnet din egen sak?— preguntó con genuina curiosidad, mientras continuaba limpiando su cabello, restaurando su característico mechón blanco que destacaba entre los oscuros cabellos, ahora libres del carmesí que los manchaba. La guerrera se giró hacia ti, esperando respuestas, sus ojos azules buscando en los tuyos alguna señal de que el hombre que había conocido hace años aún estaba ahí, enterrado bajo las cicatrices y los secretos que el tiempo había dejado a su paso.
Los dos últimos sobrevivientes, aterrorizados y conscientes de que la muerte les pisaba los talones, intentaron escapar. Se dieron la vuelta con la esperanza de encontrar algún refugio, algún rincón oscuro donde esconderse de la furia que los perseguía. Pero Sijuh, la mujer del espadón serrado, no estaba dispuesta a dejarlos huir. En un solo y fluido movimiento, saltó hacia adelante con la agilidad de una fiera, atrapando a uno de los hombres por la cabeza, su mano se cerró como un grillete implacable alrededor de su cráneo y lo estrelló contra el suelo con tanta fuerza que la consciencia lo abandonó de inmediato. Antes de que el segundo hombre pudiera siquiera comprender la magnitud de su propia tragedia, la afilada hoja de la espada de Sijuh atravesó su torso, arrancándole un alarido que se apagó en sus labios antes de que su cuerpo se desplomara sin vida.
La respiración de Sijuh, entrecortada y acelerada demostraba que, aunque no tenía problemas para superar a sus oponentes, el cansancio comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Sin embargo, no perdió la postura. Se irguió, cubierta de la sangre de aquellos que osaron desafiarla, como una auténtica Wlkyria ensangrentada. Su figura, bañada en carmesí, emanaba poder y estoicismo, que hacía evidente que podría haber salido victoriosa sin tu intervención, Ragn. Su ojo, frío y cargado de una furia contenida, se clavó en los tuyos, iluminados por el reflejo de la luz de luna. Sujetaba el Colmillo de Garm en su zurda, y fue en ese instante cuando finalmente te reconoció.
El inevitable cruce de miradas se dio entre aquellos ojos azules. —¿Qué asserr aquí...?— preguntó Sijuh, y su voz, aunque firme, tenía una ligera vacilación, como si el hecho de verte fuera un golpe que no esperaba. Habían pasado seis largos años desde la última vez que se vieron... habías rechazado su invitación a unirte a la Armada Revolucionaria, y ella no te lo había perdonado fácilmente. A pesar de ello, la chispa del reencuentro brilló en sus ojos, una chispa que hablaba de un tiempo que ya no podía recuperarse. Clavó el Colmillo de Garm en la tierra y, con gesto firme, comenzó a limpiar la sangre de su rostro y cabello. Mientras sus ojos recorrían el claro, contando los cuerpos que yacían esparcidos, se aseguró de que ninguno permaneciera con vida. —Dette stedet burde aldri vært farget med fienders blod... bare med blodet av verdige ofre... men jeg antar at det er for sent— murmuró en su lengua natal. Su tono era el de alguien que lamentaba la profanación de un lugar que consideraba sagrado, y sus ojos se posaron en ti, como si esperara que dejaras de hablar como un extranjero y volvieras a ser el hombre que alguna vez conoció. Clavó su único ojo bueno en ti, su mirada intensa y penetrante. —Hvorfor hoppet du i kamp uten å vite at det var meg?— cuestionó, su voz teñida de un recelo que no había disminuido con los años. Antes de que pudieras responder, continuó, observando con detenimiento cada detalle de tu figura. —Jeg ser i hvert fall at du har forbedret sverdteknikken din...— añadió, casi como un cumplido, pero su tono sugería que aún no estaba dispuesta a concederte su respeto por completo, pues habías irrumpido en su batalla.
Mientras la conversación avanzaba, Sijuh comenzó a reunir los cadáveres, apilándolos cuidadosamente para no dejarlos esparcidos por el claro, y no pasó mucho tiempo antes de que el área estuviera despejada de cuerpos, revelando la verdadera importancia del lugar para ella. Al terminar, se dirigió a la orilla del arroyo cercano y, sin perder un instante, comenzó a lavar la sangre enemiga que aún teñía su piel. Sus manos pasaron por su rostro y brazos, borrando los rastros de la batalla y devolviéndole la apariencia de la guerrera que siempre había sido.—Du bør rydde deg selv også— te comentó con un tono que no admitía objeciones, la autoridad en su voz era clara, incluso mientras el cansancio hacía eco en sus palabras.
—Hva har blitt av deg på disse årene? Leter du fortsatt etter din vei eller har du allerede funnet din egen sak?— preguntó con genuina curiosidad, mientras continuaba limpiando su cabello, restaurando su característico mechón blanco que destacaba entre los oscuros cabellos, ahora libres del carmesí que los manchaba. La guerrera se giró hacia ti, esperando respuestas, sus ojos azules buscando en los tuyos alguna señal de que el hombre que había conocido hace años aún estaba ahí, enterrado bajo las cicatrices y los secretos que el tiempo había dejado a su paso.