Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
30-09-2024, 03:06 PM
No pudo evitar quedarse mirando a Atlas con cierto escepticismo cuando le dijo que aprovechaba sus escaqueos para algo más que... bueno, dormir a pierna suelta. Bien es cierto que era un juicio preconcebido que tenía la oni, pero ante la negativa del rubio no pudo sino verbalizar un «¿Por qué?» que dio pie a una disertación bastante inesperada. La exposición de su punto de vista no le llevó mucho tiempo, detalle que denotaba la cantidad de horas e incluso días enteros que podría haber invertido en cuestionar y elaborar; la convicción con la que hablaba, después de todo, tan solo podía venir de la seguridad que depositaba en aquellas palabras. Quizá por eso Camille enfocó su atención en él, y quizá por eso decidió no interrumpirle hasta que hubo terminado. Engranajes, manivela y música. Se trataba de una metáfora sencilla. Los engranajes lo conformaban el grueso de marines de línea, aquellos a los que de momento pertenecían. La manivela era el poder y autoridad de la Marina, aplicado de mejor o peor forma por quienes la empuñaban que, evidentemente, eran los altos cargos y la gente con verdadera capacidad de decisión en el cuerpo y el gobierno. La combinación de todos esos factores daban como resultado el tipo de justicia que imperaba en el mundo, de modo que si cualquiera de sus componentes fallaba, la justicia como tal no sería siquiera parecida a lo que debería ser: una melodía ordenada y fluida, flexible y comedida dentro de sus propios límites y aspiraciones.
Camille esbozó una sonrisa a medida que fue entendiendo el paralelismo de los términos, terminando por asentir cuando Atlas finalizó con su exposición. No podía negar que aquella forma de verlo resultó afín a su forma de entender la justicia y el deber que la Marina tenía al ejercerla. Sus ojos le escudriñaron un momento más, quizá solo para asegurarse de que no se estaba quedando con ella o para transmitirle el respeto que le había inspirado.
—Es una forma muy inspiradora de verlo —terminó diciéndole tras un breve silencio, pasando a un gesto pensativo después—. Pero en ese supuesto, ¿Quién debería decidir las piezas que serán parte del engranaje? ¿Quién elegirá al responsable de aplicar fuerza en la manivela? Es más, ¿Quién podría decidir cuál es la melodía apropiada para esa caja de música? Esto último a menudo queda decidido por el artesano en el momento de crear la caja, a veces de una forma más acertada que otras. —Hizo una pausa, cavilando en su interior—. Pero es cierto que nada nos impide reponer los engranajes rotos, cambiar la manivela, buscar a una persona más indicada para darle vueltas y, con todo eso, encontrar la melodía que el mundo necesita. Incluso si el resultado es distinto al esperado por el artesano, sea eso bueno o malo. —Su sonrisa se ensanchó—. Creo que me voy a apropiar del fruto de tus horas de escaqueo, Atlas. Espero que podamos hacer que esa caja suene como debe.
Poco después llegaría el sargento Garnett y se sucederían los hechos explicados con anterioridad. Darse una ducha resultaba imperioso para ambos, así que no hubo quejas por parte de Camille en seguir el curso de acción que les había indicado su superior. No tardó demasiado, pero sí lo suficiente como para disfrutar de la calidez del agua cayendo sobre ella, posiblemente el único calor que podía llegar a disfrutar. Tanto fue así que llegó al comedor de los barracones con fuerzas renovadas, reuniéndose allí con Atlas para recuperar incluso más energías si cabe, devorando lo que fuera que hubiera en el menú con ganas.
—¿Sabes? —empezó, justo tras tragarse la última cucharada del potaje que les habían servido—. Yo también le he dado vueltas a ese tipo de temas, aunque... Creo que no es nada tan elaborado como lo tuyo —confesó con cierto bochorno. Ahora que lo pensaba, de hecho, sentía que en comparativa lo suyo era casi una niñería infantil. Aun así, era la primera vez en muchos años que tenía la oportunidad de compartir ideas con alguien de una forma tan cercana—. Mi forma de verlo tiene cierta influencia de Beatrice. Ella siempre ha comparado a la Marina con un guerrero que porta espada y escudo, dividiendo sus funciones equitativamente entre ambos. Es sencillo entender que el escudo se dedica a proteger y la espada a dañar, pero queda en las manos y habilidad del guerrero hacer un buen uso de ambos. Debe aprender a apoyar las acciones de la espada con el escudo y viceversa, complementando ambas cosas para hacer más efectivas sus funciones. El escudo debe proteger a los inocentes y débiles de aquellos que quieran dañarles, mientras que la espada ha de ser capaz de ejercer el justo castigo a aquellos que se hayan opuesto al guerrero. Sin embargo, ni la defensa total ni la ofensiva completa son buenas opciones en combate. El escudo debe ser lo suficientemente voluminoso para servir de arma y golpear cuando sea necesario, mientras que la espada debe estar preparada para proteger las zonas vulnerables que el escudo no haya sido capaz de cubrir. El uso de ambos debe ser flexible... o el guerrero terminará pereciendo ante otro más diestro.
Rara vez hacía mención a ello, mucho menos delante de superiores o personas que no fueran de una confianza absoluta, pero había algo de sentido en que aparecieran grandes oponentes para el guerrero de su metáfora. La Armada Revolucionaria, pese a ejercer un uso indebido de la fuerza y usarla como un medio erróneo para alcanzar sus fines, no había surgido sino por la incompetencia y la falta de flexibilidad del guerrero que era la Marina. De la misma forma podían sucederse otros problemas equivalentes, solo que con una forma menos definida. Alcanzar el equilibrio era, para Camille, la clave que solventaría todas las disputas.
Más tarde, los pasos de ambos marines les llevarían hasta el despacho de la capitana donde, para sorpresa de ambos, tanto Garnett como Beatrice efectuarían el ya conocido saludo del Torneo del Calabozo. Pudo ver en los ojos de la capitana la malicia teñida de diversión al ver sus caras.
—En... buena parte sí —reconoció la oni, mirando casi con reproche a su madre adoptiva, un gesto que le duró apenas un instante.
Para ella no era del todo una sorpresa que supiera de la existencia del torneo. Después de todo, poco o nada se le pasaba por alto a Beatrice en el G-31. Si bien no era la base en la que estaba destinada, pasaba largas temporadas allí y tenía casi tantos hilos como los de los oficiales al mando de Loguetown. O, en su defecto, una gran cantidad de contactos e influencia. Aun así, la constante actitud despreocupada y desinteresada de la mujer hacía factible que algo como eso, llevado con tal nivel de secretismo, pudiera habérsele pasado por alto.
—Lo que no termino de entender es... ¿Qué hacemos aquí?
Garnett ensanchó una sonrisa ante las palabras de Camille.
—¿No es evidente? Creo que has pasado suficiente tiempo observando desde las sombras, Camille —empezó el sargento—. Y no puedo simplemente ignorar el despliegue que habéis hecho en los campos de instrucción. Va siendo hora de que los focos del calabozo te apunten a ti también.
—Consideramos... hacer una edición especial pronto —siguió la capitana—. Algo que encauce e inspire a los descarriados. Y esperamos que seáis partícipes de ello, evidentemente.
Camille esbozó una sonrisa a medida que fue entendiendo el paralelismo de los términos, terminando por asentir cuando Atlas finalizó con su exposición. No podía negar que aquella forma de verlo resultó afín a su forma de entender la justicia y el deber que la Marina tenía al ejercerla. Sus ojos le escudriñaron un momento más, quizá solo para asegurarse de que no se estaba quedando con ella o para transmitirle el respeto que le había inspirado.
—Es una forma muy inspiradora de verlo —terminó diciéndole tras un breve silencio, pasando a un gesto pensativo después—. Pero en ese supuesto, ¿Quién debería decidir las piezas que serán parte del engranaje? ¿Quién elegirá al responsable de aplicar fuerza en la manivela? Es más, ¿Quién podría decidir cuál es la melodía apropiada para esa caja de música? Esto último a menudo queda decidido por el artesano en el momento de crear la caja, a veces de una forma más acertada que otras. —Hizo una pausa, cavilando en su interior—. Pero es cierto que nada nos impide reponer los engranajes rotos, cambiar la manivela, buscar a una persona más indicada para darle vueltas y, con todo eso, encontrar la melodía que el mundo necesita. Incluso si el resultado es distinto al esperado por el artesano, sea eso bueno o malo. —Su sonrisa se ensanchó—. Creo que me voy a apropiar del fruto de tus horas de escaqueo, Atlas. Espero que podamos hacer que esa caja suene como debe.
Poco después llegaría el sargento Garnett y se sucederían los hechos explicados con anterioridad. Darse una ducha resultaba imperioso para ambos, así que no hubo quejas por parte de Camille en seguir el curso de acción que les había indicado su superior. No tardó demasiado, pero sí lo suficiente como para disfrutar de la calidez del agua cayendo sobre ella, posiblemente el único calor que podía llegar a disfrutar. Tanto fue así que llegó al comedor de los barracones con fuerzas renovadas, reuniéndose allí con Atlas para recuperar incluso más energías si cabe, devorando lo que fuera que hubiera en el menú con ganas.
—¿Sabes? —empezó, justo tras tragarse la última cucharada del potaje que les habían servido—. Yo también le he dado vueltas a ese tipo de temas, aunque... Creo que no es nada tan elaborado como lo tuyo —confesó con cierto bochorno. Ahora que lo pensaba, de hecho, sentía que en comparativa lo suyo era casi una niñería infantil. Aun así, era la primera vez en muchos años que tenía la oportunidad de compartir ideas con alguien de una forma tan cercana—. Mi forma de verlo tiene cierta influencia de Beatrice. Ella siempre ha comparado a la Marina con un guerrero que porta espada y escudo, dividiendo sus funciones equitativamente entre ambos. Es sencillo entender que el escudo se dedica a proteger y la espada a dañar, pero queda en las manos y habilidad del guerrero hacer un buen uso de ambos. Debe aprender a apoyar las acciones de la espada con el escudo y viceversa, complementando ambas cosas para hacer más efectivas sus funciones. El escudo debe proteger a los inocentes y débiles de aquellos que quieran dañarles, mientras que la espada ha de ser capaz de ejercer el justo castigo a aquellos que se hayan opuesto al guerrero. Sin embargo, ni la defensa total ni la ofensiva completa son buenas opciones en combate. El escudo debe ser lo suficientemente voluminoso para servir de arma y golpear cuando sea necesario, mientras que la espada debe estar preparada para proteger las zonas vulnerables que el escudo no haya sido capaz de cubrir. El uso de ambos debe ser flexible... o el guerrero terminará pereciendo ante otro más diestro.
Rara vez hacía mención a ello, mucho menos delante de superiores o personas que no fueran de una confianza absoluta, pero había algo de sentido en que aparecieran grandes oponentes para el guerrero de su metáfora. La Armada Revolucionaria, pese a ejercer un uso indebido de la fuerza y usarla como un medio erróneo para alcanzar sus fines, no había surgido sino por la incompetencia y la falta de flexibilidad del guerrero que era la Marina. De la misma forma podían sucederse otros problemas equivalentes, solo que con una forma menos definida. Alcanzar el equilibrio era, para Camille, la clave que solventaría todas las disputas.
Más tarde, los pasos de ambos marines les llevarían hasta el despacho de la capitana donde, para sorpresa de ambos, tanto Garnett como Beatrice efectuarían el ya conocido saludo del Torneo del Calabozo. Pudo ver en los ojos de la capitana la malicia teñida de diversión al ver sus caras.
—En... buena parte sí —reconoció la oni, mirando casi con reproche a su madre adoptiva, un gesto que le duró apenas un instante.
Para ella no era del todo una sorpresa que supiera de la existencia del torneo. Después de todo, poco o nada se le pasaba por alto a Beatrice en el G-31. Si bien no era la base en la que estaba destinada, pasaba largas temporadas allí y tenía casi tantos hilos como los de los oficiales al mando de Loguetown. O, en su defecto, una gran cantidad de contactos e influencia. Aun así, la constante actitud despreocupada y desinteresada de la mujer hacía factible que algo como eso, llevado con tal nivel de secretismo, pudiera habérsele pasado por alto.
—Lo que no termino de entender es... ¿Qué hacemos aquí?
Garnett ensanchó una sonrisa ante las palabras de Camille.
—¿No es evidente? Creo que has pasado suficiente tiempo observando desde las sombras, Camille —empezó el sargento—. Y no puedo simplemente ignorar el despliegue que habéis hecho en los campos de instrucción. Va siendo hora de que los focos del calabozo te apunten a ti también.
—Consideramos... hacer una edición especial pronto —siguió la capitana—. Algo que encauce e inspire a los descarriados. Y esperamos que seáis partícipes de ello, evidentemente.