Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
30-09-2024, 04:30 PM
Los gritos de los enemigos resonaban a su alrededor, mezclándose con el silbido de los vientos entre los árboles. Había llegado justo a tiempo para arrancar la vida de los asaltantes que rodeaban a la mujer, su hermana. Con su enorme Rompetormentas, derribó a varios de ellos en una ráfaga de brutalidad. La sangre bañó el lugar y por Nosha que se sentía feliz por ello. Cuando el último cuerpo cayó a sus pies, Ragn detuvo su embestida y alzó la mirada hacia la figura que ahora se encontraba de pie frente a él. Sus ojos se abrieron con asombro, su pecho, normalmente tan inamovible como una montaña, se agitó con incredulidad. Era Sijuh, su hermana. La mujer que no había visto en seis años. Pero el vikingo ya no era la joven que recordaba la fémina. Ante él se erguía una guerrera imponente, su cuerpo alto y fuerte bañado en sangre, no solo de los enemigos caídos, sino quizás también de su propia fiereza desatada. Su cabello, rubio y enredado, caía en mechones empapados sobre su rostro, dándole una apariencia casi salvaje. A sus pies yacían los cuerpos de aquellos que había destrozado con una furia descomunal. Y lo que más captó su atención fue el arma que sostenía con manos firmes su hermana, una espada descomunal, tan alta como ella, con una zona de sierra en su filo que aún goteaba sangre fresca.
Ragn nunca había visto algo tan monstruoso, y sin embargo, su hermana manejaba el arma con una gracia casi sobrenatural. Era una extensión de ella misma, como si hubiera nacido con esa bestial herramienta en las manos. Su asombro no provenía solo de la visión física de su hermana, sino del aura que ahora la rodeaba. Imponente, inquebrantable. La pequeña niña a la que había conocido en Elbaf, aquella que reía y jugaba con él en los prados, había desaparecido. La guerrera frente a él era alguien completamente nuevo. Entonces, escuchó su voz. El sonido en la boca de Sijuh lo golpeó como un relámpago. En medio de la carnicería, la brutalidad y la sangre, su voz conservaba una calidez imposible. Era el noruego de su infancia, el idioma natal que compartían, resonando suave y familiar en su oído. En ese instante, la memoria lo arrastró como un río que lo llevaba de vuelta a Elbaf, muchos años atrás. Ragn, apenas un niño, sostenía una pequeña espada de madera entre sus manos, sus dedos torpes y nerviosos. Frente a él estaba Sijuh, la hermana mayor, la que siempre lo cuidaba. Con una sonrisa traviesa pero paciente, le enseñaba cómo sujetar la espada correctamente. "No aprietes tanto, Ragn. Así, deja que el arma sea parte de ti" Su voz era cálida entonces, como ahora, llena de dulzura pero firmeza. Sus manos, pequeñas en comparación con las de él, se superponían a las suyas mientras le mostraba los movimientos básicos. Aunque él había sido un niño robusto, sus pasos eran inseguras y vacilantes, pero ella lo guiaba con firmeza, sin perder nunca la paciencia. ¡Qué recuerdos!
El recuerdo se desvaneció y Ragn volvió al presente, viendo de nuevo a la mujer que ahora le hablaba. La misma hermana, pero a la vez una desconocida. — Det var en kamp, ikke sant? måtte gripe inn. — Respondió con desdén. Aaunque las palabras apenas le salieron. Era todo lo que podía decir frente a la magnitud de lo que tenía delante. Sijuh lo miró con una mezcla de reconocimiento y algo indescifrable. El gigantesco guerrero tragó saliva, sintiendo un peso inesperado en su pecho. No era miedo, sino un respeto profundo, casi reverencial. Se sentía pequeño, incluso a su tamaño colosal, frente a la Sijuh que tenía delante. Era algo que le sucedía mucho con sus hermanos. La sangre que cubría su cuerpo, el arma increíble que sostenía, todo parecía una extensión de la guerrera que ahora era. El viento sopló entre los árboles, llevando consigo los olores del bosque y la sangre, pero también el eco de las memorias de Elbaf, de dos niños que solían entrenar juntos. — Jeg har alltid hatt mer talent enn deg. — La contestación, chulesca, le hizo mostrar una sonrisa al tiempo que Rompetormentas descendía hasta clavarse en tierra firme.
Contempló lo que hacía su hermana y le hizo caso. Se limpió completamente, siguiendo sus pasos. — Det er morsomt at du nevner det, for for ikke lenge siden klarte jeg å svare på det spørsmålet som har plaget meg i så mange dager. — Ragn se sentó encima de un tronco de madera. — Men hva betyr det, hva gjør du her? Er det et oppdrag for revolusjonen? — Preguntó curioso. Era gracioso que ahora todo tuviera que ver con la revolución, como un tema que llegaba a su vida practicamente sin buscarlo.
Ragn nunca había visto algo tan monstruoso, y sin embargo, su hermana manejaba el arma con una gracia casi sobrenatural. Era una extensión de ella misma, como si hubiera nacido con esa bestial herramienta en las manos. Su asombro no provenía solo de la visión física de su hermana, sino del aura que ahora la rodeaba. Imponente, inquebrantable. La pequeña niña a la que había conocido en Elbaf, aquella que reía y jugaba con él en los prados, había desaparecido. La guerrera frente a él era alguien completamente nuevo. Entonces, escuchó su voz. El sonido en la boca de Sijuh lo golpeó como un relámpago. En medio de la carnicería, la brutalidad y la sangre, su voz conservaba una calidez imposible. Era el noruego de su infancia, el idioma natal que compartían, resonando suave y familiar en su oído. En ese instante, la memoria lo arrastró como un río que lo llevaba de vuelta a Elbaf, muchos años atrás. Ragn, apenas un niño, sostenía una pequeña espada de madera entre sus manos, sus dedos torpes y nerviosos. Frente a él estaba Sijuh, la hermana mayor, la que siempre lo cuidaba. Con una sonrisa traviesa pero paciente, le enseñaba cómo sujetar la espada correctamente. "No aprietes tanto, Ragn. Así, deja que el arma sea parte de ti" Su voz era cálida entonces, como ahora, llena de dulzura pero firmeza. Sus manos, pequeñas en comparación con las de él, se superponían a las suyas mientras le mostraba los movimientos básicos. Aunque él había sido un niño robusto, sus pasos eran inseguras y vacilantes, pero ella lo guiaba con firmeza, sin perder nunca la paciencia. ¡Qué recuerdos!
El recuerdo se desvaneció y Ragn volvió al presente, viendo de nuevo a la mujer que ahora le hablaba. La misma hermana, pero a la vez una desconocida. — Det var en kamp, ikke sant? måtte gripe inn. — Respondió con desdén. Aaunque las palabras apenas le salieron. Era todo lo que podía decir frente a la magnitud de lo que tenía delante. Sijuh lo miró con una mezcla de reconocimiento y algo indescifrable. El gigantesco guerrero tragó saliva, sintiendo un peso inesperado en su pecho. No era miedo, sino un respeto profundo, casi reverencial. Se sentía pequeño, incluso a su tamaño colosal, frente a la Sijuh que tenía delante. Era algo que le sucedía mucho con sus hermanos. La sangre que cubría su cuerpo, el arma increíble que sostenía, todo parecía una extensión de la guerrera que ahora era. El viento sopló entre los árboles, llevando consigo los olores del bosque y la sangre, pero también el eco de las memorias de Elbaf, de dos niños que solían entrenar juntos. — Jeg har alltid hatt mer talent enn deg. — La contestación, chulesca, le hizo mostrar una sonrisa al tiempo que Rompetormentas descendía hasta clavarse en tierra firme.
Contempló lo que hacía su hermana y le hizo caso. Se limpió completamente, siguiendo sus pasos. — Det er morsomt at du nevner det, for for ikke lenge siden klarte jeg å svare på det spørsmålet som har plaget meg i så mange dager. — Ragn se sentó encima de un tronco de madera. — Men hva betyr det, hva gjør du her? Er det et oppdrag for revolusjonen? — Preguntó curioso. Era gracioso que ahora todo tuviera que ver con la revolución, como un tema que llegaba a su vida practicamente sin buscarlo.