Atlas
Nowhere | Fénix
30-09-2024, 11:46 PM
Aquel lugar era un verdadero misterio. Oculto en frente de todos, parecía albergar secretos cuanto menos sospechosos. Sin ir más lejos, la habitación a la que me había conducido la puerta aportaba muchos datos y permitía elaborar múltiples hipótesis y teorías, si bien cada una de ellas resultaba más turbadora que la anterior. En cualquier caso, todas ellas conducían a una primera pregunta: ¿qué escondía el alcalde?
Examiné uno a uno todos los documentos y frascos que había en el lugar, sin entender absolutamente nada de lo que estaba viendo o leyendo. De cualquier modo, me aseguré de coger muestras de las hojas, algún frasco y documentos que pudiesen probar más adelante que lo que decía era verdad. Uno nunca sabía qué podría pasar en un sitio tan siniestro como ése. Empezaba a pensar que ya poco más podía hacer allí cuando el sonido metálico llegó hasta mis oídos. Sí, al otro lado de una puerta metálica en la que no había reparado hasta el momento se movía algo. El ruido era de todo menos tranquilizador.
Tal vez alguien se podría preguntar si no era un buen momento para darme la vuelta, marcharme e informar, apretarle las tuercas al alcalde o ponerme a colaborar aunque fuese un poco en el plan que se me había ocurrido a mí mismo. Quizás, pero nada me aseguraba que en una hipotética segunda expedición todos aquellos papeles fuesen a estar allí, que nadie hubiese descubierto que me había colado y lo hubiese quemado todo o incluso que el misterioso ruido que me llamaba ya no se escuchase. Vale que no tenía información de cómo estaba transcurriendo todo en el pueblo, pero allí había todo un destacamento de la Marina y debía confiar en que estuviesen haciendo bien su trabajo. Por el contrario, si me iba dejaba una línea de investigación potencialmente decisiva sin explorar.
En consecuencia, y tras tragar saliva no menos de media docena de veces, me dirigí a la puerta, naginata en ristre, y la intenté abrir con un movimiento seco y rápido que me permitiese abalanzarme rápidamente sobre cualquier posible amenaza intentando aprovechar el factor sorpresa —si es que algo así existía o tenía lugar en una situación como aquélla, claro—.
Examiné uno a uno todos los documentos y frascos que había en el lugar, sin entender absolutamente nada de lo que estaba viendo o leyendo. De cualquier modo, me aseguré de coger muestras de las hojas, algún frasco y documentos que pudiesen probar más adelante que lo que decía era verdad. Uno nunca sabía qué podría pasar en un sitio tan siniestro como ése. Empezaba a pensar que ya poco más podía hacer allí cuando el sonido metálico llegó hasta mis oídos. Sí, al otro lado de una puerta metálica en la que no había reparado hasta el momento se movía algo. El ruido era de todo menos tranquilizador.
Tal vez alguien se podría preguntar si no era un buen momento para darme la vuelta, marcharme e informar, apretarle las tuercas al alcalde o ponerme a colaborar aunque fuese un poco en el plan que se me había ocurrido a mí mismo. Quizás, pero nada me aseguraba que en una hipotética segunda expedición todos aquellos papeles fuesen a estar allí, que nadie hubiese descubierto que me había colado y lo hubiese quemado todo o incluso que el misterioso ruido que me llamaba ya no se escuchase. Vale que no tenía información de cómo estaba transcurriendo todo en el pueblo, pero allí había todo un destacamento de la Marina y debía confiar en que estuviesen haciendo bien su trabajo. Por el contrario, si me iba dejaba una línea de investigación potencialmente decisiva sin explorar.
En consecuencia, y tras tragar saliva no menos de media docena de veces, me dirigí a la puerta, naginata en ristre, y la intenté abrir con un movimiento seco y rápido que me permitiese abalanzarme rápidamente sobre cualquier posible amenaza intentando aprovechar el factor sorpresa —si es que algo así existía o tenía lugar en una situación como aquélla, claro—.